(Hoy me siento obligado a utilizar este espacio para publicar el artículo de quien, en mi modestísima opinión, es uno de los analistas más lúcidos de América Latina. Fenómeno curioso, Guillermo Cieza tiene muy poca o ninguna prensa, y en general sus artículos, me parece, suelen tener escasa circulación, o al menos no circulan todo lo masivamente que deberían.
Me parece que el fenómeno tiene que ver al menos con dos cosas: la humildad militante de Guillermo, su total desinterés por figurar públicamente, y su honestidad intelectual. Esta última le impide, intuyo, escribir con base en el cálculo político: buscando agradar a unos u otros, acomodarse a la opinión predominante, arrimarse a los ganadores o haciendo malabares argumentativos para quedar siempre bien parado. No le conozco soberbia: no le interesa decirlo primero, ni más claro, mi más alto, ni más elocuentemente, sino que lo que se diga sirva de algo. Y que ese algo les haga honor a los pueblos que están luchando.
En Venezuela, por cierto, se presenta un fenómeno similar: algunos de sus más lúcidos analistas rara vez escriben, casi siempre porque la cotidianidad militante los abruma, otras veces por falta de voluntad, otras por falta de disciplina. Muchas otras veces sencillamente porque no les interesa verter en palabras lo que, no obstante, y sin darle muchas vueltas al asunto, tienen muy claro en sus cabezas, y conforme esa claridad actúan.
Este desinterés, hay que decirlo, es absolutamente respetable. El problema es que suele traer como consecuencia un “vacío” que, por supuesto, lo llena gente talentosa pero muy soberbia, deshonesta o nada humilde, y en el peor de los casos todo esto junto reunido en personas sin ningún talento.
Como lo precisa muy bien Guillermo en su artículo, ahora que en Venezuela atravesamos por el más duro desafío desde que inició la revolución bolivariana, sobran los que guardan distancia “crítica”, repitiendo lugares comunes o verdades a medias, cuando no simplemente desinformando, proclamando derrotas por adelantado y, lo que me resulta más cuestionable, deshonrando a un pueblo que está luchando.
Algo de esta actitud he percibido mientras leía un artículo de Raúl Zibechi: En descomposición. Lúgubre, deprimente, por alguna razón me ha hecho recordar el comportamiento de alguna gente muy cercana, “chavista” años atrás, que ahora, en medio de las dificultades, proclama a los cuatro vientos su antichavismo, con la virulencia y el patetismo de los que sólo son capaces los conversos. En algunos casos es muy fácil comprenderlos: es gente cuya cotidianidad transcurre en ambientes hostiles y opresivos donde predomina el antichavismo furibundo, y las circunstancias les exigen salvar el pellejo, no importa si el precio es la dignidad.
No es mi intención sugerir que Zibechi sea un converso, ni nada por el estilo. De hecho, Zibechi, la persona, no es el centro del asunto. Si hice la asociación, voy concluyendo, es porque pienso en quienes lo leen y lo citan prolijamente, aquí en Venezuela y en otras partes. A ellos les digo, muy respetuosamente: no será ahora, en estos tiempos turbulentos, que dejemos de nadar contra la corriente).
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Que un proceso político popular en un país latinoamericano se haya propuesto trascender las fronteras del sistema afirmando su vocación socialista, ha merecido una respuesta contundente del conjunto de las burguesías locales del continente y de su metrópoli gendarme.
Esa respuesta contundente se expresa en el plano comunicacional, económico, diplomático y militar. Basta recordar a Cuba en la década del 60, expulsada de la OEA, invadida por tropas mercenarias, bloqueada económicamente, infiltrada desde el exterior por grupos terroristas, difamada y demonizada en todos los lugares y todos los espacios.
Reflexionaba con impotencia John William Cooke por aquellos años que parecía casi imposible defender a Cuba, porque cuando se conseguía desenmascarar una mentira, ya se habían inventado otras veinte.
Esa misma respuesta contundente, con mucho más medios que se inscriben en lo que se denomina Guerra de Cuarta Generación, es la que está padeciendo la revolución bolivariana.
