I.-
El domingo 25 de julio cumplí con el objetivo de colocarme la tercera dosis de la vacuna cubana Abdala. Ya estaba en condiciones de emprender un viaje que había tenido que postergar durante semanas.
Una semana después, poco antes de mediodía, acomodé mi maleta azul, mi morral verde y una bolsa de comida en el asiento trasero del carro de dos queridos amigos. A mi izquierda, detrás del asiento del piloto, un par de cachorros de cacri dormía plácidamente. Minutos más tarde nos despedíamos del valle caraqueño y agarrábamos camino rumbo a Sarare, a unos cuatrocientos kilómetros de la ciudad capital.
Atravesamos Aragua, Carabobo, Cojedes y Portuguesa, antes de arribar a nuestro destino, en el sureste del estado Lara. Por todo el trayecto, larguísimas colas de carros particulares y de carga para abastecerse de combustible. La lluvia se anunció a la altura del Campo de Carabobo y cayó sobre nosotros cuando pasábamos por Cojedes, entre Tinaquillo y San Carlos, pero nos trató amablemente.
A las cinco de la tarde, como si asistiéramos puntualmente a la cita con un amor de años, entramos a Sarare, y nos dirigimos a un espacioso local en el que, un domingo cualquiera, hubiéramos podido tomarnos unas cervezas. Pero aquel no era un día cualquiera, sino el domingo previo a las elecciones primarias abiertas del Partido Socialista Unido de Venezuela, pautadas para el 8 de agosto, y en lugar del jolgorio típico de los bares de pueblo, nos encontramos con una animada asamblea que había logrado reunir a unas quinientas personas provenientes de todos los rincones del municipio Simón Planas. Integrantes del comando de campaña del compañero Ángel Prado, referente de la Comuna Socialista El Maizal, y precandidato a alcalde, rendían cuentas frente a un auditorio que, más que escuchar atentamente, que lo hacía, celebraba ruidosamente cada una de las intervenciones.
Entre una intervención y otra, varios compañeros, visiblemente extenuados, pero efusivos, dejando traslucir ese entusiasmo cómplice que solo hace posible la camaradería, se me acercaron para preguntarme por la situación en Caracas. No alcanzaban a comprender cuando les explicaba que en la capital apenas podía sentirse clima de campaña. Algunos incluso fruncieron el ceño, como dejando claro que no les servía de consuelo escuchar que, en realidad, lo que estaba sucediendo en Simón Planas obedecía a condiciones muy singulares, que no se repetían en casi ningún lugar del país.
Tras la intervención última de Ángel Prado, la asamblea desembocó en una movilización de unas cien personas, con rumbo a una comunidad a pocos centenares de metros del local donde se había realizado la reunión, y fue como si un pedazo del río Sarare bañara las calles de Gloria Sur.
Mis amigos caraqueños debieron marcharse. Las condiciones de la retirada involuntaria las impusieron los cachorros que, tras unas cinco horas de viaje y de comportamiento ejemplar, decidieron que había llegado el momento de atender sus necesidades fisiológicas. Mucho aguantaron.
Yo decidí sumarme a la jornada casa por casa en Gloria Sur. Me interesaba sobremanera escuchar lo que Ángel tenía que decir, pero principalmente la opinión de la gente. Percibí, en resumen, mucho rechazo a la gestión municipal actual, en manos del PSUV, mucho entusiasmo por la eventual candidatura comunera, pero también mucho escepticismo. Vaya combinación: rechazo, entusiasmo y escepticismo. Esto último, sobre todo, en razón del desconocimiento de la victoria electoral de Ángel Prado en las municipales de 2017. En varias ocasiones fue interpelado duramente: ¿por qué tendríamos que confiar en que la situación será diferente esta vez?
Al cabo de unas dos horas, el sedentarismo me pasó factura. Tuve que hacer una pausa. Pasé a saludar a la familia que me hospedaría esa noche, allí mismo en Gloria Sur. En pausa seguía cuando el gentío pasó frente a la casa. Me reincorporé. Eran pasadas las diez de la noche cuando les escribí a mi esposa e hijas: ¿en qué otro lugar del país se estará haciendo un casa por casa a esta hora? La jornada culminó una hora más tarde, luego de que algún cultor popular entonara un popurrí de canciones de Alí Primera, y tras un breve discurso de Ángel frente a unas cincuenta personas. Era casi medianoche. De allí se fueron a una reunión de evaluación, a la que me invitaron. Juzgué que lo más sensato era declinar y, casi a rastras, me retiré a reposar.
