(¡Por fin!, el de la suerte, el número trece de Ciudad CCS, publicado el jueves 26 de noviembre de 2009.
Conozco camiones de gente cansada de presenciar cómo algunos cámaras utilizan los medios oficiales para advertirnos que hay peleas que sólo pueden librarse puertas adentro, pero que acto seguido utilizan esas mismas pantallas o micrófonos para bombardear territorio que se supone aliado. Son los mismos que hablan y hablan y vuelven a hablar de la necesidad del debate ideológico y tal, pero cuya «ideología» se reduce a la enumeración de consignas que no aportan nada y que por supuesto explican mucho menos.
Es extremadamente fácil reconocerlos: no pueden hablar sin aferrarse al salvavidas gramatical sin el cual se ahogarían todos los militantes de izquierda con vocación de policía o de inquisidor. Por eso, siempre les escucharán acusando a los otros de «contrabandistas ideológicos», de «grupúsculos», de culpables de «desviaciones».
Así mismo: «desviaciones». Palabreja tantas veces dicha durante el siglo XX, y detrás de la cual se esconde tanta infamia, tanto abuso, tanto crimen, en nombre del «socialismo».
Yo también estoy cansado. Contra ustedes va este artículo, que por esta vez no es más que una tibia respuesta.
Mil a una a que no se atreven a bajarse de sus tronos para venir aquí a fajarse como los buenos, que es decir como cualquiera de nosotros, sobre quienes recaen sus insultos.
Mil a una).
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Soy de los que cree que esa fórmula televisiva que consiste en hacer acto de presencia en una manifestación opositora para interrogar a un par de señoras en edad avanzada, con manifiesta incapacidad para argumentar por qué es tan rabiosamente antichavista, se agotó hace un buen tiempo.
Si vamos a hablar de desviaciones, he aquí una de ellas: responder a la burla y a la humillación con burla y humillación. Porque una cosa es salir a la calle a interpelar a los que siempre se han creído con voz para hablar por nosotros – políticos, periodistas, intelectuales – y otra muy distinta es enviar el mensaje de que sólo somos capaces de mostrar nuestro talante moral, develando las miserias de nuestros adversarios.
Dicho lo anterior, es preciso agregar que es muy distinto cuando alguna de estas señoronas pretende aprovecharse de las ventajas del terreno para largarse una agria monserga sobre cualquiera de los tópicos habituales del antichavismo irredento. Póngase por ejemplo el reducido espacio de un ascensor, que a las siete de la mañana, lo mismo que a las seis de la tarde, les provee de público cautivo.
Así, hace algunas pocas semanas, sin previo aviso, asistimos a una fugaz conferencia que versaba sobre la infinita ineficiencia gubernamental. La agitada e improvisada ponente insistía, una y otra vez, en el elemento demostrativo de su planteamiento: sosteniendo dos billetes de cinco entre sus manos, no dejaba de vociferar que no podía ser posible que este gobierno fuera incapaz de imprimir dos billetes del mismo tamaño.
En casos como estos, es prácticamente inevitable que la señora reciba en respuesta una frase como la que le espetó, todavía con algún considerado disimulo, alguno de los presentes: “Hay que ver cómo hay gente que está loca”. Tan inevitable como las sonrisas cómplices, pero sin malicia alguna, que vinieron después.
Brevísima historia, de esas de ascensor, que recuerdo ahora que ha llegado a mis manos un billete de cinco con la siguiente inscripción: «Fin del mundo. Cristo viene». Y entonces me pregunto si no será que como Cristo ya llegó, y el socialismo es un hecho, no tenemos nada mejor que hacer que andar persiguiendo señoras en manifestaciones antichavistas.
Estoy de acuerdo contigo en la crítica que haces y creo que La Hojilla es un fiel practicante de eso que tu llamas la burla y la humillación. Y ahora se suma el pana Amorín que cree que se la está comiendo metiéndose en cuanto peo tiene la oposición montado y se pone pesado con sus preguntas necias, que a veces de pana provoca meterle dos coñazos, no para hacerle el favor a la oposición, sino a él pa que no siga haciendo el ridículo.AS.
Aquellos "revolucionarios" que tildan a todo aquel que no este de acuerdo con sus practicas individualista y de búsqueda de fama. Esos mismos, son aquellos que necesitan proyección política de emergencia para convertirse en sujetos políticos, solo eso. Por eso tildan a los camaradas de "desviados", porque estos "desviados" jamás se van a calar que la comunidad se reduzca a 0 para ellos ser los protagonistas de novela. conchali
Cámaras:Ustedes lo dijeron mejor.