Para El Universal, «su opinión cuenta». Por eso, y desde hace un buen tiempo, la página web del diario incluye una sección en la que formula preguntas para que los lectores opinen sobre diversos temas. Pronto, usted descubre que no es «su» opinión la que cuenta, sino la opinión de los lectores de El Universal. Pero llegados a este punto, aún falta por descubrir.
El meollo del asunto es que la opinión del lector promedio del diario – que se asume como el criterio de valoración universal – es realmente la opinión del diario: El Universal interroga a sus lectores para obtener las respuestas que desea ver reflejadas en su página, y sus lectores responden complacidos lo que sus interrogadores desean leer. Tú sabes, cosas de la interactividad y la libertad de expresión.
Póngase como ejemplo una de las preguntas más recientes: «A su juicio, ¿es necesario en el país areperas socialistas como la inaugurada por el presidente Hugo Chávez en Parque Central?«.
Pregúntese usted mismo: ¿cómo reaccionará el lector promedio del diario ante semejante interpelación? No hay duda alguna: no se trata más que de una pregunta retórica, una pregunta que no interroga, sino que transmite una opinión, una visión del mundo – una crítica velada, un prejuicio de clase.
He aquí la singular paradoja: no es la opinión del lector la que cuenta, sino la opinión – o la «información» – que transmite El Universal a través de sus preguntas retóricas. Son tan obvias las respuestas que los lectores son casi prescindibles. Si todavía cumplen alguna función, ésta no es otra que ofrecer la respuesta que de ellos se espera. Así, quienes se supone tendrían que ser el factor fundamental de la ecuación, la fuente de la información, no pasan de ser un detalle pintoresco.
De manera que aventurarse en esos terrenos sirve a los curiosos – como es mi caso – nada más que para tantear el clima de opinión entre el antichavismo consuetudinario – si es que realmente cabe la distinción entre la posición tradicionalmente de derechas de El Universal y la virulenta oposición que actualmente practica su par más «progre», El Nacional. Dicho de otra forma: si usted quiere saber qué nuevas fronteras del entendimiento ha cruzado el antichavismo centenario, si le interesa identificar la eficacia de las consignas puestas a rodar por la máquina propagandística opositora, si le provocó reírse un rato, diríjase a la sección «Su opinión cuenta».
Volviendo al ejemplo, ¿qué gracia tiene saber que para El Universal las areperas socialistas son absoluta e indefectiblemente innecesarias? Ninguna. La gracia reside, pues, en el detalle pintoresco: en las ocurrencias de sus bien alimentados y bien formados lectores.
Causa gracia intentar desentrañar la lógica argumentativa de los lectores que establecen una relación entre la «regaladera descarada» a Cuba, Bolivia, Ecuador, Nicaragua o Argentina, y la misma «regaladera descarada» al pueblo. Alguien opina que esto se parece al «comunismo del siglo 19» y otra persona advierte que esto se lo llevó quien lo trajo, que «esto es el camino para la África del siglo XVIII, con su estructura tribal». Otra persona razona, con lógica inextricable: «En el país no necesitamos arepas socialistas, lo que necesitamos es un gobierno capaz de luchar contra la altísima inflación que tenemos en Venezuela». Traduzco: en Venezuela no necesitamos arepas socialistas, lo que necesitamos es arepas baratas. Otra persona cree ser capaz de establecer cierto paralelismo con Cuba: «Allí ve uno a la gente borracha… y… piensa que tienen dinero para comprar alcohol, pero no, el gobierno da gratis el alcohol de caña, para mantener al pueblo adormecido».
En fin, debo admitirlo: hasta aquí, sólo más de lo mismo. Ningún dato nuevo que procesar. Nada que merezca – realmente – mención aparte.
Pero entonces aconteció lo inesperado: como una aparición en el mundo de los vivos, como una extravagancia, un accidente. Como una luciérnaga tasajeando la noche, como un árbol frondoso en medio del desierto. Como un aguacero en verano, como reina pepeada a cinco bolos en una arepera de Las Mercedes.
Sucedió que vino alguien a subvertir la implacable lógica de las preguntas retóricas, poniéndola patas arriba, desnudándola, desbaratándola. Lo hizo un tal Jhosmann Fuentes, el pasado 28 de diciembre, a las 8:38 de la mañana. Y lo hizo así:
«Ésta me parece una de las mejores preguntas que se han hecho en este diario. En ese sentido, ya que he visto algunas opiniones que hacen un enorme aporte a la solución de los gravísimos problemas que padece este país, quiero aprovechar esta oportunidad para hacer el mío, que reconozco es el más humilde de todos. Así pues, creo que en lugar de estas areperas socialistas, que a todas luces no contribuyen en nada al desarrollo de la nación, más allá de ser una opción para que un reducidísimo número de personas consigan comprar a bajo precio este producto que muy poca gente consume en las mañanas, escasamente al mediodía y casi nada en las noches, el gobierno debería promover que en cada calle de Venezuela haya un McDonald’s, un Wendy’s, un Burguer King, y de todas aquellas cadenas de comida chatarra que se conocen en el mundo. Eso sí es progreso».
Como escribió la misma persona que nos comparó, espantada y escandalizada, con el África del siglo XVIII: «Qué atraso, qué insolencia y qué descaro».
El Universal es El Universal y su función es propagar un discurso adverso al gobierno. No sorprende que sus preguntas sean sesgadas.Sin embargo, el episodio sugiere otra pregunta, una que nosotros deberíamos estar en capacidad de responder:¿Qué es, exactamente, una arepera socialista?¿No hay algo de grifo, de unicornio, de minotauro en el asunto?
Eso, ¿qué es una "arepera socialista"? Muy buena pregunta, che.=)Saludos.