“El chavismo es un sujeto que interpela a la cultura política tradicional” (Entrevista en Ciudad BQTO, 4 de mayo de 2017)

Presentación ECHS 4

– ¿Qué es el chavismo salvaje, ¿quiénes lo conforman?
– “El chavismo salvaje” es, en primer lugar, el resultado de un trabajo de registro de la siempre vertiginosa realidad política venezolana en tiempos de revolución, fundamentalmente del período comprendido entre 2007 y 2012. Pero además de registro, constituye un esfuerzo analítico orientado a cimentar un pensamiento “otro” sobre ese acontecimiento exuberante, pleno de posibilidades, que es el chavismo.
En segundo lugar, es un intento por construir nuevos referentes conceptuales para entender y explicar un fenómeno político imposible de asimilar si se le piensa desde las coordenadas fundadas en el eje civilización-barbarie.
El chavismo es un sujeto que interpela a la cultura política tradicional. De hecho, quienes nos formamos en esa cultura política nos vemos en la obligación de desaprenderla, es por ello que, en tercer lugar, «El chavismo salvaje» es una obra que aporta pistas para realizar la tarea pendiente de contar la historia de los orígenes del chavismo, y para otra “tarea” no menos indispensable: construir un marco de interpretación de la política después de Chávez.
Nosotros, militantes de izquierda, nos asumimos siempre como agentes civilizadores: que debíamos enseñar, formar, dictar, guiar, dirigir al pueblo, pero el pueblo politizado a partir de Chávez nos enseñó que esa era una forma muy limitada de entender la política.
Lo de “salvaje” alude a ese “más allá” de la civilización/barbarie.

– ¿Con el chavismo, la cultura política tradicional logrará encontrarse con el desaprender de esas formas?
– En el chavismo coexisten ambas culturas políticas. Es una tensión que le atraviesa. Este libro intenta radiografiar esa tensión, sí.
El libro plantea, en líneas generales, lo siguiente: primero, es correcto decir que al chavismo lo define esa tensión; segundo, no es correcto decir que al chavismo lo define la vieja cultura política. Es decir, no es “más de lo mismo»; y tercero, si el chavismo se define por lo que tiene de novedoso, entonces se define por lo que tiene de nueva cultura política y esto es vital en la disputa simbólica.

– Iba hacia ese punto, el tema simbólico, hace unos años hablabas del reordenamiento del chavismo, pero como ex ministro de las Comunas y Movimientos Sociales, es imperante preguntar: ¿cómo ha variado la forma de leer al chavismo desde esos movimientos que lo conforman, sin la presencia del líder?
– Está claro que ha habido una dificultad general por asumir el devenir-múltiple de Chávez, es decir, una dificultad para asumir que, realmente, “Chávez somos todos”. Es imposible no sentir la ausencia de un líder como Chávez.
Luego, está la forma como esta ausencia impacta en nuestra clase política, en nuestra clase dirigente. Naturalmente, la ausencia de Chávez agudiza la tensión de la que ya hablábamos, comienzan a ganar terrenos líneas de fuerza más pragmáticas en todos los órdenes, que no se sienten identificados con la apuesta del socialismo del siglo XXI, que tienen una perspectiva más bien tutelar, de profunda desconfianza hacia el pueblo venezolano.
En la medida en que este chavismo más conservador, socialdemócrata, “reformista”, gana terreno, el chavismo más popular pierde espacios. Y luego está la brutal agresión a la economía venezolana, que produce un fenómeno que tiene profundas implicaciones: un repliegue masivo de la política.
La vitalidad de la revolución bolivariana depende de sus espacios de participación, de la participación popular en el espacio público. La guerra económica impacta negativamente estas dinámicas, y produce la retirada del espacio público.
Entonces, en resumen, el chavismo popular, y específicamente el movimiento popular, se encuentra en medio de la siguiente situación: debe asimilar la ausencia del líder, va perdiendo el terreno que ganan líneas de fuerzas más conservadoras, y se repliega del espacio público.
Ahora bien, y para redondear, este repliegue ha implicado también una revalorización de lo productivo: muchos compañeros y compañeras se “replegaron” porque están convencidos de que es necesario fortalecerse en lo productivo. Y eso es ganancia. Es un aprendizaje.
Y lo comunal: creo que durante estos cuatro años dimos pasos muy importantes, hoy tenemos un sujeto comunero más fuerte que hace cuatro años atrás.