Pero no quiero referirme aquí a esta conducta, obvia, del sistema capitalista hacia el proceso bolivariano, sino a la actitud que desde hace un tiempo, y cada vez más descaradamente, están asumiendo grupos políticos e intelectuales que presumen ser de izquierda.
Como estas actitudes se suelen presentar como “constructivas”, me parece necesario identificar que hay una delgada frontera que separa las críticas más agudas con buena leche, de aquellas que, retomando argumentos de la derecha, intentan desmarcarse de procesos que alguna vez apoyaron y hasta usufructuaron. Y lo hacen sin el menor atisbo de dignidad o pudor, echándole una palada más de tierra al enfermo que ya declararon cadáver.
No es difícil identificar el razonamiento central de estos personajes. Para ellos, lo ocurrido en los comienzos del siglo en América Latina fue una excepcionalidad, una anomalía en la dominación capitalista mundial. Lo que se viene es la validación de lo posible, y quien quiere seguir sobreviviendo, aún como analista o referente progre o de izquierda, debe tomar distancia de las aventuras humanas imperfectas.
No inventan nada nuevo. Me contaron que después del golpe fusilador del 55 en la Argentina, un conocido comunicador social de la época, de ropajes progresistas, le recriminaba a un amigo por haberse comprometido con la esperanza de los trabajadores peronistas, diciéndole: – “Pero vos que siempre fuiste socialista, ¿cómo pudiste confundir un sueño con una grosería?”.
Este particular enfoque era compartido por muchos de sus camaradas que fueron reconocidos como sensatos y decentes por la oligarquía “a pesar de ser socialistas”. En Bolívar, mi pueblo bonaerense, hubo un peluquero socialista que pudo cumplir su sueño de ingresar al Rotary Club, institución que ya se sabe, sólo acepta a ejecutivos.
Algunos desmarques pueden explicarse, no justificarse, por miedo. Para algunos intelectuales que han asumido la derrota y que viven y pretenden seguir viviendo en Venezuela, puede parecerles que no hacerse cargo del chavismo («¡Yo también me opuse!») les puede servir de salvoconducto.
Los que no viven allí y cuyo mayor riesgo de vida son sus frecuentes viajes aéreos para dar conferencias, no pueden excusarse en su seguridad personal, pero podrían hacerlo en su ignorancia («¡Yo no sabía!»).
La ignorancia de personas que cobran sus artículos y conferencias por estar muy informadas es sospechosa, pero puede haber excepciones.
Para ellos he redactado una sencilla ayuda-memoria sobre algunas cosas que deberían ser tomadas en cuenta en el momento de criticar al proceso bolivariano en su momento más difícil:
– La matriz petrolera exportadora no es un invento del chavismo, sino que tiene 100 años de antigüedad en el país. Esa matriz no es sólo una estructura económica distorsionada, sino que tiene profundas consecuencias políticas y culturales, fomentando la corrupción estructural, el clientelismo, el abandono de las tradiciones campesinas y la desvinculación del trabajo productivo.
– El proceso bolivariano se impulsó en un país que en la década del 70 estaba considerado como el más atrasado en conciencia y organización revolucionaria de Suramérica, donde había menor poder popular acumulado y posibilidades revolucionarias, y fue encabezado por un reducido grupo de militares y militantes civiles de izquierda que, contando con el liderazgo excepcional de Hugo Chávez, aprovecharon una coyuntura política favorable por el descrédito de los partidos del sistema. Llegaron por vías pacificas al gobierno, sin el paso previo formativo de masas de la lucha por el poder, que tuvieron otras experiencias como la revolución cubana.
– El proceso bolivariano, por ser considerado una amenaza ideológica y política para la dominación capitalista, por estar ubicado precisamente en el lugar del mundo donde Estados Unidos se está replegando, y por contar con las reservas de petróleo más grandes del mundo y segundo lugar en reservas de oro, ha merecido una especial atención por parte de las fuerzas de derecha del continente y del mundo. Hay mucha materia gris con apoyos comunicacionales, militares, paramilitares, científicos, económicos y financieros, conspirando contra el proceso bolivariano. Lo mismo ocurrió con Cuba durante más de 50 años, lo mismo ocurrió con Chile en los 70.
