«¿Cuál es el dilema que enfrentamos? De acuerdo con los estudios de opinión pública, si la gente cree que vamos a quitar las misiones, corremos el riesgo de perder una cantidad muy importante de votantes».
Tal es una de las premisas de las que parte el equipo de campaña del gobernador Capriles para proponer una Ley de Misiones. La ecuación es extremadamente sencilla: la «gente cree» que Capriles quitará las Misiones porque la gente sabe que va a hacerlo. Como la gente lo sabe, hay que hacerle creer que Capriles no quitará las Misiones. Y hay que hacérselo creer (y esto es lo fundamental del asunto), no porque nos interese el bienestar de la gente, sino porque «corremos el riesgo de perder una cantidad muy importante de votantes».
No se trata de gente. Se trata de votantes. La gente sabe. Pero hay que convencerla de que eso que sabe, no es cierto. Es decir, hay que tratarla como idiota, para que vote por nosotros. Tal es el razonamiento de los «genios» que acompañan al gobernador Capriles.
En sí, la propuesta legislativa ni siquiera es digna de tomarse en serio, tan evidente en su carácter demagógico y politiquero.
Lo que produce coraje es ese menosprecio permanente por nuestro pueblo. De hecho, este desprecio por lo popular es uno de los signos distintivos de la clase política antichavista. Para ella, y lamentablemente para parte importante de la base social que la acompaña, las Misiones encarnan la ignorancia, la sumisión, la mediocridad, la pereza. Según este imaginario, las Misiones serían cosa de vagos y mendicantes, de malandros y pedigüeños. Así han visto siempre al pueblo pobre, excluido y explotado, y así siempre lo verán.
Por eso es imposible que prospere una idea tan ridícula como descabellada: que un representante de la burguesía mantendrá las Misiones. Primero pasará un camello por el ojo de una aguja. Ese es el dilema real.
Otra de las «premisas» del documento, aquella según la cual las Misiones fueron concebidas como un mecanismo de «chantaje político» («primero muestra tu adhesión política y luego te doy acceso a algunos beneficios sociales»), es expresión del mismo menosprecio. Lo que subyace es la invisibilización del pueblo chavista como sujeto y protagonista de la revolución; se le reduce a masa manipulada y chantajeada.
Claro está, en sus discursos, a los representantes de la oposición se les escapa un detalle, y esta deliberada falta no deja de ser ominosa: las primeras Misiones surgieron en un contexto muy específico y perseguían un objetivo muy concreto: fueron creadas luego del paro-sabotaje petrolero y tuvieron como propósito superar sus calamitosas consecuencias.
Entonces, el país perdió miles de millones de dólares, quedando prácticamente en la ruina. ¿Cuántos miles de millones de dólares no sacó del país la misma burguesía que hoy habla de Misiones? Por eso, en la exposición de motivos de su propuesta de Ley, cuando se refiere a los niveles de pobreza, dice: «Desde el año 2007…».
Porque el pasado no existió. Y los ricos entrarán al reino de los cielos.