– Pero ¿por qué ya no se habla de Comunas en Venezuela, más allá de alguna mención reciente con todo el tema de una posible constituyente comunal, aun cuando dices que tenemos un sujeto comunero más fuerte?
– Me parece que está muy claro por qué a las líneas de fuerza más conservadoras les parece que lo comunal, en general, es una “amenaza”.
Y ese temor explica, en buena medida, el hecho de que casi no se hable hoy en día de las Comunas. Salvo el Presidente, muy pocos líderes lo hacen. Y eso es así, irónicamente, porque el sujeto comunero mostró la fuerza que tiene. Y seguirá teniendo.
Durante estos cuatro años el sujeto comunero logró constituirse en una referencia política fundamental, y no es solo el sujeto: es su espacio, es el territorio.
Reivindicar al sujeto comunero implica, por tanto, reivindicar una forma de hacer política en el espacio, en el territorio. En el espacio donde todos somos “comunes”, iguales. Asimismo, implica reivindicar las dinámicas de autogobierno, es decir, de gobierno de los comunes en el territorio.
Es un sujeto, es un espacio, es una forma de concebir la política y el ejercicio de gobierno profundamente revolucionarios. Ese sujeto se hizo fuerte y se multiplicó durante estos cuatro años.

– ¿En «El chavismo salvaje» nos encontraremos con las Comunas?
– Muy poco. Casi nada. La Comuna tiene un papel protagónico en el libro que le sigue, y en el cual estoy trabajando ahora mismo: “Por una política caribe”.

– ¿Cómo fue el proceso de publicación de «El chavismo salvaje», ¿cómo fue la vinculación con Editorial Trinchera?
– Mira, siempre me propuse editarlo de manera independiente. A comienzos de 2016, cuando retomé el libro, lo hice teniendo la misma idea en mente y así estuve, durante unos meses, intentando hacerlo, pero fracasé en este intento. Espero poder hacerlo más adelante. Ahorita sale extremadamente caro publicar de manera independiente. Gracias a Ronny Pacheco, en primer lugar, y luego a Amílcar Figueroa, pude publicar con Trinchera esta edición de «El chavismo salvaje» que consta de cuatro capítulos y 467 páginas.

– Hablemos sobre el tema de la publicación. ¿Qué crees tú que pasa con las políticas de publicación en el país? La editorial estadal El perro y la rana ha apostado por la publicación digital, con “La biblioteca más liviana del mundo”, pero ¿es viable optar por la publicación digital en un país como Venezuela?
– Las dificultades son las mismas que vemos en muchas otras ramas de la economía, y tienen que ver con el encarecimiento de los insumos, en este caso para imprimir. Ahora bien, suceden cosas muy absurdas: les otorgamos dólares a privados que importan esos insumos, y luego los ofrecen en venta al mismo Gobierno a precios exorbitantes, y así es más difícil todavía. Absurdamente difícil.
Cuando estuvimos en Cultura debimos tomar la decisión de promover las publicaciones digitales. Sin embargo, no lo hicimos pensando en sustituir las publicaciones impresas, éstas son insustituibles. Estoy seguro de que ya vendrán momentos en que podamos retomar con fuerza la publicación impresa.

– ¿En qué etapa se encuentra el chavismo salvaje?
– Mira, diría que está expectante, observando, en parte replegado (en los términos que ya he referido antes), en parte en alerta, en parte debatiéndose entre el hartazgo y la indiferencia. En cualquier caso, no habrá desenlace de ninguna naturaleza sin su protagonismo.

– El presidente Maduro ya ha declarado en varias oportunidades que está deseoso de que se den las elecciones para gobernadores y alcaldes. ¿Crees tú que la revolución está en condiciones para medirse electoralmente?
– Las contiendas electorales son consustanciales a la revolución bolivariana. Debe haber elecciones, así es como dirime el conflicto político la revolución bolivariana, y las elecciones se ganan gobernando revolucionariamente. Entonces, la pregunta que debemos hacernos siempre es: ¿estamos gobernando revolucionariamente?

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