Crónicas oficinescas: Pisar tierra

(Publicado en Épale CCS número 179).

********

Chávez avión

No me gustan los aviones. Tenía en altísima estima a Manuel Fernández hasta el día en que, próximos a aterrizar en la ciudad de Mérida, una de las pistas más difíciles del país, comenzó a alardear del par de veces que, con la ayuda del capitán, logró pilotear una avioneta hasta hacerla aterrizar sin inconvenientes.

Aquel exceso de seguridad me resultaba tormentoso a diez mil metros de altura, con todo y el cielo despejado.

Por más que le cueste creerlo a quien me haya visto intentando mantener el decoro en medio de una turbulencia, esto no siempre fue así.

Antes de asumir la responsabilidad de ministro habría viajado en avión una docena de veces. Tres meses después, había superado con creces esa cifra. Eran los tiempos del primer gobierno de calle, que me llevó a recorrer todos los estados del país. Entonces, encaraba la circunstancia con absoluta naturalidad, sin mayores sobresaltos, como si de mero trámite se tratara.

¿Cuándo dejó de ser así? Luego de pensarlo mucho, creo haber dado con el momento exacto.

Cierta vez, ya de noche, me tocó compartir avión con dos funcionarios. De su larga conversación, sólo recuerdo los interminables minutos durante los cuales intercambiaron pareceres sobre el pueblo pedigüeño.

– ¡No! Y entonces te cae encima aquella mujer, preñada, con un niño en brazos, y comienza a echarte aquel cuento sobre las penurias que debe pasar para mantener a sus cinco hijos, dos de los cuales son parapléjicos.
– Sí, sí, así mismo, siempre te salen con ese cuento.
– Y a mí me provoca gritarle: “¡Pero mija, ¿hasta cuándo vas a seguir pariendo?!”.

Y así siguieron. No podía creerlo. Hice un esfuerzo enorme por disimular mi indignación. Intenté fingir que dormía. Pronto comprendí que sabían que fingía. Peor aún: logré entender que su propósito era que yo escuchara la conversación.

Era como una especie de ritual iniciático: yo, muchacho pendejo y pretencioso, que se había creído el cuento de que a las personas había que escucharlas atentamente, tenía que aprender que sobran los sinvergüenzas que lo que hacen es pedir y pedir.

Y ciertamente, uno con el tiempo aprende a distinguir a los pedigüeños profesionales. El detalle está en que estos constituyen una muy reducida minoría. La inmensa mayoría del pueblo que te aborda en la calle tiene un problema real. Y me atrevería a decir: la inmensa mayoría sólo desea que la escuches. Que le dediques tiempo, que la trates con dignidad, con respeto. Como hacía Chávez.

Hay funcionarios que viajaron tanto en un avión que ya más nunca pisaron tierra.

6 Respuestas a “Crónicas oficinescas: Pisar tierra”

  1. Totalmente cierto y alli podemos buscar causas que explican la decepcion de mucho de ese pueblo «chavista» y que a veces al escuchar hablar del legado de Chavez ese compromiso de escucha es tal vez de lo menos ponderado por funcionarios de alto nivel y dirigentes, aunque de rojo se visten y que el pueblo en la calle demanda, extraña y cuestiona de la gestion publica actual.

  2. Ciertamente todos quieren ser escuchados, pero esa necesidad imperiosa de ser atendido por un jefe o coordinador, o como sea el título del cargo, es generada por las debilidades del poder popular mismo. Se supone que son las comunas y consejos comunales quienes canalizen las necesidades del pueblo, y aunque es cierto que existen experiencias maravillosas, existe gran debilidad en la organización del poder popular, especialmente en la denominada clase media, sector social por cierto que ha crecido gracias a la revolución que hizo que mucha gente humilde mejorara su calidad de vida y dejara sus barrios por viviendas dignas y con mejor ubicación geográfica. Pero el fenómeno es complejo pues al mejorar avanzas hacia el capitalismo más crudo. Yo siempre viví en san agustín y a pesar de los problemas que las distintas familias padecían estabamos organizados solidarios y teníamos en la mùsica, la cultura y el deporte una poderosa válvula de escape para redireccionar a jóvenes potencialmente propensos al delíto y que hoy son ejemplo y orgullo del barrio. Actualmente vivo en el paraíso y no puedo creer como la gente puede ser tan indolente a sus propios problemas, y tenemos serios problemas con el consejo comunal que impunemente vende los permisos a los vendedores ambulantes que ven atractiva la zona. Esto ha impulsado ha muchos vecinos a andar buscando funcionarios que le hagan una segundita para resolver cualquier problema comunal, algo así como la señora que pide pero a diferencia de cargar niños lleva una carpeta.

  3. Debilidad del Poder Popular?? guao amigo disculpe pero los que hemos asumidos cargos (no solo los de libre remoción) tenemos la responsabilidad de estar a plena disposición no solo de atender sino también servir a nuestro pueblo, no me vengas con ese discurso barato de que el pueblo es culpable de las penurias que nos ha sometido el sistema, escuche bien EL SISTEMA, no la debilidad organizativa que por muchos años venimos impulsando. Y lo que dice Reinaldo es cierto, muchos ministros no tienen empatia para con el pueblo, a pesar que el cansancio sea fuerte, debemos escuchar, atender servir al pueblo, si no desea escuchar retirese y vayase a su casa, pero el que asume posiciones de responsabilidad en instituciones en tránsito hacia el socialismo debe quitarse el cliché de funcionario burgués y asumir una conducta más cercana a el pueblo. Y estoy seguro que los dos funcionarios que iban en ese avión debe ser Elias Jaua.

  4. ¿Te das cuenta camarada? que no estábamos tan pelaos los que siempre te decíamos que tenias que salir de manera inmediata de ese ambiente burocrático al cual tu no perteneces.Aunque nunca has contestado a alguno de mis comentarios se que estábamos perdiendo a un gran ideólogo de la REVOLUCIÓN de verdad no de los noticieros de VTV.

    1. Querido Adolfo: me da muchísimo gusto leerte nuevamente.
      Verás, yo no creo en eso de que los espacios lo determinen a uno. Uno recibe golpes, pero también los da. En el Épale CCS 181, del próximo 5 de junio, escribo algo sobre eso.
      No te voy a mentir: son espacios muy viciados, y hay que tener mucha voluntad para estar allí y no perderse. En eso sí te doy toda la razón.
      Un fuerte abrazo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *