Fidel y la derrota

Mucho se ha comentado sobre el discurso de Chávez el pasado 6 de diciembre en el Poliedrito (para escuchar una parte, pulsa aquí). Chávez se ha granjeado el liderazgo del proceso bolivariano por hacer exactamente lo contrario de lo que hizo aquel día: no escuchar al pueblo.

Ayer por la mañana el cámara Gavimán me comentaba que sería conveniente darle difusión al discurso de Fidel en el que anunciaba al pueblo cubano que no podrían alcanzar la meta de los 10 millones de toneladas de azúcar. Corría el año 1970.

Ayer mismo, ya por lo noche, me llamó la atención una nota de prensa (del día anterior) de la Agencia Bolivariana de Noticias titulada así: «Diosdado Cabello asume responsabilidad de la derrota del 2D en Miranda«. Les transcribo los tres primeros párrafos:

Los Teques, 12 Dic. ABN.- “Yo asumo toda la responsabilidad de la derrota sufrida en Miranda el pasado domingo 2 de diciembre en el referendo constitucional”, manifestó este miércoles el gobernador del Estado Bolivariano de Miranda, Diosdado Cabello Rondón.

“Al parecer, una derrota no tiene padre, pero si hubiera sido una victoria tendría muchos. Por eso, si nadie quiere asumir la responsabilidad de la derrota en todo el país: ¡Yo la asumo también!”, dijo.

Cabello, integrante también del Comando Zamora, considera que el presidente de la República, Hugo Chávez no es responsable de lo ocurrido durante el proceso refrendario. A su modo de ver, la culpa es de los flojos que se abstuvieron de ir a votar.

Así mismo como lo leyeron: «la culpa es de los flojos que se abstuvieron de ir a votar». Así, pues, ante este despliegue de insuperable capacidad de análisis de los representantes del alto gobierno bolivariano, y a petición, les dejo un fragmento del referido discurso de Fidel Castro.

¿Verdad que provoca irse un mes, digamos que 15 días antes y 15 días de las elecciones a gobernadores, a ver qué van a hacer? Tranquilo Diosdado: a la hora de la chiquita, el pueblo jamás agarra vacaciones.

DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, PRIMER SECRETARIO DEL COMITE CENTRAL DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA y PRIMER MINISTRO DEL GOBIERNO REVOLUCIONARIO, EN EL ACTO DE RECIBIMIENTO A LOS ONCE PESCADORES SECUESTRADOS, EFECTUADO FRENTE AL EDIFICIO DE LA EXEMBAJADA DE LOS ESTADOS UNIDOS DE NORTEAMERICA EN CUBA, EL 19 DE MAYO DE 1970.

(FRAGMENTO. Para leer completo, pulsa aquí).

Aquí a nadie se le han ocultado las dificultades de la zafra. Aquí se ha publicado y se está publicando y se seguirá publicando hasta el último día tonelada por tonelada toda la que se produce. Se han estado publicando los rendimientos de la caña: los rendimientos programados, los rendimientos realmente encontrados. Hemos estado publicando esas dificultades desde el principio: las dificultades en Oriente, las dificultades industriales muy serias que hemos tenido a lo largo de la zafra. Aquí no se le ha ocultado eso a nadie. Y aquí, además, está el país entero haciendo un esfuerzo descomunal, un tremendo esfuerzo, como jamás lo ha hecho nunca.

Y ciertamente tenemos dificultades. Eso no se le va a ocultar a nadie y se publica todos los días.

¿Qué cálculo han hecho los imperialistas? Ellos calculan que si no logramos la victoria suprema de los 10 millones, entonces ese será el momento sicológico para agredir el país y para elevar la cosa de la contrarrevolución.

Yo les debo decir con toda franqueza que las dificultades que tenemos son muy serias. Y que era nuestro propósito en esta segunda quincena de mayo hacer una amplia exposición sobre la marcha de la zafra, y que hemos tenido todos estos problemas, toda esta situación.

¿Qué han estado elaborando? La tesis de que queremos crear un incidente. ¡Cómo si este país cada vez que le han agredido a los pescadores no hubiera respondido!

