1.-
De acuerdo al Boletín Estadístico Anual de la OPEP 2016 (1), Venezuela cuenta con reservas probadas de petróleo por el orden de los 300 mil 878 millones de barriles. Eso no solo lo ubica como el país con la mayor cantidad de reservas probadas (le siguen Arabia Saudita, con 266 mil 455 millones de barriles, e Irán, con 158 mil 400 millones de barriles). Además, quiere decir que en territorio venezolano reposa el 20,15 por ciento de las reservas globales.
Las implicaciones geopolíticas de esta circunstancia se pierden de vista, sobre todo cuando soplan vientos de guerra global y vuelve a pesar sobre la humanidad la amenaza de una conflagración nuclear.
Subrayar la importancia geoestratégica de Venezuela puede parecer una obviedad: después de todo, el curso de los acontecimientos políticos en nuestro país durante los últimos quince años ha estado determinado, en buena medida, por 1) la encarnizada disputa por el control de la industria petrolera, 2) la puja por la distribución del ingreso petrolero, y 3) las fluctuaciones en el precio del petróleo. Las clases populares venezolanas se politizaron al calor de un conflicto con olor a petróleo, y su protagonismo político se cimentó en el hecho de que tanto la disputa como la puja ya referidas se resolvieron a su favor, al menos temporalmente.
No obstante, comienzan a predominar los análisis que ponen el acento en la temática de la “oportunidad perdida” no solo por el Gobierno venezolano, sino por los gobiernos “progresistas” del continente, en tiempos de bonanza económica. En líneas generales, esta falta de tino explicaría, ahora que los precios de las materias primas están a la baja, el “fin de ciclo” progresista. En algunos casos es realmente difícil distinguir entre balance crítico y simple enumeración de “culpas”. Nuestros errores pesan, quién puede dudarlo. Por ejemplo, cuando se cree posible avanzar negociando con la oligarquía o frenando el desarrollo del poder popular, más que pesar, esos errores hunden. Pero ni el peor de nuestros errores puede llevarnos a ignorar la existencia de un enemigo que los suscita o los aprovecha.
¿Y el conflicto? ¿Y la disputa, la puja? ¿Y el sujeto popular que participa del conflicto? Todo esto es lo que desaparece en esos análisis según los cuales, en razón de nuestros errores y “culpas”, no merecemos más que la derrota. Llega a ser tanto el afán “crítico”, que terminamos exculpando a los enemigos de la humanidad que, mientras tanto, se prepararan para la escalada bélica global, arrecian sus agresiones contra Venezuela y se aprestan a recuperar el control total de nuestro petróleo.
2.-
De acuerdo al Instituto Nacional de Estadística, cuando Hugo Chávez ganó las elecciones por primera vez, el 6 de diciembre de 1998, el 50,4 por ciento de la población era pobre (pobreza por línea de ingreso). Ya en el Gobierno, la pobreza describe una tendencia a la baja: 48,7 por ciento en el segundo semestre de 1999, 46,3 por ciento en el segundo semestre de 2000, 45,4 por ciento en el segundo semestre de 2001, y desde entonces experimenta un brusco repunte, indudablemente asociado al ataque contra la economía nacional perpetrado por el antichavismo: 55,4 por ciento en el segundo semestre de 2002 y un escandaloso 62,1 por ciento en el segundo semestre de 2003. Durante los primeros cinco años de revolución bolivariana, la pobreza aumentó 11,7 puntos porcentuales. Así le cobraba la rancia oligarquía al pueblo venezolano la afrenta de haber llevado a Chávez al poder (2).
Al momento de la muerte de Chávez, la pobreza se había reducido al 34,2 por ciento de la población (3). En otras palabras, si tomamos como referencia el pico del segundo semestre de 2003, 27,9 por ciento de la población había salido de la pobreza. De acuerdo a la población estimada para 2013 (4), estamos hablando de 8 millones 310 mil 367 personas.
8 millones 310 mil 367 personas que salieron de la pobreza en diez años de revolución bolivariana.
Puede discutirse sobre la idoneidad del indicador pobreza por línea de ingreso, y de hecho es un dato limitado para ilustrar la real magnitud de la transformación de la sociedad venezolana durante la revolución bolivariana. Concluir, por ejemplo, que la reducción de la pobreza entre 2003 y 2013 obedeció al alza de los precios del petróleo, o que el Gobierno se conformó con garantizar la inclusión por consumo, es decir solo una parte de la verdad o simplemente falsear la realidad. De nuevo, implica ocultar el conflicto que motoriza el sujeto popular chavista, su proceso de politización, el control progresivo de áreas estratégicas de la economía, la conquista de una porción de la renta que favoreció históricamente a las clases media y alta, la consolidación de una nueva cultura política, la multiplicación de espacios de autogobierno popular, los extraordinarios avances en materia de ejercicio y disfrute de los derechos a la educación, salud, alimentación, etc. Dicho de otra forma, implica ocultar casi todo lo que tiene de sustantivo el experimento socialista bolivariano.
