La vida es un viaje, no una estación. Algunos artistas lo tienen claro. Otros viven detenidos en el tiempo, o esperando que el tiempo se adapte a sus circunstancias, lo que quiere decir, claro está, que será una espera infinita, insoportable, tortuosa.
Pocas cosas más difíciles, o menos gratificantes, que lidiar con estas almas que, al momento de sacar cuentas, resulta que el mundo les debe todo, cuando en realidad ellas mismas son expresión de todo lo que se resiste a cambiar en este mundo.
Tendríamos que estar dedicados, entre otras cosas, a registrar cómo ha venido transformándose la sociedad venezolana, y con ella la de varios países nuestroamericanos: qué personalidad va emergiendo, cómo se expresa artísticamente, sin olvidar un instante que lo artístico tiene sentido para nosotros en la medida en que es índice de las transformaciones en el campo de la cultura.
Insistiremos en la idea de que la revolución bolivariana en el gobierno, a partir de 1999, es inexplicable, inconcebible, sin el pueblo rebelado en 1989. Durante esa década virtuosa, en el más bajo perfil, en las catacumbas, operó una transformación cultural en el pueblo venezolano tan potente, que nos ha permitido llegar a donde hemos llegado: a estos tiempos en los que, no por casualidad, la estrategia de nuestros enemigos consiste en quebrar la sociabilidad construida por nosotros durante los últimos 25 años.
La estridencia antichavista de los primeros años de revolución bolivariana en el gobierno ha dado paso a una sensibilidad que se corresponde más con el chismorreo silencioso, el cuchicheo, a propósito de la supuesta decadencia irreversible del chavismo. Casi en pleno, los oficiantes de eso que Guillermo Cieza llama radicalismo de asesoría, para los cuales todas nuestras desgracias son responsabilidad directa del gobierno, han sucumbido a estas prácticas. Así, mientras el antichavismo espera ansioso el fin de la revolución, el radicalismo de asesoría ya lo decretó, y espera impaciente, infinitamente, la nueva oportunidad revolucionaria.
¿Dónde está el registro de la forma como se expresó artísticamente esa profunda transformación cultural de la década virtuosa? La misma pregunta cabe respecto de los años que vinieron después. Pero, ¿y hoy día?
¿Cómo se expresa artísticamente una revolución amenazada como nunca antes? ¿Cómo se expresan hoy, en Venezuela, los artistas que anuncian otro mundo posible, gobernado por fuerzas contrarias a la tiranía del capital?
Dudo mucho que, en el campo de la cultura, haya preguntas más importantes, más decisivas, que éstas. Todo lo demás es secundario.
La burocracia cultural no sólo es incapaz de suscitar estas expresiones artísticas. Es que no le corresponde. La sola pretensión de hacerlo sería índice de la pérdida de energía revolucionaria.
Nos corresponde, por supuesto, hacer todo lo posible por limitar el ejercicio de la burocracia cultural, combatir en todos los frentes las múltiples formas como se manifiesta su lógica profundamente excluyente, e ir construyendo nueva institucionalidad.
La construcción de nueva institucionalidad no está exenta de riesgos: por doquier nos encontramos con invitaciones a hacer más de lo mismo, pero con distinto nombre. Hacer lo mismo tiene la «ventaja» de que es más fácil, y quien maneja el saber-hacer de la burocracia cultural sabrá hacerlo, además, de manera «espectacular».
Construir nueva institucionalidad, es mi sospecha, sólo es posible tendiendo puentes con el arte que se reconoce en las transformaciones culturales que protagonizó el pueblo venezolano durante la década virtuosa y desde entonces, y que aspira a la creación de una nueva cultura.
Desde esta perspectiva tendría que ser sometido a profunda revisión, por ejemplo, el Sistema Nacional de Culturales Populares, y en general toda la burocracia cultural.
Pero para que esta revisión puntual tenga eficacia política, y para que aquella construcción sea posible, es necesario que el sujeto (artista, cultor, no hagamos de esto un punto de honor, por ahora) asuma el protagonismo que le corresponde.
Tener la iniciativa suficiente implica reconocer que no hay energía burocrática que pueda contener al arte cuando ha llegado el tiempo de una nueva cultura. La burocracia cultural debe dejar de ser utilizada como pretexto.
En un momento histórico como el actual, en que pende una amenaza mortal sobre lo poco que hemos logrado construir de ese nuevo mundo al que aspiramos, mal podemos proceder como si el mundo girara en torno a nosotros.
Si de introspección se trata, pues es momento de vernos al espejo. Como planteara Gramsci alguna vez: si no nos gusta el reflejo que éste arroja, si nos parece feo, no cambiemos el espejo, cambiemos nosotros mismos.
Ni modo, Ministro,
La burocracia cultural nunca ha sido fácil. Errores y omisiones son inevitables. Un proceso social y político revolucionario, si continúa ahondando, tal vez algún día tocará y transformará todo, incluyendo a la burocracia cultural.
Al contrario de campesinos y obreros, los intelectuales y artistas son de ego inflado…Hay quien dice que inversamente proporcional al talento, pero no hay nada que lo compruebe.
