"La invisibilización de la crítica produjo mucho daño a la revolución" (entrevista en Correo del Orinoco, 6 de febrero de 2011)

(Esta entrevista, realizada por Vanessa Davies, fue publicada el domingo 6 de febrero en La artillería, el suplemento dominical del Correo del Orinoco.

Salud).

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¿Se siente corresponsable de la revisión emprendida dentro del PSUV?

Sí, pero sólo en la medida en que la postura pública que he asumido intenta resumir y transmitir las críticas, propuestas y también el malestar de muchísimos compañeros y compañeras que militan en el partido, o que militan en la revolución bolivariana sin pertenecer al partido, y para los cuales resultaba tan evidente la necesidad de esta revisión, que no podían comprender por qué se seguía postergando. Es decir, mi voz es sólo una de muchas, y sólo tiene importancia en la medida en que contribuye a la multiplicación de voces.

A su juicio, ¿el PSUV se había apartado del pueblo?
Sí, definitivamente. En primer lugar se produjo un peligroso distanciamiento entre los órganos de dirección y las bases del partido. Luego, entre el partido y el pueblo. Terminó imponiéndose la lógica del partido/maquinaria, según la cual el propósito fundamental del partido es ganar elecciones, sin importar si se recurría a prácticas clientelares o simplemente demagógicas. Se fue acentuando la tendencia a la burocratización de la política. El partido se fue desvinculando progresivamente de las luchas populares, desconociendo la existencia del movimiento popular. Aquí llegó a suceder, por ejemplo, que el movimiento popular organizaba alguna manifestación, y el partido intentaba persuadir a su militancia para que no asistiera, u organizaba alguna movilización paralela. Esa soberbia, ese chantaje, esta suerte de pulsión por monopolizar la política revolucionaria produjo un daño terrible al movimiento popular, y los resultados los vemos ahora: desmovilización, desarticulación e incluso hastío por la política. Todo eso se hacía en nombre de Chávez. Lo peor es que el partido/maquinaria ha demostrado que no es capaz siquiera de ganar elecciones, y es normal que así sea: el pueblo que sigue a Chávez insurgió más de una vez contra esa forma de hacer política, y lo seguirá haciendo. No comparto la conseja de que nuestros resultados electorales, en los casos en que han sido adversos, se explican por la falta de formación política del pueblo. Al contrario, creo que la mayoría de nuestro pueblo tiene bastante claro a qué políticos rechaza y cuál es la política que desea hacer. Es el partido el que tiene que ponerse a la altura del pueblo.

¿Se puede hablar de una resurrección de los partidos políticos de la cuarta república por los errores del partido de la revolución?
Hasta donde yo he avanzado en el análisis, la pérdida de apoyo a la revolución bolivariana no se ha traducido en un incremento del apoyo a la vieja clase política. Ese es el gran problema de la oposición: que ninguno de sus partidos goza de verdadero respaldo popular. Hasta ahora no existe algo como migración de la base social del chavismo a las filas de oposición, y si existe, es poco significativa. Sin embargo, también es cierto que el voto contra Chávez viene creciendo lenta, pero sostenidamente. No son datos en absoluto contradictorios: hay que recordar que en cada contienda electoral se incrementa el número de votantes. El voto opositor es constante, y se incrementa con el padrón electoral, mientras que el voto del chavismo es variable: sube, baja, vuelve a subir. Este cuadro de fuerzas, digamos, es lo que explica el esfuerzo que realiza una parte de la oposición para desplegar un discurso «social», intentando apropiarse de algunas ideas-fuerza del discurso chavista: participación, poder popular, etc. Después de las elecciones parlamentarias, parte de la oposición está convencida de que puede ganarse el apoyo de parte de la base social del chavismo, imprescindible para poder derrotar a Chávez en 2012.

¿Las líneas estratégicas del PSUV recogen o no recogen lo que usted había planteado en sus reflexiones?
Sí, recogen parte de lo que he venido planteando, pero más allá de esa coincidencia, el documento desarrolla otras líneas de análisis que considero imprescindibles. En el punto cuatro, por ejemplo, se lee que el partido «no puede ser identificado como una suerte de apéndice del Estado, sino como un instrumento que acompaña al pueblo en sus luchas». La no demarcación de una clara línea infranqueable entre partido y Estado es la fuente de muchos vicios políticos: clientelismo, asistencialismo, sectarismo, nepotismo y corrupción. Un partido que se confunde con el gobierno, es un partido imposibilitado para impulsar el control popular de la gestión. Lo hemos visto con las elecciones primarias: candidatos impuestos por gobernadores o alcaldes, cuando las candidaturas de un partido revolucionario deberían provenir de las bases. El detalle está en que se deben crear las condiciones para que las bases realmente tengan voz y voto.