Con todo y las limitaciones del indicador, no dejan de ser 8 millones 310 mil 367 personas que salieron de la pobreza en diez años de revolución.
La información oficial disponible más actualizada es la de hogares pobres por ingreso, hasta el primer semestre de 2015 (5). Para el momento del triunfo electoral del comandante Chávez en 1998, el 43,9 por ciento de los hogares estaban en situación de pobreza. El indicador alcanzó su pico en el segundo semestre de 2003, con 55,1 por ciento de hogares pobres, para ubicarse en 29,4 por ciento para el primer semestre de 2013. La correlación con el indicador pobreza por línea de ingreso es bastante clara: durante el mismo período de diez años, 25,7 por ciento de los hogares habían salido de la pobreza.
A dos años de Gobierno de Nicolás Maduro, el porcentaje de hogares pobres se ubicaba en 33,1 por ciento, todavía 22 puntos porcentuales menos que en 2003. Sin duda alguna, en los dos años transcurridos desde entonces ha aumentado el porcentaje de hogares en situación de pobreza. ¿Ascenderá a los niveles de 2003? No lo sabemos. Pero incluso si así fuera, ¿no resulta extremadamente ingenuo pensar que el aumento de la pobreza se debe a la “ineficiencia” del Gobierno de Maduro, sobre todo teniendo como referencia el comportamiento del mismo indicador durante los años 2002-2003 y su relación directa con las sucesivas tentativas del antichavismo para desconocer la voluntad popular y derrotar la democracia bolivariana?
Hay algo que no cuadra en el relato antichavista.
3.-
Y sin embargo, ha sido un relato relativamente eficaz. O tendríamos que decir: un metarrelato. Dirigido fundamentalmente a esas 8 millones 310 mil 367 personas que salieron de la pobreza entre 2003 y 2013, y mientras ataca brutalmente la economía nacional, con un encono muy similar al de 2002-2003, el antichavismo apunta a la desmovilización de una parte de la base social del chavismo empleando el mismo recurso que en su momento le permitió hacerse de su base social: el miedo. En este caso, el miedo de una nueva y numerosa clase media popular que, naturalmente, no desea volver a la pobreza de la que recién salió.
Éste es el cuadro que permite entender el “éxito” relativo de verdaderos caballos de Troya discursivos, tales como: la existencia de un supuesto “madurismo” que estaría desandando todo el camino avanzado por Chávez; la “aparición” súbita de personas comiendo de la basura en las calles; la “desaparición” súbita de alimentos y otros bienes de primera necesidad, como consecuencia de los “controles” a los que está sometida la economía; la absoluta degradación moral del “narco-régimen” y la corrupción generalizada; la “ceguera” de los partidarios del chavismo que todavía se niegan a reconocer los problemas del país; la ausencia total de “futuro” u “oportunidades”, y por tanto la necesidad de buscarlos más allá de nuestras fronteras. Es decir, un verdadero metarrelato que poco a poco va instalándose como marco interpretativo de la realidad venezolana, y que está orientado a persuadir a las clases populares de que el chavismo, nada menos que su propia identidad política, es sinónimo de pobreza material y espiritual.
Al respecto, resulta fundamental, decisivo, distinguir entre el genuino malestar popular, en general de las clases populares y en particular de la nueva clase media popular, del “malestar” de la clase media del antichavismo originario: la misma que, en el parteaguas histórico que representó el convulso 2002, decidió alinearse con la oligarquía. ¿Cuál es la función social que ejerce esa clase media antichavista originaria, iracundamente supremacista? Traducir la realidad, de la manera expuesta en el párrafo precedente, a la nueva clase media popular: “Si quieres pertenecer de pleno derecho a la clase media, he aquí la manera como debes enunciar la realidad”. Para ser salvo, hay que convertirse. De allí la “popularidad” de aquellas afirmaciones entre los conversos.
Si este metarrelato es relativamente eficaz no es en razón de la “falta de conciencia” popular o de su ingenuidad política. Al menos no necesariamente. Es porque, efectivamente: Maduro no es Chávez, ha aumentado la pobreza, hay personas comiendo de la basura, es difícil adquirir alimentos, hay corrupción, etc. El antichavismo ofrece una explicación a estos fenómenos o situaciones. Ahora bien, ¿qué explicación ofrece el chavismo, y en particular su liderazgo?
