(Cuarta contribución con el diario Ciudad CCS, publicada en su edición de ayer jueves 10 de septiembre. Es la primera parte de un artículo en dos entregas. Si quieres saber cómo termina la historia, aún estás a tiempo: ve y compra el periódico. Un Bolívar Fuerte que no empobrece a nadie.
Para los simpatizantes y detractores – que crecen como la espuma… los últimos, quiero decir – viviendo fuera de Caracas o en el exterior, mañana la segunda entrega por este blog.
Importante: en adelante, los artículos de este servidor aparecerán en Ciudad CCS los días jueves.
Amén).
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A manera de homenaje tardío e inmerecido, pensaba bautizar este artículo como Facebook no sube cerro, parafraseando el célebre escrito del ya caído en combate Ibsen Martínez, intitulado Internet no sube cerro, publicado por El Nacional el 18 de diciembre de 1999.
Quienes recién se hayan topado con alguno de los artículos de Ibsen, y en especial aquellos que jamás lo hayan oído nombrar; en fin, quienes por desconocimiento llegaran a compararlo hoy, en capacidad analítica y perspicacia, con algún columnista de El Nuevo País, deben saber que el hombre aportó al diarismo nacional algunas de las mejores piezas que articulista alguno haya escrito durante, digamos, los dos primeros años del chavismo. Quien suscribe considera un acto de justicia reconocer que durante aquel tiempo disfrutó hasta las carcajadas las entregas semanales de un tipo con una habilidad inusual para combinar análisis político con buen humor.
Hasta que en abril de 2002 el río desembocó en la boca de la historia y hasta el más timorato se vio forzado a tomar previsiones: o salvamos al zambo o nos ahogamos con todo y democracia. Sobre Ibsen sólo vale la pena apuntar que se lo llevó el río: aún estaba fresca la sangre derramada en los alrededores de Miraflores, cuando describió a Chávez como un “desatinado asesino” y a la conspiración toda como “una rebelión guiada por una estrategia de desobediencia civil digna de Thoreau y extraordinariamente sofisticada y «glamorosa» en sus modos para la paciencia de un caporal como Chávez”. Medios y meritócratas también merecieron sus palabras de alabanza: “En sinergia con el decidido papel de los medios de masas, la rebelión de los gerentes petroleros fue lo que logró imprimirle un promisorio aire modernizador al movimiento con que la sociedad civil organizada derrocó a Hugo Chávez”. Todo aquello, y más, reunido en un panfleto intitulado ¡Pdvsa a la Junta de Transición!, publicado el 13 de abril: el mismo día en que millones de hombres y mujeres, aún sin saber un carajo de Thoreau, se rebelaron contra la dictadura recién instalada, y le recordaron a la sociedad civil organizada que aquí manda el pueblo.
Les contaba que pensaba rendir este inmerecido homenaje al mismo tipo que el 20 de abril de 2002 cuestionó, sin rubor alguno, “la autocensura de prensa en Venezuela durante el transcurso de un golpe de Estado”, cuando supe que el mismísimo Ibsen se me había adelantado: Facebook no sube cerro, intituló el hombre un artículo publicado este lunes 7 de septiembre en alguna parte*. Pero sobre éste y aquel artículo de 1999, y por supuesto sobre la fallida convocatoria mundial contra Chávez del 4 de septiembre pasado, les escribiré mañana en esta misma página. Por aquí nos vemos.
* Publicado en la web del diario Tal Cual en la fecha referida – no sé si en la versión impresa -, el artículo apareció originalmente el sábado 5 de septiembre en El Espectador de Colombia.
No sólo Tal Cual, los medios, en general, siempre han visto el barrio así, es decir, de "lejitos", desde donde no se les "contamine" ni el lente de la cámara. Eso no tiene más nombre que el del miedo, raíz de sus ínfulas de superioridad (un mal que aqueja a mucho periodista por estos días y que parece contagiárseles de sus patronos). Lo que Ibsen no dice, es que su mirada asume una posición semejante a la de la foto: la misma distancia, el mismo ángulo, la perspectiva del ajeno, del distinto, la mirada del yo sobre el "otro". En alguna parte, Derrida habla de que toda homogeneización se elabora desde la violencia o desde la ignorancia, no sé si ambas mueven las apreciaciones de Ibsen, pero ya el hecho de territorializar la pobreza y atribuirla al "chavismo", esa escisión necesaria que salva a la clase media venezolana, que la limpia y la coloca como por encimita del resto, lo delata ajeno a cualquier análisis político acertado. Y no se trata de negar que acierte en algunas cosas, como el descontento con la gestión de Gobierno, pero ahí no está el meollo del asunto. La cuestión es que si esto se trata realmente de "un gobierno", como ellos quieren verlo, empeñados como están en negar la realidad, entonces Ibsen podría tener razón, más allá de las encuestas. Pero sí, por el contrario, a lo que nos enfrentamos en el análisis es a un proceso histórico de transformación social, a una revolución, más allá de los aciertos y desaciertos del gobierno de Chávez, el análisis de Ibsen está abiertamente del lado de la propaganda, como creo que en realidad lo está. El no más Chávez no es anacrónico porque recuerde el 2002, o no sólo por eso, sino, fundamentalmente, porque el proceso de cambios sabrá sortear, de alguna manera y de las manos de nuestro pueblo, el hecho de que Chávez deje de estar alguna vez. Eso se empeña en invisibilizarlo la derecha, de eso nos quieren convencer ahora como en el 2002 de la necesidad de que Chávez abandonara Miraflores. Pero la ceguera ante la historia se paga caro políticamente. Chávez es Chávez más la conciencia de un pueblo decidido a cambiar el modelo político, económico, social. Y, aunque sabemos que la presencia del Presidente Chávez es necesaria todavía y lo será por algún tiempo más, también apostamos porque la organización popular sabrá suplirlo en el momento que así lo requiera el proceso.
José Javier:Buen análisis. Se agradece.Y lo curioso del asunto es que Ibsen asume esa "perspectiva del ajeno" diez años después de escribir un artículo (Internet…) en el que cuestionaba justamente eso. Más curioso aún (y acaso ésta será una pista que no sé, de momento, a dónde lleva), lo hace en un artículo en el que reivindica el carácter "policlasista" de las manifestaciones opositoras de hoy.