II.-
Aquella noche dormí poco, pero muy plácidamente. Creo que ni siquiera fue un sueño reparador, pero había sido capaz de disfrutar el hecho de que, mientras intentaba conciliar el sueño, me invadiera la pregunta: ¿esto que siento es algo parecido a la nostalgia por los buenos viejos tiempos en que una formidable maquinaria popular hacía campaña por Chávez o acaso la alegría de saber que esa misma maquinaria sigue viva, en este momento, en este lugar, y a pesar de todo? Insomne, pero satisfecho, me decanté por la segunda opción.
Lo que ha ocurrido en Simón Planas es nada menos que la victoria, en buena lid, de esa maquinaria popular y revolucionaria contra la maquinaria burocrática y clientelar. Vista en perspectiva, como es preciso hacerlo para comprender todo lo que estaba en juego, en esta batalla se han enfrentado dos fuerzas que no dejan de expresarse en todos los órdenes de la revolución bolivariana, como dos almas contrapuestas que pugnan por tomar el control de un cuerpo que ha debido soportar demasiadas sacudidas, y que unas veces es más lo que se parece a un muerto en vida, y otras un peleador que resucita, más fuerte que nunca, cuando todos lo daban por desahuciado.
La mesa parecía servida para una nueva victoria de la maquinaria burocrática y clientelar, es decir, para que no se expresara la voluntad mayoritaria del pueblo simonplanense: los veintiséis centros de votación existentes en el municipio fueron nucleados en once. En el proceso, de los cuatro centros de votación dentro del ámbito de la Comuna Socialista El Maizal, solo quedó disponible uno de ellos. Los centros de votación de Sabana Alta (de donde es oriundo Ángel Prado) y Caballito fueron nucleados en La Miel, a más de siete kilómetros de distancia. Adicionalmente, como sucedió en casi todo el país, se dispuso una sola mesa, es decir, una sola máquina electoral por centro de votación. La población votante de Simón Planas es de 30.971 personas. Las matemáticas no mienten: once máquinas de votación funcionando óptimamente, sin interrupciones, durante las doce horas de jornada electoral (de 6 am a 6 pm), en razón de un votante por minuto, equivale a 7.920 votantes (60 x 12 x 11). Apenas un 25,57 por ciento del padrón electoral. Tome nota de este último dato, porque volveré sobre él más adelante.
A lo anterior todavía hay que sumarle el hecho de que los centros electorales se encontraban bajo control de la maquinaria burocrática y clientelar, es decir, de personas vinculadas directamente al equipo de campaña de uno de los precandidatos, a la postre el actual alcalde.
¿En qué consistió la campaña del alcalde saliente y a qué maniobras recurrió durante la jornada electoral? Lo que describo a continuación no son simples detalles pintorescos, vergonzosos excesos, accidentes puntuales, cosas que suceden excepcionalmente. Son hechos que ilustran una forma específica de concebir y ejercer la política, que se expresa, insisto, en todos los órdenes. Es la manera como procede la maquinaria burocrática y clientelar.
En primer lugar, durante la campaña, el reparto discrecional, clientelar, de alimentos, medicinas, electrodomésticos, combustible y dinero en efectivo. ¿El propósito? Comprar la voluntad del “voto duro”, que es el sujeto de esta maquinaria. Luego, la intimidación y la violencia. Las agresiones físicas comenzaron desde la noche del sábado 7 de agosto. Decenas de compañeros y compañeras provenientes de Sabana Alta y Caballito que, como he explicado, debían caminar más de siete kilómetros para llegar al centro de votación que les había sido asignado, decidieron movilizarse y pernoctar en La Miel. Allí fueron agredidos en dos oportunidades, viéndose en la obligación de resguardarse. Horas más tarde, poco después de las cuatro de la mañana, fueron agredidos compañeros y compañeras que comenzaban a instalarse frente a uno de los centros de votación en Sarare. ¿El objetivo? Además de intentar desmovilizar a través del miedo, hacerse con el control de las colas, para garantizar que votaran las personas movilizadas por la maquinaria burocrática.
Alrededor de las nueve de la mañana, la sala situacional del comando de campaña comunero reportaba que en al menos seis de los once centros electorales del municipio, incluidos los más grandes, los miembros de mesa estaban retrasando deliberadamente el proceso de votación. A las afueras de los centros, personas ligadas al alcalde saliente habían logrado “reservarse”, a través de la fuerza, el derecho de admisión. Dos horas más tarde denunciábamos públicamente que se estaban dando todas las condiciones para que fuera desconocida la voluntad del pueblo simonplanense. Sabiéndose mayoría, la firme orientación del comando de campaña fue evitar la violencia a toda costa y resistir pacientemente.