– El experimento de transformación social venezolano se ha desarrollado en soledad. Solamente al gobierno cubano, y a alguno de los países de la Alba, les ha interesado que Venezuela avanzara en una perspectiva socialista. El gran arco de alianzas que construyó Chávez a partir del Unasur y la Celac, las relaciones con Rusia, China e Irán, obedecen a cuestiones geopolíticas, económicas o comerciales, pero no ideológicas. Valorar la importancia que ha tenido ese gran paraguas de alianzas no supone imaginar que compartían afinidades ideológicas.
– En Venezuela no faltaron esfuerzos para cambiar la matriz productiva, para “sembrar el petróleo”. Seguro hubo errores, pero tampoco es posible en 16 años cambiar esa matriz, apelando a la promoción y a la sugerencia, y estando sometidos a elecciones periódicas. No es compatible rechazar la imposición de colectivizaciones e industrializaciones forzosas impuestas por métodos autoritarios, y lamentarse porque esos cambios demoraron demasiado tiempo.
– El precio del barril de petróleo osciló alrededor de los 100 dólares durante los años 2011, 2012 y 2013; los mismos bajaron en 2014, 2015 y en el primer trimestre de 2016 no superaron los 30 dólares. La consultora Ecoanalítica hizo la proyección de que con precio promedio de 30 dólares el barril, Venezuela recibiría un ingreso de 22.273 millones de dólares por exportaciones petroleras, mientras que los gastos por importaciones, servicios, pagos de deuda y salida de capitales suman 49.487 millones, considerando los ajustes realizados el año pasado. Esas cifras desnudan un déficit de 27 mil millones de dólares.
– Como consecuencia del cambio climático, Venezuela ha soportado una feroz sequía desde hace tres años. Esa situación se ha agravado este año a consecuencia de la corriente del Niño, que ha afectado a toda la zona del Caribe, agravando la ausencia de precipitaciones. Los campesinos saben que en producción se puede prever casi todo, menos la lluvia. El problema de la sequía no afecta solamente a la producción agropecuaria. En Venezuela, el 73% de la energía eléctrica que se consume se genera en represas que abastecen usinas hidroeléctricas. La sequía provoca además otros efectos dañinos, como la proliferación de incendios forestales, afectación de plantaciones, etc.
– La imposibilidad de hacer un referendo revocatorio durante 2016 es responsabilidad de la derecha local, que perdió tiempo apelando a otros métodos para desalojar al Presidente Nicolás Maduro del gobierno. Se acordaron tarde, y ahora los plazos están vencidos para un proceso formal con las instancias previstas de apelaciones.
Esta ayuda-memoria no permite explicar todo lo que sucede en Venezuela, ni es un corsé que invalida las críticas, muchas de ellas muy oportunas, profundas y constructivas. Pero constituye un marco previo que tendríamos que acordar para poder entrar en debate.
Me reconforta, me alegra este artículo . En esta hora tan difícil de nuestra historia, usted escribe, aporta datos y describe mejor que nunca lo que debe quedar claro para todos.
Hola Horacito: Lei tu nota. Tu coherencia esta intacta. Tiene una columna vertebral muy fuerte,
digna de vos. Tu vida ha sido y es asi. La voy a volver a leer ,la entendi pereo necesito hacerlo
de nuevo.Mis ochenta y …..los estoy sintiendo. Esta escrita para educar. Se la voy a mandar a Silvana ,Hacho,Josefina,Cori (menos politizada).Gracias Norita. No se que pensaria tu queido tio. A pesar de sus cortos 45 años a veces parecia un poco cansado.Creo que la Cooperativa lo
cambio. En su vida fue si,tan coherente como vos pero su idealismo no era el mismo.Los quiero mucho.Abrazo enorme para todos, Maestro¡¡¡¡¡¡