Hay muchas razones para pensar que eso que enunciamos como genuino malestar popular tiene su origen, en importante medida, en la inconformidad con los relatos que unos y otros construyen para intentar darles sentido. Inconformidad y suspicacia respecto de enunciados como “dictadura”, por citar uno muy en boga por estos días, por cuanto hay situaciones que refieren más bien a desorden, a mano blanda, a libertinaje, incluso a selfie o espectáculo. Inconformidad respecto de enunciados como “guerra económica”, con todo y que, efectivamente, la economía nacional esté bajo ataque, porque reducida a la categoría de propaganda, pierda toda eficacia simbólica.
Esta pobreza discursiva, la altisonancia antichavista o la opacidad oficial respecto de asuntos puntuales pero no por eso menos cruciales, como el inventario de alimentos o medicinas, por citar un caso, inciden en el repliegue popular de la política, al menos de la política formal, y abona a una idea absolutamente funcional al antichavismo: la idea de que la clase política, en general, no sirve para nada, y de que resulta inaceptable, intolerable, una degradación tal de la vida pública que debemos conformarnos con elegir entre los malos y los peores.
4.-
El “peor” chavismo es aquel que cree que, en estos tiempos de dificultades económicas, lo que corresponde es ceder terreno frente a las mismas fuerzas económicas que nos mantienen bajo asedio y, apelando a un pragmatismo muy peligroso, garantizarles una porción de la renta petrolera que perfectamente podría ir orientada a fortalecer las empresas nacionalizadas o bajo control de los trabajadores, o los diversos y numerosos emprendimientos comunales.
El “mejor” chavismo no es aquel que le habla a un pequeño grupo de “irreductibles”, sino el que tiene vocación de construir hegemonía democrática, exactamente en los términos en que lo planteaba el comandante Chávez en su Golpe de Timón. Un chavismo que le habla, obviamente, a las clases populares, y lo hace con la fluidez, naturalidad y confianza de quien dialoga consigo mismo, pero que además es capaz de distinguir entre la vieja y la nueva clase media, esa que emergió con Chávez, y tiene la disposición de hablarle al antichavismo no alineado con la violencia ni el terrorismo. Un chavismo que, por ejemplo, asume el hecho electoral no como una mera formalidad, sino como algo consustancial a la democracia participativa y protagónica, además de una ocasión para movilizar voluntades y, en este momento histórico en particular, recuperar el tejido social profundamente afectado, sobre todo, por los atentados contra la economía nacional. Hecho electoral que no se circunscribe, por cierto, a los cargos de elección popular, sino que asegura la legitimidad y vitalidad del autogobierno popular.
Estamos en la obligación de hacer que este chavismo prevalezca. Por una razón muy sencilla: no hay otra opción. Y eso pasa por la defensa del Gobierno del compañero Nicolás Maduro. El antichavismo, incluso aquel que presume ubicarse “más allá” de la disputa histórica entre chavismo y antichavismo, es el regreso a la colonia, es la entrega total del país que logramos reconstruir después del 13 de Abril de 2002.
Lo “peor” del antichavismo está hoy intentando crear las condiciones que hagan posible una escalada en las agresiones contra la patria. Sin disimulo alguno, clama por la intervención militar de fuerzas extranjeras. Su apuesta sigue siendo la reedición del 11 de Abril, al precio que sea, y la erradicación de todo lo asociado con el chavismo. No es ninguna exageración: basta leerlos. Su apuesta sigue siendo la aniquilación de la democracia. Y eso no podemos permitirlo.
(1) OPEC Annual Statistical Bulletin 2016.
http://www.opec.org/opec_web/static_files_project/media/downloads/publications/ASB2016.pdf
(2) Instituto Nacional de Estadística. República Bolivariana de Venezuela: Síntesis Estadística de Pobreza e Indicadores de Desigualdad. 1er semestre 1997 – 1er semestre 2011. No. 1, Año 2011. http://www.ine.gov.ve/documentos/Boletines_Electronicos/Estadisticas_Sociales_y_Ambientales/Sintesis_Estadistica_de_Pobreza_e_Indicadores_de_Desigualdad/pdf/BoletinPobreza.pdf
(3)Instituto Nacional de Estadística. Pobreza por línea de ingreso, 1er semestre 1997 – 1er semestre 2015.
http://www.ine.gov.ve/index.php?option=com_content&view=category&id=104&Itemid=45#.
(4)Instituto Nacional de Estadística. Venezuela. Proyección de la población, según entidad y sexo, 2000-2050 (año calendario).
http://www.ine.gov.ve/documentos/Demografia/SituacionDinamica/Proyecciones/xls/Entidades/Nacional.xls
(5) Instituto Nacional de Estadística. Hogares pobres por ingreso, 1er semestre 1997 – 1er semestre 2015.
www.ine.gov.ve/documentos/Social/Pobreza/xls/Serie_Pobreza_1s1997-1s2015.xls
3 Respuestas a “13 de Abril, quince años después: la lucha continua”