Maracay, 21 de diciembre de 2002.
¡Hola! Buenos días. Dios los bendiga. ¿Cómo amanecieron todos? Por aquí amanecimos bien, mejor de lo que esperaba, y digo esto porque anoche en casa de la madre me comí un pedazo de pan de jamón, un pedazo de panetón, unas pacitas y un trago de ponche crema, y luego me sentí muy mal del estómago. Llegué y me acosté de inmediato. Cuando Meres llamó, ya yo estaba durmiendo, aunque hablé con ella porque Sur me pasó el teléfono. Bueno, gracias a dios amanecí bien, aparte de mis dolores ya familiares en los brazos y en la espalda.
Meres me dijo que es posible que ustedes no puedan venir el 24 a pasar la Navidad con nosotros aquí en Maracay, porque tú tienes que trabajar ese día. Me habló, como lo hizo aparte con Coro, Rommel y Sur, a ver si era posible que nosotros fuéramos a San Antonio. Yo de verdad me sentía muy mal anoche y no le di respuesta inmediata y le dije que lo hablaría con Sur. Bueno, mira, ya lo hablé con tu mamá, y en lo personal yo decidí, hablo por mí, recibir la Navidad en mi casa, la de Maracay o la de Choroní, pero en mi casa. Ya yo no estoy para andar cambimbeando por ahí con maletines, hallacas, peroles, y esas cosas, y menos en autobús. Por lo demás, dejo a elección de Coro, Rommel, César y tu mamá dónde recibir la Navidad, de corazón no quiero interferir en la decisión de ellos, es su elección. Ustedes no se preocupen, yo ya pasé bastante por ello, e inclusive mi primera Navidad en Puerto Ordaz la pasé solito, sin siquiera la compañía de tu mamá. Uno tiene sus responsabilidades y tiene que cumplir con ellas. No te preocupes si se te hace problemático venir, tú tienes ya tu propia familia, trata de disfrutar lo mejor posible con ella, con Meres, con la muñeca bella, ellas son la familia que comenzaste a formar, estate con ellas, es lo importante.
Hoy fuimos temprano a comprar lo de las hallacas, al mercado libre y al Central Madeirense, por cierto en este último compramos harina. Todavía nos falta comprar uno que otro regalito, y eso esperamos resolverlo en el transcurso del día.
Cuéntame de mi niña bella, ya no me escribes, ni me cuentas. Me refiero a cosas de nosotros, de la familia.
Saludos, besos y dios me los bendiga a todos.
Papá Nano.
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San Antonio de Los Altos, 22 de diciembre de 2002.
Buenos días, o buenas madrugadas. Les escribo como a la 1:30 am, ya del domingo. Las últimas semanas han sido muy intensas, en alerta permanente, y de mucho trabajo. Permanezco en mi oficina de 10 a 12 horas, lo que quiere decir que casi no estoy en casa, casi no veo a Mere y mucho menos a Sandra. No lo escribo en tono de lamento ni mucho menos. Pero eso explicaría de manera sencilla por qué casi no les he contado últimamente de la familia.
Hoy finalmente pude estar un buen rato con Sandra (ayer sábado, más bien). Mere salió temprano, como a las 8 am, con la amiga de Residencias Liliana, y creo que entre otras cosas estaba comprando mi regalo de Navidad. Sandra se quedó conmigo en la cama, viendo comiquitas, contándome cosas y haciendo todo lo posible porque yo no continuara durmiendo. Me había acostado como a las 2 am. Finalmente, como golpe 9 am, convenimos en que iríamos a desayunar afuera (a pasear o a comprar un heladito, en lenguaje de Sandra). Ella me dijo que fuéramos a La Cascada y yo le expliqué que iríamos cerca, aquí mismo en San Antonio (en el centro comercial donde está el Central Madeirense, máximo a la recta Las Minas, a la panadería ésta donde venden las tortas muy buenas). Entonces, como toda buena negociadora, me dijo (que si no era para La Cascada) que fuéramos para La Casona. Yo accedí y Sandra celebró.
Cuando ya estuvimos listos, salimos muy contentos de estar juntos. Sandra se empeñó en ponerse un suéter rojo que ya le queda pequeño, y me dijo que le cargara el morral azul de Hello Kitty porque estaba muy pesado (había guardado todas las monedas de papá en el bolsillo delantero).
