La bendición, mi viejo. Qué gusto escribirte nuevamente. Saber que me lees. Contarte que las cosas andan bien sería mentirte, y entre nosotros no puede haber mentiras. Me refiero a las cosas en general. Tú me entiendes. Eso sí, puedes estar seguro de que trabajamos todos los días para que la situación mejore para todos y todas. Así será. Si así no fuera, ¿qué sentido tendría? Las mujeres en casa sí están bien. Sandra Mikele se iba a estudiar a Argentina, a comienzos de este año, pero decidió quedarse. No le ha tocado fácil. Sobre la universidad, lo único que tiene claro es lo que no quiere estudiar, lo que bien visto es un avance. Está en esa búsqueda. Sigue cantando, con la novedad de que, además, está dando clases de canto a niños y niñas. Le va muy bien. Sigue escribiendo también, aunque no con la misma frecuencia. Y ha descubierto una nueva pasión: la fotografía. Tiene mucho talento. Vamos a hacer un libro juntos. A veces duramos días sin verla, pero siempre vuelve. Se hizo su primer tatuaje. Se desvive por las empanadas, los pastelitos de hojaldre, la malta, las tocinetas y el yogurt, como su hermana. Sigue haciendo muy buenas tortas y prepara muy buenas pizzas. En estos días se comió todo el queso parmesano, o por lo menos eso creíamos. A Ainhoa Michel le sentó muy bien retomar las clases presenciales en la escuela. Está practicando natación. Ya participó en su primera competencia y llegó de segunda. Le encanta bailar y jugar al fútbol. Ayer terminamos de ver La Casa Búho. Antes vimos Amphibia. Nos gustó mucho Hilda. Sigue organizando pijamadas. No pierde oportunidad de hacer nuevas amigas. Cuando sea grande quiere vender helados. Tiene un canal de YouTube, aunque tiene meses que no publica algo. Va para quinto grado. Sospecho que quiere irse a vivir a Barquisimeto. Le gusta ver fotos de casas en oferta y hacer planes de mudanza. También le gusta inventar palabras divertidas. Nada se compara con abrazarlas y verlas reír. Meres se rió mucho cuando descubrió que el queso parmesano estaba intacto en la nevera. Se ha vuelto fanática de las series turcas y surcoreanas. En ocasiones, muy tarde en la noche o durante la madrugada, la he descubierto leyendo interminables libros de autores chinos, como si reclamara su derecho a desvelarse por las razones correctas. De vez en cuando me rasca la espalda. Ahorita mismo siente que está haciendo algo útil en su trabajo, lo que me da mucha alegría. A veces el futuro parece tan esquivo, tan incierto. No así para Sur, que a sus setenta y tres o treinta y siete, ya no recuerdo, sigue indicándonos hacia dónde es que tenemos que ir. Está empeñada en que tire a la basura mis franelas viejas. Hace poco, el día de su cumpleaños, me regaló dos franelas nuevas. En su cumpleaños. Ella a mí. Está arreglando el techo de la casa y por allí apartó una cocina vieja y una nevera nuevecita para que me las lleve a la casita en El Corozo, cuando hagamos la casita. Después de sendas operaciones de cataratas, ya ve bastante mejor por ambos ojos. En consecuencia, cierto día, al verse al espejo, descubrió que era cierto lo que le decíamos: una extraña rigidez en el rostro le hacía ver como si estuviera siempre molesta, incluso cuando se carcajeaba. No sé bien qué hizo, pero aquella rigidez ha venido cediendo asombrosamente. Ya tomó posesión del cuarto de Rommel, o quizá lo correcto sea decir que ya tomamos posesión, porque ese cuarto es ahora nuestro. Así es, Rommel finalmente pudo terminar de construir su casa y mudarse. Todo un acontecimiento. Uno de los más importantes de los últimos tiempos. Estamos esperando que instale aire acondicionado e internet para visitarlo. Dicen que aprovechó la ocasión para arrejuntarse, o enseriarse, pero no me consta ni lo uno ni lo otro. Dicen también que piensa hacer un retiro espiritual, pero eso sí que no me lo creo. Se mudó Rommel a la casa que construyó él mismo, y es como si se hubiera quitado de encima un peso insoportable. Ahora anda más ligero. Incluso tiene menos canas, no sé si fue que se pintó el cabello. Anda más alegre y sonriente el Tío Rocmel, como le dice Thiago. Cómo no estarlo. Por andar con el desorden casi arruina la torta de cumpleaños de Sur. Pero sé que comprendes que aquí lo importante no es la torta y su integridad física, sino Rommel alegre, casi desbaratándola y haciendo fiesta, como un niño. Hablando de desorden, Thiago ya mudó unos cuantos dientes, y comienza a verse más como un niño grande y menos como un loco de Güigüe. Su papá es el que le dice así, no yo. Igual que a Ainhoa, le sentó muy bien volver a clases presenciales, y además comenzó a tocar el chelo. Es tan flaco que le digo Hueso, y él, solo para llevar la contraria, me dice Gordo. Como Ainhoa, se destornilla de la risa cuando hacemos el baile de los pompis. Es muy buen bailarín, por cierto. Y tiene un talento impresionante para el dibujo. También es muy bueno haciendo figuras con plastilina. De Elio me limitaría a contarte que no sabe qué hacer con su vida, pero es más complicado que eso, y al mismo tiempo más sencillo de lo que parece, aunque suene contradictorio. Como ha pasado con mucha gente en estos tiempos, a Elio no le ha ido muy bien en los negocios, a pesar de todo su empeño y de toda su voluntad. La clave está en asimilar que si tienes empeño y voluntad, y estás rodeado de gente que te quiere y te apoya, siempre puedes comenzar de nuevo. Es más, si no tuvieras nada de eso, igual tendrías que comenzar de nuevo. Sé que estarás de acuerdo conmigo: el paso que falta es dejar de pensar que el futuro está en otra parte, porque está es aquí. Más o menos con eso mente, es lo que yo intuyo, Coro se divide entre su trabajo, en el que es muy buena, y su negocio con las tortas y los dulces, en el que es mejor aún. Su fama pica y se extiende. La marquesa de chocolate es una cosa que no te puedes creer. Te hubiera gustado mucho poder probarla. Lo único que no ha logrado resolver es garantizar el servicio a domicilio en Caracas, y eso a pesar de que ya ¡maneja! Su propio carro, además. Por cierto, noticia muy importante, se mudaron hace poco a Maracay. Muy lindo el apartamento, aunque aún no nos invitan a pasar una noche con ellos. Noticia menos importante: se hizo dos tatuajes, contra la voluntad de Sur. Yo no soy escaparate de nadie. Del panita César Augusto nos enteramos muy poco, pero las noticias que nos da Sur, con la que sí se comunica con frecuencia, nos aportan lo mínimo necesario para saber que está bien. Por las cosas que publica en redes sabemos además que tiene como ocho guitarras eléctricas, dieciséis pares de zapatos deportivos, asiste a muchos conciertos y lleva una vida de Don Juan. Bien por él. No sé qué pasó por fin con los dos gatos que tenía. Sueño con que podamos ver juntos a Pearl Jam el año que viene, en Santiago. Hablando de gatos, Luna, esa gata sinvergüenza y borda, también está bien, al igual que Arya, la perrita mordelona.
Gracias por acompañarme, viejo. Te quiero mucho.
La pasión os ha sido siempre muy importante que vaina