Hace cinco o seis años capturaron unos barcos de pesca en Estados Unidos. Y en aquella ocasión le cortamos el agua a la base naval de Guantánamo. ¡Se acabaron los suministros de agua! Incluso sacaron a miles de obreros que estaban allí. Y este país sin importarle el riesgo sencillamente los obligó a hacer una planta allí para desalinizar el agua de mar.

Cuando secuestraron el “Alecrín” nosotros teníamos medidas preparadas. ¿Por qué no las tomamos? Porque siempre no se puede tomar, en cada caso, la misma medida. A veces no se puede tomar inmediatamente. Y nosotros calculamos: todo esto es una jugarreta electorera, en medio de un proceso electoral, para que cuando nosotros tomemos alguna acción agitar eso en favor de la pandilla de ladrones que están allí. Y sencillamente esperamos. Pero nosotros, como dijimos una vez, hubiéramos podido tomar unas cuantas acciones.

Y estos miserables cuando desembarcan por Baracoa y el país lo denuncia, cuando secuestran a 11 pescadores, la tesis que ha estado elaborando ese agente espía que tenemos aquí a nombre de la Reuter es que todo esto era resultado de que la Revolución tenía dificultades y que por eso —para apartar la atención de la zafra— estábamos inventando estas movilizaciones. Y no puedo concebir nada más canallesco.

Y no lo puedo concebir —como les decía anteriormente— porque ahí están a la luz pública todos los datos, y ahí está la historia de esta Revolución, y el sentido de la responsabilidad de los hombres de esta Revolución. Y creo que algo más: el valor de nuestro pueblo y el valor de los hombres de esta Revolución (APLAUSOS).

Y lo que puede decir nuestro pueblo y lo que podemos decir todos nosotros es que jamás en la historia de este país se ha estado llevando un esfuerzo como el que se ha estado haciendo, se ha estado realizando un esfuerzo sobrehumano como el que estamos realizando.

Nos hemos encontrado dificultades. ¿Le vamos a echar la culpa a alguien? ¡No! ¿Se la vamos a echar a los imperialistas? ¡No! No se la vamos a echar ni siquiera a los mercenarios que desembarcaron. Ellos querían interrumpir la zafra. No se la vamos a echar a estos miserables de la CIA que secuestraron a los pescadores. ¡No! ¡Nos tendremos que echar nosotros mismos la culpa!

Un pueblo revolucionario no tiene que estar culpando a nadie de sus dificultades. Y si nosotros la victoria suprema no la alcanzamos, no habrá que buscar a nadie más culpable que nosotros mismos. Y sencillamente no andaremos ni inventando incidentes. Eso es de criminales. No andaremos inventando excusas.

Reveses ha sufrido la Revolución, y los ha sufrido más de una vez, ¡y reveses de verdad! ¿Y los sufrimos cuántas veces a lo largo de la historia revolucionaria? En el Moncada, en el Granma nos quedamos seis o siete con unos pocos fusiles, cuando la Huelga de Abril. ¡Montones de veces!

Si nosotros no hacemos los 10 millones tendremos dos cosas: una derrota moral incuestionable. No hay duda. ¿Y eso por qué? Porque nosotros creemos sinceramente que existían las condiciones objetivas para imponerse y alcanzar una meta de esa naturaleza.

Si esa meta no se alcanza, solo sobre nosotros mismos, sobre los revolucionarios, habrá que buscar las causas, las razones, que no son objetivas y que son subjetivas. Tendríamos que hacer el recuento de todas nuestras debilidades, ineficiencias, que todavía nos quedan en el proceso revolucionario. Tendríamos que sacar esa cuenta, pero con valentía. Afrontar una derrota. Sí. Moralmente no alcanzar los 10 millones sería una derrota. No hay la menor duda.

