(Excelente artículo de una de las mejores amigas de esta casa, con una larga trayectoria como activista de derechos humanos y actualmente residiendo en Alemania. Con el ojo puesto en el debate actual sobre el sistema interamericano de derechos humanos, Vicmar fija postura desde donde hay que hacerlo: primero hay que redefinir los términos en que se está librando el debate).
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¿Por qué debatir la democracia es debilitar la democracia? ¿Por qué debatir sobre los derechos humanos se asimila a un ataque? ¿Por qué querer hacer luz y preguntarse sobre las instancias internacionales de protección de los derechos humanos, como la CIDH (cerradas, opacas, terreno de tribus de expertxs, al que acceden sólo unxs cuantxs) es una ofensa? ¿Cómo es que un entramado opaco, del que no se debate, es garantía de derechos humanos? La estrategia de la inversión de los derechos hace que sea así: para tenerlos (bajo la ficción de que los tenemos porque están en papel) no hay que preguntarse por ellos; y su defensa consiste en tomar los efectos como las causas; esto es, creer que la subordinación finaliza con la conquista de la legalidad – espejismo de igualdad – y que la opresión está construida desde allí, cuando sólo es uno de los escenarios donde ésta se despliega.
La formulación de los derechos del hombre y del ciudadano, y de la posterior Declaración Universal de los Derechos Humanos (DUDH) convivieron (y compatibilizaron) sin contradicción aparente, con diferentes momentos del colonialismo europeo. Primero con la expansión colonialista liberal/burguesa, que siguió con el arrase simbólico y material de pueblos y culturas. Y luego con el proceso de descolonización tutelada, que ocurría mientras se proclamaba la DUDH y que funcionó para desplegar en los pueblos otrora arrasados, el sistema jurídico político que los haría (ahora sí) vivir bajo el «todos somos iguales ante la ley», proclado ya hacía bastante, y reeditado por la DUDH. Pero como bien ha precisado Hinkelammert, la sangre derramada por el Occidente no deja manchas, pero sí estelas de libertad. Así que olvidemos lo pasado y comencemos de nuevo, habrán dicho los colonialistas de entonces.
Entre las muchas luchas de emancipación (tampoco es así que todo este entramado se deplegó sin queja alguna), vendrán las de las mujeres y las feministas, para hacer foco sobre una forma de dominio (que convive, apoya y se apoya con la del capital) letal (aunque menos visibilizada): el patriarcado. A las formas de opresión en las que la igualdad convive con esclavitud y la libertad de los iguales se forja con la sangre de los diferentes, se suma la codificación humana en dos sexos (que dejará por sentado la ideología liberal es «natural»). Así, aunque los derechos humanos nos digan que todos somos iguales, uno de los sexos detenta el privilegio de la política y lo público, y al otro nos ha correspondido el de la exclusión (y reclusión) en lo doméstico, la reproducción, la susbsistencia y el cuidado. Así los iguales (que encarnan la ciudadanía) siguen siendo varones, propietarios, padres de familia y – de la mano de las luchas obreras y del estado de bienestar- obreros. A la pelea por develar más y más el entremado que excluye a la mujer y a todo lo desemejante al modelo de sujeto masculino, se suma la pelea por mostrar de qué está armado el poder que subyace a los modelos de democracia, y que es de un sustrato patriarcal.
Para desmontar la inversión de derechos y la naturalización de las desigualdades, además de reivindicar la necesidad de debatir sobre los modelos de democracia, lo otro será preguntarnos (y discutir) sobre las coordenadas del debate. ¿A cuál debate le queremos entrar? Porque así como pensamos que es una la cultura que encarna los valores univesales (la occidental), que es una la igualdad, una la libertad, unos los derechos humanos, uno el sexo privilegiado, una la democracia y una la contradicción principal, así (igualito) pensamos que es uno del debate (cuando se acepta que haya debate).
