Conozco a varios personajes que darían un ojo de la cara por tener la oportunidad de ver, asomados por una pequeña rendija, lo que sucede al interior de los refugios. Me los puedo imaginar, a estos voyeristas intelectuales, extáticos, largándose interminables disquisiciones sobre la biopolítica o las «sociedades de control», citando a Deleuze, Agamben o, pongámonos más intensos, a William S. Burroughs, que, bien vistas, no pasarían de ser una versión más «elaborada» del mismo discurso que disparan los medios antichavistas, para los cuales todo se reduce a la «gestión ineficiente».
Por lo menos las periodistas de El Nacional mienten descaradamente y, haciéndose pasar por estudiantes de la Universidad Bolivariana, lograr entrar al refugio y se llevan consigo varios testimonios que luego descontextualizan de la manera más vulgar. Nuestros voyeristas, ni eso: les basta con creerse todo lo que cuenta la «prensa libre» e indignarse con un par de historias ajenas, para concluir lo que su visión ciclópea les enseñó desde siempre: que éste es un régimen totalitario, cuya «gestión de la vida» popular ahoga la libertad, etc.
Pero tamañas imposturas son verdaderamente irrelevantes si se les compara con las opiniones de algunos funcionarios vinculados a la «administración» de los refugios, o con las inquietudes de algunos «revolucionarios» que, por ejemplo, llegaron a expresar su malestar por el «mal hábito» de algunos refugiados del Sambil La Candelaria, que aireaban sus ropas en los balcones del ex centro comercial. Toda una afrenta estética.
En los refugios se recrea, pero en condiciones infinitamente más adversas, no sólo la vida barrial, con sus virtudes y miserias, sino también la profunda tensión que atraviesa a todas las instituciones del Estado, sin excepción: por una parte, la fuerte tendencia a la gestionalización de la política, con toda su carga de menosprecio por lo popular, pero también la tendencia a la repolitización de la gestión pública, de orientación radicalmente popular y democrática. Si bien sobre la primera tendencia podrían escribirse miles de páginas (y de esta fuente inagotable beben voyeristas y medios antichavistas, que después de todo terminan siendo lo mismo), es oportuno dedicarle algunas palabras al enorme contingente de hombres y mujeres que, día tras día, hacen la diferencia.
Son los hombres y mujeres que están convencidos de que el problema de los refugiados, como el resto de los problemas a los que nos enfrentamos, es irresoluble desde el Estado esclerosado y corrompido que hemos heredado; los que combaten cotidianamente (es necesario insistir en el punto: en las condiciones más adversas) décadas de paternalismo estatal y clientelismo, interpelando a los sujetos pasivos, sin «lástima» ni resentimiento; los que establecen alianzas con los líderes populares naturales para promover y crear las condiciones para la organización popular (a través, por ejemplo, de los Comités Populares de Vivienda); los que trabajan de la mano con el movimiento popular, intentando estrechar vínculos entre los refugios y la vida en los barrios; los que asumen que el objetivo no es una vivienda para cada familia, sino la vida digna, lo que pasa por hacerle frente a toda forma de exclusión y explotación (y a sus manifestaciones dentro de los refugios); los que se enfrentan a los déspotas: gestores, jefecillos, traficantes, figurines, discurseros y farsantes.
A todos ustedes, nuestro respeto, aliento y apoyo incondicional. Con su ejemplo nos demuestran que sigue siendo posible esa revolución en la que creemos.
A próposito de William S. Burroughs: estos seudointelectuales vouyeristas en sus más oscuras y reconditas fantasías sueñan ser como burroughs y hacer las cosas que hizo burroughs, pero no lo hicieron ni lo hicen, ni lo haran porque son unos cagaos; y le heredan sus mas oscuras perversiones (con todo respeto a las perversiones de burroughs que tenian un sentido) a los hijos que salen a las marchas a mostrar las nalgas y terminar en noches de orgías y drogas mal usadas y muertes por sobredosis de heroína.
El problema de dar vida digna a las millones de personas que no la tiene en Venezuela, pasa precisamente por creerlos indignos de esa vida para comenzar, y termina en que no hay mnanera de resolver un tema si el criterio es que ALGUIEN DEBE DARSELO A OTRO.LO terrible es que tenemos 11 años diciendole a la gente que tiene un gobierno que vela por uno, y resulta que no es verdad, que pasa una tragedia como ésta y mas de 100 mil venezolanos se quedan sin casa y tienen que vivir en sitios inadecuados y afectar la vida de todos los demás, pero la LOCURA del gobierno sigue y les jura que ahora si, que en un año ó algo así tendrán su apartamento, mientras tanto se perpetúa en el tiempo la humillación, y se le dice a esa gente que no haga nada, que el gobierno ahora si le va a resolver… Me vino el recuerdo de Aleyda Josefina en Caucaguita cuando Luis Herrera…. será pura casualidad ?