Subjetivamente para nosotros significaría que estuvimos por debajo de las posibilidades, significaría que no fuimos capaces de alcanzar esa meta. Objetivamente no. Nosotros no tenemos la menor duda de que lo que el país está haciendo hoy y lo que el país está logrando hoy significará un récord de incremento de producción que no se ha logrado jamás en la historia económica de ningún país, incluso un récord que ni nosotros mismos volveremos a alcanzar jamás. Y una buena prueba de ello es que dos meses antes ya hemos dejado atrás el máximo de producción de los capitalistas (APLAUSOS), cuando en este país había medio millón de desempleados, medio millón de hombres esperando angustiosamente que empezara la zafra.

Y nos quedan más de 20 000 caballerías de caña todavía por cortar y por moler.

Hemos estado haciendo caminos para enfrentarnos a la zafra en condiciones de lluvias; hemos estado haciendo esfuerzos sobrehumanos. ¡Y mantendremos esta batalla hasta la última caña, hasta la última caña! (APLAUSOS)

Hemos encontrado el problema de los rendimientos. Ha sido la más grave de las dificultades que hemos encontrado, derivadas de las inversiones industriales en primer lugar, y también de los problemas operacionales en los centrales. Y esta cuestión la analizaremos ampliamente.

Pero sí deben saber nuestros enemigos que se anden quitando ilusiones. ¡Ellos no saben lo que es una revolución!

Claro, que si una revolución se propone un objetivo y no lo alcanza, eso a todos nos duele en lo más profundo de nuestros corazones y nos hiere en lo más profundo de nuestra vergüenza y de nuestra dignidad. Pero de creer que un revés revolucionario sería la hora de ajustar cuentas con la Revolución, sería la hora del regreso de los criminales, de los explotadores, de los vendepatria, ¡ah, de ahí allá hay una distancia sumamente grande! (APLAUSOS)

Un pueblo revolucionario sabe sacar lecciones de las victorias, pero incluso las sabe sacar mejor también de los reveses.

De manera que la línea que ha seguido la Revolución es la más amplia publicidad de toda la marcha de la zafra. No hay ningún fundamento. Y solo los miserables pudieran haberse imaginado que los esfuerzos que la Revolución realiza —el esfuerzo realizado para combatir a los mercenarios de Baracoa, o para rescatar a los pescadores— hayan sido invenciones para ocultar nuestras debilidades o para ocultar nuestras dificultades. Y esa ha sido una de las cosas.

Y nosotros sobre este problema hablaremos oportunamente y explicaremos. No creo que sea este el momento de hacer la completa y exhaustiva explicación acerca de la marcha de la zafra.

Pero si ustedes quieren que les diga con toda claridad la situación, es sencillamente que no haremos los 10 millones. Sencillamente. No voy a andar con rodeos para decirlo.

Creo que para mí, igual que para cualquier otro cubano en un grado muy alto, significa realmente algo muy duro. Significa algo muy duro, tal vez más duro que ninguna otra experiencia en la lucha revolucionaria.

Porque a veces hemos sufrido la derrota. La sufrimos en el Moncada —éramos todavía unos cuantos—; la sufrimos en el Granma —éramos todavía unos cuantos—; nos dispersaron unas cuantas veces —éramos unos cuantos. Eramos muchos más, pero todavía no muchos, y derrotaron a nuestro movimiento revolucionario en abril. Pero todavía éramos unos cuantos.

Esta vez no somos unos cuantos. Esta vez somos un pueblo entero —¡entero!— dedicado con un honor y con una dignidad tremendos a una tarea, trabajando de una manera sobrehumana en conseguir un objetivo en que veíamos una bandera de nuestra causa, en que veíamos una bandera del socialismo, en que luchábamos con el ardor con que los revolucionarios deben luchar por sus objetivos.

Muchos no estarán de acuerdo con que se hable de derrota. Muchos dirán que no tiene que hacerse ningún tipo de comparación con otras experiencias y otros acontecimientos.

¡El hecho de que se hable así es para que se sepa nuestra actitud revolucionaria! ¡Es para que se sepa que nosotros no trataremos de encontrar pretextos, no trataremos de encontrar excusas! (APLAUSOS) No trataremos de aminorar la critica que nos merezcamos todos, sin ninguna excepción.