Por ejemplo: Sobre la influencia ideológica en el arte y la literatura hay quienes sostienen que el realismo y el compromiso con el prójimo están pasados de moda y son inaceptables, mientras que Cervantes y unos pocos escritores sin prestigio insisten en que la lucha de clases en sus diversas manifestaciones puede ser transformada en literatura.
No podría la burocracia cultural entrometerse en lo que críticos y gurúes literarios decidan publicar, pero sí tenemos la obligación de exigir evaluaciones, resultados, ahorros en tirajes y ediciones y otros detalles de eficiencia en los procesos de promoción y ventas, por ejemplo.
La administración de recursos para fomentar y desarrollar las diferentes áreas de la cultura es una tarea difícil y compleja que nadie podría envidiarle, especialmente cuando los precios del petróleo están bajos, la guerra económica y política aprieta y nuestros campos dejaron de producir alimentos de manera organizada y sostenida desde hace sesenta años.
Frente al espejo, músicos, poetas, escultores y administradores de políticas, debemos vernos las arrugas, declararnos en período especial o crítico, asumir las cuotas de sacrificio necesarias, redefinir criterios y establecer políticas de ahorro, eficiencia y aportes a la situación global del país.
Un saludo con mucho respeto y cariño,
María Elvira González
El artículo esta muy interesante y es imperante que esto se lleve a la mesa de debates. Como hacer para que nuestros cultores, artistas y creadores asuman esa gran responsabilidad y se sumen a la lucha con conciencia plena que la meta es el socialismo y el cambio es cultural. Éxitos ministro. Profa. Maria Colmenares. Directora de cultura del municipio Linares Alcántara. Aragua.
Reconocer los cambios y la transformación para el desarrollo artístico de una nación es indudable, pues la evolución es propia de nuestra especie. Pero se torna cada vez más urgente construir entre todos, en especial entre quienes decidimos trabajar con amor por el desarrollo de nuestro país, una consciencia colectiva sobre la importancia de la cultura para el desarrollo político, social y cultural, donde los ciudadanos de diversas generaciones se fortalezcan conciliando sus raíces con las nuevas tendencias que nos arropan en el proceso de globalización. El compromiso se traduce en poner todas las herramientas disponibles al servicio, no sólo de lo que nos gusta, sino de lo que es necesario. Hay que generar políticas públicas donde seguro muchos coincidimos a pesar de las diferencias, en pro del desarrollo y así los cambios de paradigmas tendrán un mismo fin, fin que contempla toda la potencialidad para el crecimiento y promoción artístico-cultural, hacia dentro y fuera del país.
Sin embargo, debemos cuidar que dichos cambios o tal evolución no atente contra lo hermoso del origen, en esa ansiedad por el gusto a lo novedoso y la miranda siempre puesta en el presente de cara al futuro, olvidando las raíces, perdiendo arraigo. En Venezuela, muchas manifestaciones del ámbito popular-tradicional han sido subestimadas por el desconocimiento, expresiones artísticas y culturales cuya importancia destaca por su alto nivel competitivo nacional e internacionalmente, pero han sido opacadas por fenómenos de la industria cultural que pretende masificar con criterios propios de la comercialización y el mercadeo, productos creados en un laboratorio, carentes por demás, de trascendencia cultural, social ni política. Es nuestra responsabilidad, como ciudadanos prestados al trabajo cultural, fortalecer las bases de esa historia cultural venezolana para lograr mejores resultados en la formación del nuevo ciudadano, además de preservar en el tiempo esa identidad multicultural que es nuestra esencia en un devenir de más de 500 años. Entonces, las nuevas propuestas de desarrollo tendrán un mejor resultado, así gana Venezuela y ganamos todos, con respeto a la diversidad cultural.
Todo esto no resulta complicado, siempre y cuando se trabaje desde la claridad y el respeto. El mayor reto se encuentra, sin embargo, en derrotar esa burocracia que tanto atenta contra cualquier iniciativa por buena que sea. La intención común debe centrarse en reestructurar esa nueva institucionalidad que contribuya, tanto al desarrollo y la evolución, como a preservar nuestra historia cultural. La derrota a esa burocracia debe darse desde las bases hasta el más alto nivel. Nosotros los que trabajamos por la cultura sin percibir dinero por las gestiones y que aportamos ese preciado bien del ser humano llamado tiempo, conseguimos un profundo desgaste por todo lo que representa la burocracia.
Estimado ministro, como lo que usted bien ha señalado, podemos decir que la frase clave es “construir políticas”. Estoy seguro que contará con el apoyo de muchos que deseamos aportar al país. Hay varios enemigos por derrotar, entre ellos la burocracia y la mal entendida viveza criolla de los oportunistas. Necesitamos orientar el camino a las nuevas generaciones partiendo de una excelente formación en las diversas áreas artísticas y culturales; todavía hay mucho que decir y mucho por hacer…
Saludos
Eduardo Ramírez Castro. Músico, representante de Guitarras de América en Venezuela, Presidente de la Fundación Orquestas Típicas de Venezuela.
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