Usted hace alusión al chavismo originario. ¿Qué es, en su opinión, el chavismo originario? ¿Es posible recuperarlo?
Esto del «chavismo originario» se presta a muchos equívocos. No creo, y nunca ha sido mi intención plantear que exista algo parecido a una «esencia» del chavismo que tendríamos que recuperar para resolver todos nuestros problemas. En todo caso, me refería a la necesidad, por ejemplo, de recordar que el chavismo de los primeros años no ocultaba su profunda desconfianza hacia los partidos. El chavismo insurgió contra la partidocracia, e incluso contra la izquierda tradicional, contra su dogmatismo y su cortedad de miras. Entonces, cuando hablaba de «chavismo originario» quería llamar la atención sobre los riesgos que implicaba el singular proceso de «partidización» del chavismo, sobre todo de 2007 para acá, y que a mi juicio terminó expresándose en el disciplinamiento forzoso de un conjunto de sujetos realmente bravíos e insumisos. Muchos compañeros y compañeras temían este desenlace, y no se incorporaron al partido. Sobre ellos llovieron infinidad de acusaciones: traidores, anarcoides, etc. A estas alturas, pienso que ha quedado suficientemente claro que el chavismo no es una masa uniforme que se viste de rojo para asistir a una concentración, que es el sueño de los partidarios de la lógica del partido/maquinaria: el chavismo como masa de maniobra. También ha quedado claro que hay chavismo más allá del partido. Hay compañeros que incluso prefieren no hablar de chavismo, lo que no implica que no sean revolucionarios, y pienso que están en todo su derecho.

Usted habla de repolitización. ¿Cómo entiende esa repolitización? ¿Vale para el PSUV, vale para la oposición?
La repolitización tiene que ver principalmente con la gestión de gobierno, más que con el partido. Hay múltiples evidencias de un importante giro discursivo opositor desde 2007, luego del abrumador triunfo de Chávez en las presidenciales de 2006. Desde entonces, y progresivamente, buena parte de la oposición fue dejando de lado el discurso confrontacional y violento, y se concentró, sobre todo, en la crítica de la gestión de gobierno. Esta táctica discursiva adquirió mayor fuerza en 2008, luego del intento frustrado de aprobar una reforma constitucional. Para la oposición, lo que había sido derrotado era el socialismo. Según el discurso opositor, el socialismo implicaba un «exceso» ideológico, una abstracción, que no contribuía en nada a la resolución de los problemas concretos de la población. Si a ese «exceso» de ideología le sumas la denuncia de la ineficiencia gubernamental, tienes el núcleo del discurso opositor desde entonces. ¿Cuál es el problema? Que el gobierno tardó mucho tiempo en descifrar este importante giro táctico discursivo. Al contrario, respondió «gestionalizando» la política, concentrando casi todo el esfuerzo en «demostrar» los logros de la revolución bolivariana, pero sobre todo, y aquí está la clave, invisibilizando la crítica popular, las demandas y luchas populares. Es completamente cierto que el gobierno está en la obligación de difundir sus logros, y es igualmente cierto que la oposición es incapaz de reconocer cualquier logro gubernamental, que además son muchos. Lo que no puede hacerse, en ningún caso, es condenar y despachar la crítica popular, bajo el argumento de que así se le dan armas al enemigo. La invisibilización de la crítica produjo mucho daño a la revolución. En la medida en que Chávez retoma la interpelación popular, promueve, atiza e instiga la crítica popular de la gestión de gobierno, en esa medida está repolitizando la gestión.