Ahora, nunca se engañó al pueblo, ni se le engaña en este momento, cuando todavía queda mucha caña por cortar y todavía queda mucha azúcar por producir; pero siempre dije: “El día y hora que de acuerdo a la situación y tengamos todos los cálculos, sepamos que no alcanzamos —por las razones que sean— los 10 millones, se lo diremos al pueblo.” No mantendremos una ilusión hasta última hora. No la mantendremos porque no sería honesto. No es por esos medios con los que nosotros tenemos que movilizar al pueblo para realizar el esfuerzo, ¡y no lo haremos jamás! (APLAUSOS) y lo dije.

La última vez que hablé sobre la zafra fue en febrero, y expliqué allí con todo lujo de detalles, central por central, la situación, los problemas, los movimientos de caña, los caminos; todos esos esfuerzos se han venido realizando meticulosamente. Ahora, los rendimientos estaban una arroba o más por debajo de lo que debían estar los rendimientos en azúcar. Teníamos más caña, y tenemos más caña que la caña que se programó para los 10 millones: teníamos y tenemos más caña que la caña que se programó para los 10 millones. Y estamos cortando y cortaremos más caña que la caña que se programó para los 10 millones. Pero en una sola provincia —donde hemos tenido los problemas industriales más serios—, que es en la provincia de Oriente, tendremos un déficit de 700 000 toneladas de azúcar. Esa provincia tenía que producir no menos de 3,2 millones de toneladas de azúcar.

Quedaremos por debajo también en la provincia de Camagüey —aunque no en igual escala. Quedaremos en el plan en Las Villas; por arriba del plan en Matanzas —del plan que se hizo en Santa Clara, donde se estipuló toda la caña por provincia—; y unas 70 000 toneladas estará por arriba la provincia de La Habana. Un sobrecumplimiento del plan que, sin embargo, está por debajo de lo que se había proyectado.

En estas dos provincias: Matanzas y La Habana, sobrecumplen ampliamente sus metas: Las Villas alcanza las metas: Pinar del Río las cumple: Camagüey está haciendo ahora un magnifico trabajo, un magnifico esfuerzo, sin embargo, quedará por debajo: y Oriente tendrá un déficit de 700 000 toneladas de azúcar. Camagüey tendrá un déficit de unas 400 000. Entre La Habana y Matanzas un incremento de unas 150 000 por encima de las metas. De manera que la lucha por los 10 millones en este momento se vuelve la lucha por los nueve millones.

¿Y qué debemos hacer? ¿Ocultar al pueblo esto? Sería indigno de nosotros. ¿Desmoralizarnos? Sería indigno de nuestro pueblo. ¿Qué debemos hacer? Sencillamente primero esto: conocer la realidad, pelear hasta la última caña —miles de obreros están listos para salir a apoyar la provincia de Oriente, miles de obreros (APLAUSOS). Y hay que cortar hasta la última caña, ¡hay que cortar hasta la última caña, y pelear como pelearía este pueblo en cualquier circunstancia! ¿Si nos invadiera el enemigo qué haríamos? (EXCLAMACIONES DE: “¡Pelearíamos!”) ¡Pelearíamos hasta la última gota de sangre! Pelearíamos todos. Y cuando fuésemos la mitad, pelearíamos la mitad; y cuando quedara uno, ese uno tiene que seguir peleando (APLAUSOS).

Tiene muchos más incentivos sin duda luchar cuando se está cerca de la meta, cuando está a la vista, como el corredor de una distancia larga, que ve la meta y tiene a la vista de esa meta las energías para la lucha final. Creo que será una demostración de valor y de condición revolucionaria luchar cuando incluso esa meta no está a la vista, cuando incluso sabemos que esa meta no será alcanzada.

Desde el punto de vista objetivo nuestros enemigos hasta la saciedad explotarán el no cumplimiento de esta meta. Meta que mostró el límite de nuestra capacidad, que mostró el límite de nuestras fuerzas; que nos demostró a nosotros que estábamos por debajo de lo que creíamos; que nos demostró o que demostró a nuestra Revolución que no estaba todavía tan alta como suponíamos; que nos demostró a todos nosotros nuestras limitaciones.