Una vez abajo, pasamos por el quiosco, y ya Últimas Noticias se había agotado. Sandra me pidió que le comprara no sé qué cosa y le expliqué que íbamos a desayunar primero. Bajamos como una cuadra para agarrar el autobús. La cola para echar gasolina llega (todavía) hasta el pueblo y no sé hasta dónde continuará. Eso ha hecho que exista un reordenamiento de las paradas de autobús. Finalmente nos montamos en uno y nos fuimos hasta La Casona.
Una vez allá, Sandra muy contenta por supuesto, comenzó a correr como sin rumbo fijo, hasta que la tomé de la mano y me la llevé hasta la panadería. Quería de todo y al final no comió casi nada. Compré unos sánduches, unos jugos (Sandra quería juguito) y un par de dulces de hojaldre, rellenos creo que con manzana (que Sandra quería). Nos sentamos en una de las mesas de afuera, Sandra probó el jamón, tomó algo de jugo, y eso fue todo.
Se bajó de la silla, y mientras yo terminaba de comer fue «a pagar». Primero le expliqué que ya yo había pagado (qué chimbo, papá, que no entiende el juego). Luego le dije que claro, que fuera a pagar. Después de amagar varias veces, entró a la panadería, y salió diciendo algo así como «ya pagó».
Mientras terminaba de comer, Sandra iba sacando la cuenta de para qué lugares iríamos. Repetía más o menos invariablemente las palabras «juguetes» y «heladito». Cuando terminé, entré a dejar el plato, y cuando salí Sandra ya iba por el espacio común donde ponen cosas como el arbolito o la pista chimba de patinaje. La alcancé, y cuando íbamos a subir por la escalera, me dijo que antes quería ver los pececitos del pocito ese que tienen allí. Aunque no los vimos, lanzamos un par de monedas al agua.
Luego fuimos a una juguetería, después a otra, y cuando íbamos a subir a comprar el heladito (como supondrán, en las jugueterías estuvimos buen rato), se acordó de la tienda de piñatas. Fuimos a ver las piñatas, hizo las respectivas preguntas «quién es ese», y subimos a donde el heladito.
Una vez allí recordó que ahí es donde están el parque, los columpios, los carritos, el tobogán, etc., etc., etc. Le expliqué que estaba cerrado, que no podíamos pasar. Ella se lamentó más o menos bastante, y no le quedó muy claro por qué estaba cerrado. A mí tampoco. Me compré un refresco en un restaurancito chino, y por fin llegó el momento más esperado por Sandra: el heladito.
Nos sentamos en una de las mesitas aledañas a las heladerías, abrí el refresco, y le pregunté cómo quería el heladito. Me respondió: «no quiere». Probó el refresco, y me dijo que quería pollito y papitas. Estuve a punto de comprarle algo en los chinos, pero supuse que lo iba a dejar íntegro. Ya eran como las 11:30 am, Mere me acababa de llamar desde la casa. Jugamos un ratico al tiburón y decidimos irnos a la casa a ver a mamá.
Bajamos por el ascensor. Cuando salíamos del centro comercial se acordó del trencito que queda por la entrada donde está el Banco Mercantil. Le dije que no estaba trabajando. Esperamos un ratico en la parada, agarramos un autobús que nos dejó en la redoma. Allí agarramos otro que nos dejó en Rosalito. Sandra ya estaba dormida. Llegamos como a las 12:15 pm, y a la 1 pm debíamos estar en Los Teques, porque a esa hora se casaban Luisito y Emira.
Para resumirles, les diré que llegamos como a las 2:30 pm al lugar. La pasamos muy bien. A pesar de que era una reunión de «gente grande», y casi no había niños, Sandra la pasó muy bien, jugando con su papá y bailando con su mamá. Sería después de las 5 pm cuando supimos que por fin habían movido el Pilín León.
Regresamos ya de noche, cenamos y nos acostamos, creo que poco después de las 9 pm. Mere me contó que quedó con ganas de seguir rumbeando y yo le conté que quedé con ganas de tomarme unos traguitos más. Sin embargo, una vez que llegamos a la casa nos quedamos tranquilos. Y una vez que cenamos, más todavía.
Me desperté poco después de medianoche y me despabilé inmediatamente. Me asomé al balcón y la cola está igual de larga. Me puse a revisar las noticias (de Aporrea, obviamente) y el correo. Prendí el televisor y vi al Pilín León moverse y al Presidente dando declaraciones. Releí el mensaje de mi papá y pensé que ya era hora de escribirles y contarles aunque sea estas pocas cosas de la familia.
Y ahora sí me voy a tomar un traguito. A la salud de ustedes y de mis dos bellas mujeres, que ahora duermen plácidamente.