(Publicado en Épale CCS número 182).
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El chapeo es una de las expresiones más acabadas de la impotencia del poder. Del poder formal, quiero decir. Del poder que se ostenta, literalmente, y no del poder que se ejerce.
Si usted necesita chapear, no es poderoso nada. Su poder se limita a mostrar un papel, un pedazo de plástico, alardear de su título o cargo, etc., y tratar de imponer así su decisión, su voluntad, su punto de vista.
En las discusiones con los hombres y mujeres electos como voceros del Consejo Presidencial de Gobierno Popular de la Cultura, el tema de las credenciales salía a relucir a cada tanto. Una cantidad importante de ellos, por fortuna no la mayoría, exigía un papel que pudieran esgrimir cuando se les desconociera en alguna circunstancia, en algún territorio.
Casi siempre había quien lo rechazara de manera firme, incluso airadamente, echando mano de un argumento que yo mismo usé varias veces: «Si usted tiene que mostrar una credencial para que le hagan caso, ¿qué autoridad tiene?».
En varias oportunidades, personajes desconocidos, siniestros, tragicómicos, se comunicaron con mi Despacho y amenazaron a María con llamar a tal o cual si no accedíamos con tal o cual pedimento.
Cosa curiosa, nunca un consejo comunal o una Comuna me chapeó con un certificado de registro, ni con nada. En cambio, gente muy desorganizada, sin vínculos con el trabajo territorial, quiso chapearme un montón de veces con el «poder popular».
Dígame con «el partido». Chapear con «el partido» es el deporte favorito de los burócratas de la política. Gente que te exige, con absoluta naturalidad, que les acomodes el resultado de una elección de consejo comunal, o que no registres a tal otro, o que pidas permiso antes de ir a hacer trabajo en tal territorio… ¡Que les pidas permiso a los mismos que no van a la calle!
Podría seguir enumerando modalidades de chapeo. Pero la que me resultó más dolorosamente insoportable fue cuando me chapearon con Chávez.
¿Qué se puede pensar de una persona que pretenda ejercer su autoridad vociferando sobre lo que hizo o dejó de hacer alguna vez con Chávez?
Hay quienes van por la vida usufructuando un poder que no es el suyo. Y después se extrañan porque este poder que es el de todos, quienes lo ejercemos no lo queremos poner al servicio de ellos.
Una respuesta a “Crónicas oficinescas: Chapeo”