El enemigo sacará todo el partido de eso. Y no debemos culpar a nadie, sino a nosotros mismos. Para nosotros, para adentro, para los revolucionarios, habremos de tener en cuenta también el esfuerzo tremendo realizado por el pueblo; habremos de tener en cuenta que alcanzaremos —aun sin llegar a los 10 millones— elevar a un ciento por ciento, cuando menos, la producción azucarera del pasado año y elevar en un 70% el promedio de producción de azúcar de los últimos 10 años.

Y nosotros podemos decir aquí que tal proeza, que tal proeza no la ha hecho jamás en el desarrollo agrícola ningún país del mundo. Pero nosotros podemos decir también que tal proeza no la volverá a hacer ningún país, ni nosotros mismos. Es proeza porque se partió de un nivel alto. Seremos dos veces el mayor productor de azúcar de caña en el mundo, dos veces; el que produzca detrás de nosotros estará por la mitad debajo de nosotros. De manera que habremos escrito una página. Eso es para nosotros: eso no es para afuera.

Y debemos saber tener la entereza de revolucionarios para convertir el revés en una victoria (APLAUSOS). La victoria habría podido conducir al relajamiento. La victoria habría podido conducir a la idea de que todos los problemas estaban resueltos. El revés debe conducirnos a la realidad; debe conducirnos a la conclusión de que estamos lejos de haberlo hecho todo. En la victoria habríamos tenido que cuidarnos del exceso de optimismo; en el revés debemos multiplicar nuestras energías, multiplicar nuestra fuerza.

No tendremos que preocuparnos de la desmoralización. Se desmoralizan los pequeñoburgueses, se desmoralizan los gusanos. ¡Los revolucionarios no se desmoralizan jamás! (APLAUSOS) Sacan fuerzas de sus reveses, sacan fuerzas de sus dificultades, y siguen adelante.

Y esto es lo que nos enseña la historia de nuestro país desde las primeras luchas por la independencia, desde la Guerra de los Diez Años —¡diez años!—, que terminó en la derrota total —¡diez años!—, que terminó en el Zanjón. Y, sin embargo, se volvieron a levantar y prosiguieron adelante y llegaron a lo que hemos llegado hoy.

Claro está que nosotros decíamos siempre que estamos haciendo un incremento de arroz extraordinario —incremento que bate todos los récords—, porque en dos años estamos elevando seis veces la producción de arroz. En pesca, en diez años, este año estaremos elevando ocho veces la producción del pescado que encontramos al triunfo de la Revolución. Pero nosotros decíamos: no nos medirán por lo que pesquemos, no nos medirán por el arroz que produzcamos, no nos medirán por las carreteras, escuelas, ni presas que construyamos. Nos medirán por los 10 millones, porque hemos convertido esta cuestión en la cuestión principal, fundamental.

Hemos concitado la solidaridad de todo el mundo: han venido de todos los rincones del mundo a ayudarnos, llenos de ilusión, combatientes vietnamitas entre ellos (APLAUSOS); jóvenes de países capitalistas, jóvenes de países socialistas. Dos brigadas de jóvenes norteamericanos estuvieron aquí también ayudándonos (APLAUSOS).

Nos medirán por los 10 millones y, en consecuencia, esa será la medida de la Revolución. Y nos mediremos nosotros también por los 10 millones: mediremos nuestras debilidades, tomaremos conciencia de que estamos por debajo; pero sobre todo nos mediremos con la actitud ante el revés, con la actitud ante el dolor, con la actitud frente al golpe, incluso digámoslo: con nuestra actitud ante la humillación.

Ciertamente no era nuestro propósito en la noche de hoy plantear este problema. Nuestro propósito era explicar algunos de los argumentos que se han usado contra la movilización. ¡Si nosotros quisiéramos crear un conflicto, si nos faltaran a nosotros posibilidades y ocasiones para crear un conflicto…!

Y la política de la Revolución ha sido siempre la de ir adelante, resolver los problemas de manera responsable, de manera honesta.