¿Cómo entiende la repolarización en el contexto de una sociedad en la que supuestamente hay chavismo-antichavismo y ni-ni?
Cuando hablo de repolarización, de la necesidad de reconocer, para ser capaces de superar, la crisis de polarización chavista, me refiero al conjunto de tácticas orientadas a recuperar los mecanismos de interpelación mutua entre Chávez y la amplia base social del chavismo, pero también entre el gobierno, el partido y el pueblo. ¿Por qué crisis de polarización? Justo porque se desestimó, durante un buen tiempo, el peso, la importancia de la interpelación popular. La crítica fue silenciada, muchos problemas fueron invisibilizados, y eso produjo malestar, hastío, desmovilización popular. Contrario a las interpretaciones interesadas que se hacen desde la oposición, la idea de repolarización no implica promover el «odio de clases», ni nada por el estilo. Se trata, en primer lugar, de profundizar la democracia a lo interno del chavismo: que Chávez mande obedeciendo, que el gobierno se abra a la interpelación popular, que las bases adquieran protagonismo en el partido. Es en este sentido que hablo de radicalización democrática: el chavismo constituye, sin duda, la principal fuerza política del país, y todo lo que apunte a su democratización, contribuirá no sólo a su consolidación como fuerza política, sino a la democratización de la sociedad venezolana. El antichavismo, o una parte de la oposición, lo sabe muy bien, y por eso ha emprendido su propia táctica de repolarización: adoptando un discurso «social», reivindicando, incluso, al «poder popular», o la necesidad de «diálogo», en contraste con el «odio de clases» que supuestamente promueve Chávez. De esa manera intenta sumar fuerzas, captando parte del chavismo descontento. No te extrañe que los veamos hablando, muy pronto, de interpelación popular.

Usted dice que es un error enfrascarse en una pelea con la partidocracia. ¿Puede un partido político como el PSUV no ser parte de la partidocracia?
En primer lugar, el conflicto contra la partidocracia es inevitable. En segundo lugar, el PSUV está en la obligación de no reproducir la misma vieja lógica excluyente y anti-popular de la vieja clase política. A lo que me he referido en varias oportunidades, es a la necesidad de no enfrascarnos en una pelea sorda e inútil con la oposición. La pelea tiene que ser en primer lugar con el pueblo y junto al pueblo. Para ilustrarlo, podríamos hablar de nuestros medios públicos: durante mucho tiempo hemos concentrado demasiado esfuerzo en desmontar las «matrices» de los medios antichavistas, mientras se invisibilizan las demandas populares. Hablemos ahora de la Asamblea Nacional: tanta expectativa con la primera intervención de María Corina Machado, y resultó un completo fiasco. Nadie, o muy poca gente, está pendiente de lo que tienen que decir los diputados de Acción Democrática. La Asamblea tiene sentido en la medida en que funciona como caja de resonancia de las luchas y demandas populares. De lo que se desprende que la prioridad de nuestros diputados no puede ser responderle a los copeyanos, que no sé si tienen diputados en la Asamblea, sino hacer realidad la consigna del pueblo legislador. Caso contrario, nuestro pueblo le dedicará a nuestros diputados la misma atención que le dedica a Andrés Velásquez: ninguna. Igual sucede con los medios públicos: háblame de Leopoldo Castillo, está bien, pero primero que nada del barrio, de los jóvenes, de las cárceles, de los policías, jueces y fiscales corruptos. Pongamos por caso un eventual debate sobre la Ley de Arrendamientos: son millones las familias venezolanas que viven alquiladas. Ese sería, sin duda, un debate que despertaría su interés. Más que ostentar la mayoría, nuestros diputados deben ejercerla. Ser mayoría. Pero eso sólo es posible escuchando a las mayorías populares, y eso incluye a los venezolanos y venezolanas que están contra Chávez.

4 Respuestas a “"La invisibilización de la crítica produjo mucho daño a la revolución" (entrevista en Correo del Orinoco, 6 de febrero de 2011)”

  1. Estimado coterràneo le saludo por sus declaraciones a UN. planteó algunas premisas muy necesarias en el actual proceso. Otro punto a mi juicio que hay que aclarar es el relagtivo a la ¿clase media? ¿Que se entiende por clase media? frente a la burguesía y la alta burguesía, ya que el discurso político se separa "el pueblo y la clase media" pero resulta que se engloba en ésta última a los profesionales, aunque un altisimo número son tan "pata en el suelo" tan asalariados que lo único que los separa del ¿pueblo? es que han pasado por una universidad etc etc, esa separación semantica, luce bastante chocante si observamos en el campo sindical, existen sectores que en cuanto a emolumnetos, le llevan una "morena" a esos (profesionales clase media). Se debería habla al respecto

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