Las amenazas apenas disminuyeron, y en general el proceso comenzó a fluir un poco mejor, paulatinamente, a media tarde, cuando la maquinaria burocrática había logrado movilizar a la casi totalidad del que consideraba su “voto duro”. Varios centenares, tal vez más de un millar, todavía seguían en las colas. Era el voto macizo popular. Mucha gente, muy difícil saber qué cantidad, se retiró a sus casas sin poder sufragar, incluyendo personas de la tercera edad que madrugaron en los centros y que, tras muchas horas de espera, ya no estaban en condiciones de lidiar con el agotamiento físico.
A las seis de la tarde, hora de cierre del proceso, y con toda seguridad, la precandidatura de Ángel Prado había reunido la mayor cantidad de votos. Pero la diferencia era poca. Todo marchaba según lo planeado por la maquinaria burocrática: sabiéndose minoría, sus esperanzas estaban puestas en que la definición de la candidatura dependiera de la “revisión” de la dirección nacional del partido, lo que ocurriría en caso de que el precandidato ganador no hubiera logrado alcanzar dos objetivos: obtener más del 50 por ciento de los votos y más de diez puntos de ventaja sobre el segundo lugar.
Irónicamente, el golpe de gracia a la maquinaria burocrática se lo asestó la misma dirección nacional, cuando anunció públicamente que se extendía la jornada hasta las ocho de la noche. Poco más tarde, el presidente Maduro informó que los centros de votación seguirían abiertos mientras quedaran votantes en las colas, como es tradición en Venezuela.
A la una de la mañana del lunes 9 de agosto todavía seguía votando la gente en dos de los centros de votación de Simón Planas, uno en La Miel y otro en Sarare, justo los dos centros donde se habían producido las primeras agresiones físicas contra comuneros y comuneras. El proceso cerró oficialmente cerca de las dos de la mañana. Entre seis de la tarde y la hora de cierre, un intervalo de casi ocho horas, centenares de personas votaron por la candidatura comunera. Alrededor de la medianoche, mientras esperaban para ejercer su derecho, y pese a las amenazas inútiles de algunos efectivos del Plan República y la visible molestia de los miembros de mesa, algún espontáneo gritaba:
– “¡Comuna!” – y una marejada de gente respondía:
– “¡O nada!”.
Al término de la jornada, el comando de campaña manejaba la información de que la precandidatura comunera había triunfado en nueve de once centros. La victoria popular estaba cantada. Ahora solo faltaba su reconocimiento oficial.
III.-
El reconocimiento oficial de la victoria comunera se produjo cerca de las diez de la noche del lunes 9 de agosto, durante rueda de prensa de la dirección nacional del PSUV. Previo al anuncio de las candidaturas, las autoridades del partido informaron que, tras una primera evaluación de los resultados, habían decidido reformular los requisitos a cumplir para evitar la “revisión”: en el caso concreto de las alcaldías, la candidatura ganadora debía reunir al menos 35 por ciento de los votos y sacar diez puntos de ventaja. El compañero Ángel Prado obtuvo el 47,99 por ciento de la votación y 9,54 puntos porcentuales de ventaja. El pueblo simonplanense estalló en júbilo.
Los números son elocuentes: el promedio nacional de participación para elegir las candidaturas del PSUV a las gobernaciones fue de 15,89 por ciento, contando la ciudad de Caracas. El mismo promedio, pero para elegir las candidaturas a las alcaldías fue ligeramente superior: 19,21 por ciento. En Lara, para las alcaldías, la participación fue del 16,92 por ciento. Pues bien, en Simón Planas, donde, como recordaremos, el proceso fue concebido para que participara, como máximo, alrededor del 25 por ciento del padrón electoral, la participación fue del 26,17 por ciento, esto es, 6,96 puntos porcentuales por encima del promedio nacional y 9,25 puntos porcentuales más que el estadal. De los trescientos treinta y cinco municipios del país, apenas en cincuenta y seis, el 17,6 por ciento, votó más gente que en Simón Planas.
¿En cuántos municipios habrá logrado imponerse la maquinaria popular y revolucionaria sobre la maquina burocrática y clientelar? Es muy difícil saberlo. Lo que sí ha quedado de manifiesto, y de allí, insisto, la importancia de lo que ha acontecido en Simón Planas, es que es posible derrotar a esta última. La clave parece radicar en los niveles de participación. La desmovilización popular es la precondición para que siga prevaleciendo la maquinaria burocrática y clientelar.
Ahora bien, ¿qué es lo que ha hecho posible los altos niveles de participación en Simón Planas? Me atrevo a enumerar los siguientes:
1) Es preciso un liderazgo capaz de aglutinar el rechazo a la vieja forma de hacer política, a las prácticas burocráticas y clientelares. Muy por el contrario de lo que piensan los políticos de aparato, el clientelismo es una práctica que suscita el rechazo generalizado de la base social de apoyo a la revolución bolivariana. Ella supone un profundo menosprecio por las mayorías populares.