Pero hay algo dentro de nosotros frente al pueblo, algo que siempre será demasiado poderoso, y es la lealtad al pueblo, el respeto al pueblo. La mera idea de que la simple alusión a las dificultades pudiera parecer aquí, pudiera parecerle a cualquiera que se intentaba disimular esas dificultades, de que se intentaba ocultar una verdad o una realidad, nos decidió a introducir estas informaciones que les acabo de dar.

Hablaba de qué es lo que debíamos hacer ahora al regreso de los pescadores. Eso explicaba. Algunos han dicho distintas medidas: Cortemos la salida de la gusanera. Otros han dicho: ocupemos el edificio.

Y sobre esto lo que nosotros queremos decir es lo siguiente: no debemos gastar una sola de las armas del arsenal que nos queda. La batalla es larga. Para tomar posesión de esa embajada, en el instante que lo creamos conveniente, basta con que el Gobierno Revolucionario le retire a la embajada suiza su condición de representante de los intereses de Estados Unidos en Cuba (APLAUSOS). ¡Basta eso! Una sola medida legal y el hilo de la telaraña se…

(DEL PÚBLICO LE DICEN: “¡No se oye!”) Parece que se cortó algún micrófono.

Lo leen mañana en el periódico. No hay otra solución. Dicen que no se oye, yo lo siento mucho. Pero si no oyen esto, pues seguirán gritando allá. Los que oigan algo que les pasen la voz, y que esperen al periódico. Porque queda el resto del público y quedan algunas cuestiones por plantear.

Decíamos que con una simple medida es prerrogativa del Gobierno Revolucionario de Cuba cancelar cuando lo desee el carácter de representante de los intereses de Estados Unidos en Cuba de la embajada suiza. Y entonces este edificio cae como una hoja seca. Y con eso legalmente no tendrán nada con qué defender este edificio.

Ahora, nuestra opinión, no es este el instante de tomar esa medida. Sería gastar una salva más por gusto cuando el objetivo fundamental está logrado. De manera que los enemigos no puedan aparecer usando el argumento de que la Revolución se excedió innecesariamente. Esa debe ser nuestra estrategia.

Hemos ganado una batalla política importante, y la hemos ganado empleando un mínimo de nuestros recursos. Conservemos las demás armas en nuestros arsenales para cuando tengamos necesidad de usarlas.

Ese edificio por ley es nuestro. Ese edificio con una simple disposición, con un simple decreto, y sin necesidad de movilizar las masas, pasa y tiene que pasar con la simple expedición del decreto al Gobierno Revolucionario (APLAUSOS). De manera que no hay que entrar en el patio, no hay que romper ninguna puerta. Tenemos todos los medios legales para que ese edificio pase a nuestras manos.

Cuando desaparezcan los intereses o la representación de los intereses, no aceptaremos que ningún otro país represente tales intereses. Cancelaremos la representación de los intereses de Cuba en Estados Unidos, ¡que no tenemos ninguno, además!, y no es más que un mero formulismo. Y, desde luego, cae también, viene abajo la salida de la gusanera y todas las demás cosas (APLAUSOS).

De manera que si en el momento en que los pescadores están aquí entre nosotros, en el momento en que hemos ganado esta batalla empleamos muchas de las armas que nos quedan en el arsenal de la Revolución, si las empleamos ahora las estaríamos empleando de más.

Y por eso nosotros proponemos al pueblo que lleguemos hasta aquí y que guardemos en el amplio arsenal de la Revolución las demás medidas para cuando las circunstancias lo exijan (APLAUSOS).

Eso es lo que nosotros venimos a plantear al pueblo hoy.

¡Duro papel este papel de moderador! (EXCLAMACIONES DE: “¡Viva Fidel!”) ¡Duro papel! ¡Duro papel este de venir a hablarle al corazón indignado de nuestro pueblo!

Apliquemos la inteligencia. Esperemos. Conformarnos con esta gran victoria del pueblo. No gastemos un solo cartucho más, guardémoslo para cuando lo necesitemos. Evitemos aparecer ante la opinión internacional excediéndonos, yendo más allá de lo necesario. Eso es inteligencia revolucionaria.

