Breve historia de una pulseada

Como extranjero en el reino de las tangas: así lucía aquel hombre de hombría puesta en duda, macho no-macho, garza blanca en el desierto, de ademanes quebradizos. Demasiado contoneo en medio de tanta voluptuosidad femenina. Por eso mismo, cuando el árbitro del concurso de pulseadas señaló de viva voz: «No se permite el muñequeo», nunca una regla sonó tan ridícula, tan fuera de lugar. ¿Cómo impedirle el muñequeo a un tipo del que todo el mundo sabe que el muñequeo le distingue?

Entre risas y más muñequeo, en medio de las carcajadas y algunas risas cómplices del público presente, aquel macho no-macho, aquel hombre-garza blanca ensayó la respectiva vacilación fingida, la duda calculada: concursar o no concursar, he ahí el dilema. Para el público no había dilema: quería concurso, y nuestro macho-no macho supo que había ganado la primera mano. Ahora venía la segunda: la verdadera pulseada.

Tomó asiento, dirigió una fugaz mirada a su contendor – para qué decirlo: éste sí, macho-macho de verdad – antes de limpiar delicadamente, con la palma de su mano izquierda, el lugar exacto en el que posaría su codo derecho. El árbitro descansó sus dos manos sobre las manos competidoras hasta que alcanzaran la correcta postura. Procedió entonces con la señal de inicio.

Contra todo prejuicio, que es lo mismo que decir contra todo pronóstico, el macho no-macho tomó la delantera con una sacudida, que casi termina con la partida apenas iniciada. El ánimo del público se desplazó de la simpatía a la militancia, de espectador a barra brava, a tribuna encendida. El macho-macho apeló al orgullo herido o tal vez al apellido, como quien recurre a la casta en los momentos definitorios. Difícil saberlo. Lo cierto es que logró equiparar músculos con músculos: la partida está empatada, hay que empezar de nuevo.

Pero sucedió que cuando el macho-macho iba, su par ya venía de regreso: de un envión volvió a poner las cosas en su sitio, que aquí quiere decir: al macho-macho contra las cuerdas y a las puertas de una penosa y humillante derrota. Lo demás fue casi trámite: la mano del macho-macho finalmente sucumbió ante la fuerza de la otra, y fue a estrellarse en el plástico arenoso de la mesa.

Mentiría si les digo que no he presenciado una ovación tan cerrada y un estallido de júbilo semejantes en los últimos años, porque lo cierto es que hemos obtenido unas cuantas victorias: peleadas, sufridas, holgadas, memorables. Pero sí debo reconocer que jamás imaginé ser testigo de semejante celebración en una atestada Playa Grande, en Choroní, un jueves de Semana Santa. Y entonces pensé que algo, por mínimo que fuera – y por larguísimo que sea el trecho por andar – debía haber ocurrido en este país en la última década, para que un auditorio plagado de machos-machos, nacidos para ser homofóbicos, dueños y señores en un ambiente tradicionalmente hostil a la diferencia, celebrara tan ruidosamente la victoria bien fraguada de aquel macho-no macho, rey indiscutible en el reino de las tangas.

En eso pensaba aquel Jueves Santo, y tal vez en un par de asuntos más, cuando supe de la huelga de hambre que el mismo día había iniciado Evo Morales en Bolivia, para forzar a las fuerzas opositoras en el Congreso boliviano a aprobar la ley electoral que permitiría realizar elecciones el próximo 6 de diciembre.

Los días que la tradición reserva a la pasión y la gloria, yo los reservé para Sandra Mikele, la playa, la arena, el sol y el río. Y así llegó el Domingo de Resurrección, con su viaje de regreso y al mediodía ya en casa. Entonces tuve el primer chance en días de leer las noticias. Supe de la conversación telefónica entre Chávez y Evo y me leí la brevísima nota de Telesur que recogía la frase del boliviano: «Vamos a librar esta batalla que… es una pulseta de los pueblos oprimidos y los grupos oligárquicos».

Me vino a la mente el recuerdo fresco de aquella pulseada en Choroní, de ese jolgorio extraño que finalmente atribuí a la solidaridad que nos inspiran aquellos que – como de alguna forma nosotros mismos y por diversas razones – han sido vilipendiados, humillados, discriminados. Y en eso fui a dar a El Universal, y agradecí una vez más el infinito genio de Rayma, que resumió en una imagen simple y un par de frases toda una larguísima historia de vilipendios, humillaciones y discriminaciones: «Evo no tiene hambre, sino sed de poder».


