Crónicas oficinescas: Fidel

Publicado en Épale CCS número 207.

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Fidel y Chávez

Supe la noticia alrededor de la una de la mañana, hora de Venezuela. La recibí con serenidad, con resignación casi, como se reciben esas noticias que no sorprenden, pero estremecen. Un estremecimiento leve y sin embargo hondo, que me sacudió de pies a cabeza. Una levedad que fue dando paso a una tristeza que intenté esquivar durante los primeros minutos, en vano.

Cómo no sentirse un poco más huérfano.

Pienso en La Habana, en toda Cuba. Trato de imaginar lo que estará sintiendo su pueblo en este preciso instante. No es tan difícil reconocernos en su dolor, aunque tal pensamiento no me sirve de consuelo.

¿De qué están hechos los pueblos que paren gigantes como Fidel y Chávez? ¿De qué se nutren? ¿Qué cúmulo de circunstancias les han obligado a forjar tal carácter?

Pocas veces en la historia los pueblos pueden llorar la pérdida de hombres que fueron sus padres y al mismo tiempo sus hijos.

Pueblos rebosantes de vida que, llegados a un punto, sólo son capaces de luchar hasta la victoria.

Las imágenes de ambos, Fidel y Chávez, ocuparon las paredes de las oficinas que tuve. Su sola presencia las hacía más tolerables.

Donde quiera que hoy se encuentren, se abrazarán, aprovecharán para ponerse al día, jugarán al beisbol. Nos seguirán dando aliento.

Los que son.

Los que somos.

Los que serán.

Ven.

Seremos.

Siempre.

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