2) El liderazgo tiene que ser, necesariamente, un referente ético, y no simplemente una figura carismática. Ángel Prado es, antes que cualquier otra cosa, un referente ético.
3) No basta, por supuesto, con aglutinar el descontento. El liderazgo tiene que tener la capacidad de transmitir confianza en el futuro, lo que es indisociable de la claridad programática y estratégica. La estrategia fue definida por Chávez, y de lo que se trata es de ser consecuentes con su programa revolucionario. Ángel Prado y el movimiento comunero en Simón Planas lograron transmitir, de manera muy sencilla, en qué consiste su programa de gobierno y cómo piensan hacerlo realidad.
4) La claridad programática y estratégica no depende de aprenderse de memoria algunos documentos claves o de repetir lo que Chávez planteaba en sus discursos. Hay que tener conocimiento al detalle de la realidad que se pretende transformar, de la calle, de los caseríos, escuchar al pueblo, creer en él, crear las condiciones para que sea él quien gobierne. Y eso solo es posible en despliegue permanente por el territorio. Ángel Prado, junto a su equipo de campaña, recorrió la casi totalidad del municipio. Llegó a los lugares más remotos y olvidados. La médula del discurso de cierre de campaña del precandidato comunero, la tarde del jueves 5 de agosto, fue un resumen de lo que la gente le había planteado durante sus recorridos. Fue, por supuesto, un discurso memorable, un ejercicio extraordinario de síntesis política.
5) Un equipo de campaña disciplinado, moralizado, organizado. El mejor líder no es nada sin un buen equipo que le acompañe.
6) Mucha inteligencia táctica, capacidad de tomar decisiones en los momentos más difíciles. En el caso de Simón Planas, fue este factor el que impidió que la violencia se desbordara durante la jornada electoral.
Antes de terminar, habría que agregar una muy importante precisión, que nos permitirá completar el mapa de fuerzas y circunstancias: en Simón Planas, como seguramente sucedió en muchos otros lugares del país, la maquinaria burocrática y clientelar intentó derrotar no a un adversario, en este caso el movimiento comunero, sino al que considera un enemigo. Un enemigo de clase. Dicha maquinaria es expresión de los intereses de una clase de nuevos ricos, de gente que ha hecho fortunas al amparo de cargos públicos. La pérdida de estos espacios de poder equivale a la pérdida de privilegios y oportunidades de negocios. De allí que apelaran a la violencia e intentaran perpetrar un fraude: hace mucho que ya no se reconocen en los intereses populares.
Esa misma maquinaria está desperdigada por todo el territorio nacional y ocupa importantes posiciones en los más diversos espacios de poder. No habiendo podido evitar que la Comuna Socialista El Maizal se erigiera como un referente de lucha nacional, tomado nota de que ahora impulsa una iniciativa conocida como Unión Comunera, consumada la victoria del movimiento comunero en las primarias abiertas del PSUV, y dando por hecho la próxima elección de Ángel Prado como alcalde de Simón Planas, intentará neutralizar una experiencia que considera un ejemplo muy peligroso. En las primeras de cambio, seguramente se incline por retratarse con el victorioso pueblo comunero, atribuyéndose o celebrando una victoria que no es la suya. Luego, ya veremos.
Lo que está en juego en Simón Planas trasciende por mucho sus 808 kilómetros cuadrados. Por eso asumí como una tarea obligatoria, impostergable, sentarme a escribir estas líneas, para que estos hechos sean conocidos, y ojalá analizados, discutidos, por ese invaluable contingente de militantes que se distinguen por su honestidad, consecuencia y compromiso, y que dentro y fuera de nuestras fronteras siguen apostándole a la forma de hacer política que aprendimos con Chávez. Muy lejos estoy de considerarme un cronista imparcial. Desde el principio he tomado partido. De hecho, estas líneas también son un modesto homenaje a quienes considero mis compañeros y compañeras de lucha. Espero haberles hecho justicia.
Dos almas se disputan el cuerpo nacional. En aquel diminuto territorio larense, ese cuerpo intenta erguirse, revitalizado, robustecido, dispuesto a otear el horizonte. Pero se sabe incompleto. Queda mucho por hacer.
Caracas, 26 de agosto de 2021
Especial para Tramas
Gracias compañero por esta bella, lúcida y necesaria crónica política
Gracias Profesor excelnte relato. Un abzo
El tiempo de Dios es perfecto.