Más allá del hastío por la política, está la indiferencia. Si el hastío es todavía contrariedad, disputa, conflicto, la indiferencia equivale al total desinterés por la política. De los hastiados es la honda desconfianza en la clase política, chavista y antichavista, por su empeño en reducir la lucha política a la lógica de las «dos minorías». Los indiferentes lo resumen todo en una sola frase: «No creo es en nadie».
Juntos, hastiados e indiferentes, suman millones de venezolanos y venezolanas. Es preciso no confundirlos con los «indecisos» de la «encuestología«: los hastiados puede que voten, aunque buena parte se abstenga; los indiferentes puede que hayan votado alguna vez, pero ya dejaron de creer en elecciones.
Encarar la crisis de polarización chavista, repolarizar, pasa por recuperar o restablecer los mecanismos de interpelación mutua y permanente entre Chávez y la base social del chavismo (buena parte de la cual está hastiada), y por crear las condiciones para la interpelación popular de la gestión de gobierno (en todos sus niveles), del partido y de todo el conjunto de las instituciones del Estado. En otras palabras, si hablamos de repolarización es porque nuestra gente está hastiada o permanece indiferente.
Entendido como una iniciativa política orientada a superar la lógica de las «dos minorías», sin duda que es oportuno el llamado a «diálogo» que ha realizado Chávez en la Asamblea Nacional, el pasado sábado 15 de enero. Como era predecible, buena parte de la clase política opositora ha reaccionado con desdén o desconfianza, intentando imponer condiciones para el «diálogo» o interpretándolo como una señal de «negociación» en puertas. Más de lo mismo.
La Asamblea Nacional está sometida a una prueba de fuego: habrá que ver si es capaz de convertirse en un escenario político de relevancia, porque hasta ahora (y desde hace mucho) la política pasa por otra parte. La política es en la calle, allí donde están los movilizados, pero también los hastiados y los indiferentes. Es en la calle donde la repolarización tendrá o no lugar. Repolarizar no significa apostarle a un Parlamento donde la clase política pueda «dialogar» y sostener un «debate de altura», discrepar, pero también llegar a acuerdos, por más necesario que esto sea.
Repolarizar significa bajarse de esa nube: entender, de una vez por todas, que el «diálogo» es antes que nada en la calle, allí donde éste se expresa como interpelación, reclamo, protesta, conflicto. Más allá del hastío, el «diálogo» tendrá que ser con los que ya no creen, no por «irracionales», sino por todo lo contrario: porque acumulan razones suficientes para no creer en la clase política. ¿Cómo «dialogar» con los indiferentes? Ahí está el punto. Entonces no será precisamente «diálogo», pero puede usted tener la certeza de que los indiferentes, tanto como los hastiados, tienen muchas cosas que decir.
El título es pavoso: con la falta (todavía) de comentarios, hasta pareciera haber indiferencia a la indiferencia.Chamo, la próxima sesión de esa caja (más tarde le busco otro nombre mejor) de ruido político que es la asamblea será dedicada a debatir… coño, casi me da pena decirlo: la memoria y cuenta del magno.No creo ser el único que ya está ladillado del tema. La asamblea se separa aún más del pueblo al ponerse a divagar sobre güevonadas que hieden a culto sectario al líder – porque eso es lo que es también, en reflejo, el antichavismo parlamentario que le hará frente. No porque Chávez no sea el líder, vamos, claro que lo es, sino porque el país, la calle, el sur del lago y los actos de sabotaje eléctrico o comercial hablan de otras realidades en la dinámica real de la confrontación.Pretender acorralar a la oposición en un supuesto discurso democrático no parece todavía ser eficaz en desarmar su ala más fachogolpista. 12 años de "hay que salir del zambo" han marcado tanto el discurso como la ruta de la oposición, que aún hoy no parece haber logrado explotar otro lema o propósito más que el polo atractor del rechazo a Chávez desde el ángulo visceral (nadie explica, por ejemplo, cuáles serían los beneficios del no-más-chávez, cuál el país en ese supuesto, etecé).Pero lo peor es que esa es la pareja con la que bailamos esta pieza, y nuestra actitud, siempre a la defensiva, siempre reactiva, es el pasito que ellos nos imponen. Ellos atacando al líder, nosotros defendiendo su gloria.Es difícil convencer a Pablo Pueblo a meterse en ese circo. Si "repolarizar" es, como parece que va a ser, la pintada de paloma a ese mamotreto solemne e inmune, a ese recinto inodoro a barrio que en unas horas va a seguir hablando de lo que Hugo dijo el 15 de enero, pues bienvenido sea. El derrumbe de esa forma de representatividad ya lleva cierto tiempo, en parte por la ineptitud propia, la que logró perder una carrera en la que sólo había un caballo, y en parte porque, a propósito o no, el mismo Hugo la mina banalizándola y restándole importancia.Que surjan las asambleas populares. Debe haber una manera más directa de convertir en política la voluntad popular, y le tocará convivir con el cadáver de la de ahora: por más que le dén resuscitación cardiopulmonar, a ésta no le veo más futuro que el de agregar formalidad a las habas que se cuecen en las aceras urbanas y en el campo que le queda tan lejos.Y aquí debe poner sus barbas en remojo el concepto de partido, la otra caja de ruido político, porque si no se torna movimiento, irá por el mismo camino.Pueblo legislador, claro que sí. Busquemos cómo.Franco Munini.
¡Salud Reinaldo!…Comenzando el año, había adquirido, no sin esfuerzo, un cierto sosiego político. Pero tú poniendo el clavo y Franco Munini poniendo el martillo, perforaron esa tranquilidad de plastilina que me había hecho. Lo que mortifica no es que tengan razón, sino que la tengan taaanto. Estamos ante el peligro de que se generalice lo que hace un tiempito me dijo un pana: “Yo antes no creía en nada, pero ahora…ni eso”.Un abrazo