Y nadie se entristezca si cree que esta es la última batalla. A nuestra Revolución le quedan muchas batallas por delante, le quedan por delante muchas oportunidades de probar la entereza, el valor y la decisión del pueblo.

¡Duro papel este de venir a expresar todas estas cosas, de decir incluso lo que el deber impone por encima de lo que el sentimiento reclama! ¡Pero nosotros venimos a cumplir ese deber!

¡A nosotros no nos queda nunca otra alternativa que saber cumplir el deber, en cualquier circunstancia, no importa lo difícil que sea!

Era difícil decirle al pueblo esto. Era difícil, porque todo el mundo ha oído hablar miles y cientos de miles de veces. Sin embargo, está dicho, explicado. Y entendemos y creemos que el pueblo lo entiende.

Más duro todavía, créanmelo —¡y eso si es duro!—, es la noticia de los 10 millones. ¡Duro! Y creo que nunca más, ojalá que nunca más me vea en el amargo deber de dar una noticia como esa.

Hemos trabajado como los más por esto, hemos dedicado hasta el último átomo de nuestra energía, de nuestro pensamiento, de nuestro sentimiento. Y lo único que me resta por decirle a cualquier cubano, a aquel que en lo más hondo le duela, o a aquel que en lo hondo más le duela esta noticia, decirle que ese mismo dolor es el dolor que sentimos nosotros, es el mismo dolor que yo siento en este instante. Y decirle a aquel cuya vergüenza y cuyo honor revolucionario se sienta más profundamente lastimado, que esa herida profunda que él siente en su dignidad, en su honor, en su orgullo si se quiere que se diga, es el mismo dolor que yo siento al comunicar a nuestro pueblo esta noticia, y es el mismo dolor de todos nuestros compañeros (EXCLAMACIONES DE: “¡Fidel, Fidel!”).

Y frente a esto, frente a esto: ¡seguir trabajando más que antes!

Nunca se nos podrá olvidar un día triste en las montañas, cuando quedábamos 12 hombres y por un radio de pilas escuchamos un parte del Estado Mayor General del ejército enemigo que decía: “Han sido perseguidos incesantemente” —¡era verdad! “Solo quedan 12 hombres y no les queda más alternativa que rendirse o escapar, si es que pueden.” Y éramos —acertaron en su mentira—, éramos en ese momento 12 hombres: unas horas antes habíamos quedado solo 12 hombres.

Me acuerdo en aquel momento la reacción de todos nosotros: “Quedamos 12, pero no nos rendiremos jamás, no pensaremos jamás en escapar. Seguiremos la lucha y la llevaremos hasta el final, seguiremos la lucha mientras quede un hombre, seguiremos la lucha hasta el último aliento.”

Y así también nuestro sentimiento ahora. El sentimiento del revolucionario solo puede ser uno.

Hemos de trabajar más. Hemos de esforzarnos más. Hemos de engrandecernos.

No hemos de disimular nuestras deficiencias. No hemos de disminuir un átomo nuestras responsabilidades. No vamos a exaltar nuestros éxitos objetivos. Pongamos el acento no en los récords, que quedarán para la historia y que nunca más serán superados: ¡pongamos el acento en el revés y empinémonos sobre el revés, para engrandecernos, para multiplicar nuestras energías, para multiplicar nuestro esfuerzo! (APLAUSOS)

Levantemos la frente, ¡levantemos la frente!, que nos queda mucho por luchar, nos queda mucho por hacer. ¡Levantemos la frente en este instante amargo! Y frente a nuestros enemigos y junto a nuestros deberes más elementales digamos, con más fuerza que nunca —en este minuto feliz por un lado y triste por otro, en este minuto de victoria y de revés—, digamos: ¡adelante, pueblo revolucionario! (APLAUSOS PROLONGADOS) ¡Adelante, con más coraje y con más valor que nunca! (APLAUSOS) y digamos con más profundidad, digamos más alto que nunca:

¡Patria o Muerte!
¡Venceremos!
(OVACIÓN).

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