Los derechos humanos son un producto cultural con historia y contexto, no una entidad metafísica caída del cielo. Por tanto susceptibles de sumar tanto contenidos de regulación (sometimiento), como contenidos emancipatorios (contrahegemónicos). Retomarlos desde allí podría contribuir a deslocalizar el debate encerrado en los procedimientos y las reglas (que no se discuten), y que nos hacen aceptarlos tal cual están, «para no perder lo ganado». Nos han dicho (y nos hemos tragado) que si los debatimos perdemos conquistas ¿Cómo así? ¿Cómo es que democratizar es perder democracia? ¿Por qué debemos partir de lo existente sin preguntarnos a qué responde y a quiénes beneficia y a quiénes no? ¿Cuándo renunciamos a la sospecha y la visión crítica del mundo en nombre de la democracia?
A propósito del Sistema Interamericano de protección de los derechos humanos, hay abierto un debate y propuesta una discusión, desde Venezuela; y que se engrana con otro debate más amplio y que ya suma años, impulsado desde los espacios de lucha de los movimientos sociales, como el Foro Social Mundial. Estamos invitados a debatir y por tanto a democratizar los derechos humanos y las instancias internacionales de protección, para que estos sumen a las luchas contrahemónicas.
Tenemos el chance de hacer luz sobre procedimientos opacos, preguntarnos por qué las instancias de «protección de los derechos humanos» son ajenas a la gente (que las desconoce); preguntarnos y debatir por qué hay países cuyas violaciones a los derechos humanos (en todos los países se violan, hay que decirlo) son sobrevisibilizadas (como Venezuela o Cuba) y en otros invisibilizadas (como Israel o Estados Unidos) ¿Por qué los derechos sociales, esos que apuntan a construir sociedades más igualitarias, tienen menos desarrollo normativo e institucional? ¿Por qué el sujeto de la mayoría de los tratados de derechos humanos es el individuo y no los Pueblos? Y hacerlo sin bajar la cabeza (no dejarnos amedrentar) ante y por los saberes especializados. Más bien pedirles (exigirles) a estos que se hagan transparentes y que se aplique lo que exigen. No debemos perder ni renunciar a estos espacios, sino ganar terreno de debate democrático en el sistema de los derechos humanos. Que suma debate a ese otro más amplio, de contenido contrahegemónico.
El debate está servido, hay chance y ganas. Toca tomar postura. Allí donde el debate produce rechazo y miedo, es porque se sigue anclado en la inversión según la cual democratizar los derechos (lo que pasa por sus instancias) es perder conquistas. Quienes asumen la apuesta, debatirlos para democratizarlos, potencian su contenido de lucha por la dignidad humana, entendida en clave de emancipación democrática.
Los derechos humanos son inherentes a la condición de ser humano, hace muchos años que ésto está entendido así, sólo aqui en Venezuela aún discutimos que si tal derechos está ó no en la constitución. Todo derecho reconocido ó no que corresponda a los seres humanso se entiende reconicido en nuestra constitución, y no desde 1999 sino desde 1961, esto se llama Criterio Progresivo de los Derechos Humanos, así pues la eventual discusión sobre los derechos como construcción cultural, deja de tener sentido, pues se ha venido imponiendo un criterio ius naturalista del tema.Los organismos internacionales de protección de los derechos humanos, que dependen de organizaciones Internacionales, hacen una espléndida labor, basta meterse en la página web de la CIDH y la Comisión, por ejemplo, para revisar casos de violaciones en toda América, incluyendo casos en los EEUU donde abundan por cierto. El caso El Amparo ( en Venezuela)es un buen ejemplo, el caso Barusch Ivcher en Perú es por cierto ejemplarizante. Nada está invisibilizado, basta leer, Tienen tiempo?. Se sorprenderán!Las fallas tienen mas que ver con la imposibilidad de ejecución de sus decisiones por encima de la soberanía y jurisdicción de cada país. El concepto de jurisdicción imperante aún en el mundo, ha impedido la labor de la justicia internacional, salvo los juicios de Nuremberg (juicios por crimenes de geurra a los Nazi) y casos como el de Pinochet en Inglaterra hace algunos años, e intentos de el juez Baltasar Garzón en la Audiencia Nacional de España, ningún pais permite normalmente que una decisión internacional sea ejecutada en su territorio sin un proceso de revisión de su propia justicia al