Puesto que así es la oligarquía, así son sus periódicos, radios y televisoras, así son sus elites y sus cipayos: cada vez que los humillados, vilipendiados y discriminados de estas tierras obtienen alguna victoria, por pequeña que sea, se apresuran a gritar con amargura y a los cuatro vientos:

¡MARICONES! ¡MARICONES!

8 Respuestas a “Breve historia de una pulseada”

  1. Con tu visión perspicaz para los detalles, y con cada vuelta de tuerca que haces en tus críticas y crónicas, te has ido volviendo un infalible escritor de finísima pluma. Te felicito.Erik Del Bufalo

  2. Reinaldo, comparto contigo la queja hacia el insulto, la vejación, y la humillación que sufren aquellos que son rechazados y que en ocasiones son minorías.No hay derecho alguno que pueda proteger a quien veja a otro por su condición racial, por su sexo y por su inlcinación sexual, por su posición socio-económica, por su militancia política, por su opinión, en fin…. por cualquier razón. (Ojo. El vilipendio no es cualquier insulto, es el insulto a las autoridades que se clasifica como delito y cuya aplicación está prohibida en la Convención Americana sobre Derechos Humanos -delitos de desacato-)En el caso de Evo Morales, está claro que formó parte en algún momento de alguna minoría oprimida y casi esclavizada en Bolivia, no hay duda que ser indígena en latinoamerica ha sido motivo suficiente para el desprecio y exclusión, lo cual es simplemente un crímen.Sin embargo, Evo Morales es hoy el presidente de Bolivia, eso lo coloca en una posición de absoluto privilegio y poder haciéndo ridículo que el presidente haga huelga de hambre, como si fuera una persona sin mas recursos ante el abuso del poder, cuando él mismo es el poder.Tener que negociar con los demás poderes que no domina, es lo normal, lo regular, lo democrático y lo deseable, lo demás es poco mas que un acto de malcriadez.Todo para nada, finalmente tuvo que sentarse a negociar igual, sin haber obtenido una posición de ventaja, sino algún rédito político al mostrarse como alguien mas del pueblo, cuando ya no lo es, es el presidente. ¿Manipulación?EL MISMO ANÓNIMO

  3. El mismo anónimo:Desde la línea en que «aclaraste» la definición de «vilipendio» ya sabía por dónde me venías. (Tú sabes perfectamente bien que yo no me refiero a esa clase de vilipendio).El razonamiento es harto conocido: los indios en Bolivia fueron una «minoría oprimida» y ahora son el Poder (en mayúsculas).Pero resulta que justamente Bolivia es la demostración más palpable de que una cosa es que un indio ocupe la presidencia y otra muy distinta es que «él mismo» sea el Poder.Eso que tú llamas «el poder» está en Santa Cruz, no en La Paz. Y es sobre todo el poder económico. Un poder que sigue despreciando al indio, al que todavía esclaviza, al que no considera humano. Eso sucede hoy día.Y sin embargo, imagino que los habrá en Bolivia quienes denuncien a Evo por «ridículo», «malcriado», «manipulador» y autoritario, porque, abusando de su «posición de absoluto privilegio y poder», está persiguiendo injustamente a todos quienes lo «vilipendian».

  4. Reinaldo, estoy de acuerdo contigo, solo que Evo Morales como presidente, que és un poder mas grande que el que cualquier otro pueda tener aunque no sea el máximo poder frente al poder económico que hay en Santa Cruz, está obligado a negociar, a ponerse de acuerdo con las distintas tendencias de su país, y hacer una huelga de hambre no es una herramienta de negociación, al menos no una herramienta leal viniendo del presidente de ese país, que seguramente tiene otros recursos para hacer que quienes no están de acuerdo con él, tengan que sentarse tambien y ceder.Saludos,EL MISMO ANÓNIMO

  5. El mismo anónimo:Evo no ha dejado de negociar.No entiendo, además, qué te impide planteártelo de esta manera: Santa Cruz no tiene absolutamente ningún derecho a imponerle su «autonomía» a toda Bolivia. Como se trata de imponerla, pero son la minoría blanca y supremacista, entonces ahí sí cabe hablar de «negociación».La elite sólo «negocia» cuando se ve perdida. O cuando se ve en posición de desventaja.

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