menos, mientras tanto la impunidad en la violación de derechos es ostensible.Los organos están formados por expertos si, abogados que saben de lo que hablan cuando hablan de derechos humanos, se trata de CORTES no de sitios de deliberación u opinión, tienen que se expertos, de lo contrario los juicios no estarían basados en criterios objetivos que están en la Convención Americana sobre los Derechos del Hombre, que han sido aceptados por todos los paises del continente.Para la deliberación constante está la Asamblea General de la OEA, y/o de la ONU, donde se pueden verter criterios de toda índole para la discusión y el debate, además de las ONG mucho mas abiertas, permeables, y eventualmente bañadas de tendencias que permiten la discusión dinámica cerca de la gente.Ni por un instante quiero decir que ésto debe permanecer sin cambio para siempre, creo en la fuerza de los cambios, sin embargo, los cambios deben hacerse, en mi criterio, sobre las bases ya construidas, que por cierto son muy sólidas y han permitido avances en toda América y el mundo, nadie va a inventar el agua tibia porque tenga algunos años empapado del tema, y mucho menos desde el delirio de la lucha contrahegemónica de nadie.Saludos,EL MISMO ANÓNIMO,
A propósito de anónimo: Y sí, aquí partimos (y se reivindica) la necesidad del delirio de las luchas contrahegemónicas. Del delirio que surge por que se perturba (se sacude) la razón liberal instrumental, esa que sustenta la ideología liberal y todo su genocidio cultural. Y si eso es inventar el agua tibia, ser irrespetuosos con el saber que, caramba, ha construido tanto pensamiento dominante (que «nos ha hecho muy bien» a decir de pocos). Pues venga, sí, de eso justo se trata. Anónimo dice «que tengamos derechos hace mucho que se entendió así, así pues la eventual discusión sobre los derechos como construcción cultural, deja de tener sentido, pues se ha venido imponiendo un criterio ius naturalista del tema». Veámos que nos dice el «criterio iusnaturalista»: que tenemos derechos porque existen en la norma, y porque la norma (el derecho y su teoría juríridico política liberal) expresa la verdad de los principios trascendentales, metafísicos, vista que ella surge y regula el orden de lo público, donde habitan los seres racionales (que x racionales emanan verdades). Así pues, por ese lado, resuelto (expulsado) contexto histórico, sociopolítico y situación (de desigualadad y operesión) de los sujetos. No se preocupe usted de dónde y porqué, y a cuenta de quién, usted los tiene y punto.. «Los organismos de ddhh hacen una espléndida labor, basta meterse en la página web de la CIDH» Fácil, igualamos publicidad a transparencia (cortesía de la ideología liberal) y listo. Por esa lógica, hasta la CIA tiene página Web y de qué hablamos cuando señalamos las estrategias de opacidad de la ideología liberal (y de las instancias de ddhh). En este mundo interconectado y sometido a la globalización, pues ya no nos quedarán secretos, ni nada que develar. Vaya usted y haga click en la página web o el blog correspondiente, y listo.Y para seguir con los delirios (que tanto descolocan), aqui suscribimos el manifiesto cyborg del feminismo radical «ni desde arriba, ni desde ningún lado, ni desde la simpleza», Situadxs. De lo que se trata (y al debate que invitamos) es comprender que el desmontaje, que discutir y debatir, no significa pasar con una máquina aplanadora por lo construido (aunque habría que decir que a veces provoca) -y no por falta de voluntad, sino porque no existe el borrón y cuenta nueva, como si de categorías puras y desconectadas se tratase (allí lo ocurrido y aqui lo que viene). De lo que hablamos (junto con muchxs que se suman) es de adentrarse en las interconexiones, situarse en el espacio histórico, contexto, de relaciones de poder que atraviesan lo que queremos mirar/desentrañar, en este caso, los derechos humanos como paradigma. Porque de lo que se trata es que los ddhh comiencen a operar en función de las 3/4 parte de este planeta que han estado y siguen excluidas de esos derechos que están en las normas (y en nuestra constitución), que los ddhh den la cara a quienes les han dado la espalda. Construir, pues, desde la reflexión y prácticas antagonistas. situadas, corporeas, materiales, con narraciones propias y bien lejos del corral del pensamiento dominante (aunque sea en deseo) y de las abstracciones metafísicas.