Develando la estrategia opositora: universidad, violencia y territorio (y II)

IV.-
El miércoles 7 de noviembre, en el programa Buenas noches, que transmite Globovisión, un inefable Stalin González declaraba que «acorralar» a los «agresores» en la Escuela de Trabajo Social de la UCV había sido una reacción «normal» de los buenos muchachos opositores. Dijo más: la acción de acorralamiento estaba plenamente ajustada a derecho, puesto que la intención no era otra que entregar a los «agresores» a los fiscales del Ministerio Público.
Éste constituye otro de los aspectos del discurso asociado a la estrategia opositora: los estudiantes, y en general la «sociedad civil» que se manifiesta en contra de la reforma constitucional, serán siempre la expresión más acabada de las fuerzas pacíficas y democráticas que luchan contra un régimen dictatorial, criminal y violento. En razón de esto, televisoras como Globovisión simplemente desviarán la atención y se abstendrán de hacer cualquier comentario cuando sus mismas cámaras capten imágenes de estudiantes opositores incurriendo en graves agresiones contra la fuerza pública, tal y como sucedió cuando, durante la marcha hacia el Consejo Nacional Electoral, el 1 de noviembre pasado, un joven roció con gasolina un vehículo de la Policía Metropolitana.
Es por esto que el mismo Pedro Luis Flores que, el miércoles 7 de noviembre, repasaba extático las primeras planas de los diarios venezolanos, al toparse con la edición de Panorama del jueves 8 de noviembre, celebró la fotografía que ya analicé en la primera parte de este artículo, pero evitó hacer cualquier comentario sobre otra noticia que también aparecía en primera plana:

En imágenes que fueron transmitidas por el canal estatal, Venezolana de Televisión, el sábado 3 de noviembre (y captadas por un videoaficionado un día antes), puede verse a Yorman Barillas, estudiante de la Universidad del Zulia, militante de Un Nuevo Tiempo (opositor) y candidato a la Federación de Centros Universitarios (máxima instancia de representación estudiantil), alternando con varios jóvenes que, en el transcurso del video, aparecen portando armas de fuego, cortas y largas. Más tarde, ese 2 de noviembre, se produjeron en los predios universitarios enfrentamientos armados entre grupos estudiantiles opositores, que dejaron el lamentable saldo de dos estudiantes muertos. Cinco días después, si no antes, ya esto no era noticia: ni había estudiantes revolucionarios involucrados ni los enfrentamientos tuvieron nada que ver con la reforma constitucional, sino con la postergación de las elecciones estudiantiles y la lucha interna por cuotas de poder.

De acuerdo a la misma estrategia, Globovisión silenció deliberadamente las imágenes grabadas por la televisora comunitaria caraqueña Catia TV, y otras imágenes de Ávila TV, que presentan una versión radicalmente distinta de la difundida por Globovisión. En resumen, ambas televisoras registran el violento ataque del que fueran víctimas los estudiantes refugiados en la escuela de Trabajo Social de la UCV y el destrozo de las instalaciones. Los pacíficos estudiantes opositores la emprendieron con piedras, bombas molotov y, según el testimonio de los estudiantes cercados, con bombas lacrimógenas, niples y disparos. Catia TV capta el momento en que algunos estudiantes opositores vocean consignas que piden la muerte de los bolivarianos.

Ataque contra las instalaciones de la escuela de Trabajo Social de la UCV. Un joven encapuchado opositor lanza una bomba molotov. Fuente: Reuters.

Jóvenes opositores a las puertas de la escuela de Trabajo Social de la UCV. En varias ocasiones intentaron prenderle fuego. Fuente: ABN.

Igualmente, en razón de esta lógica los medios privados silenciaron las declaraciones del señor Pedro Fajardo, conductor de la unidad de transporte que fue incendiada por encapuchados dentro de la UCV, la tarde del 7 de noviembre, y que desmiente, en entrevista concedida a Ávila TV, la versión (de las autoridades universitarias) según la cual los responsables habrían sido los estudiantes revolucionarios, que a esa hora se hallaban refugiados en la escuela de Trabajo Social.

Mención aparte merece el hecho de que las cámaras del principal canal del Estado, Venezolana de Televisión, no estuvieran presentes en el lugar de los hechos. En todo momento dio la impresión de que la respuesta al cerco mediático que pretendían imponer los medios opositores, corría por cuenta de dos pequeñas pero combativas televisoras (Catia TV y Ávila TV, con un radio de acción y difusión muy limitado). Luego, en este orden, los espacios televisivos Dando y Dando (Aristóbulo Istúriz y Tania Díaz), Contragolpe (Vanessa Davies) y La Hojilla (Mario Silva), transmitidos por Venezolana de Televisión, difundieron las imágenes grabadas por las dos televisoras ya mencionadas y abrieron sus espacios a la participación de algunos de los estudiantes que habían sido víctimas del asedio opositor. Lo mismo haría, ya entrada la noche, Ávila TV.

Llegados a este punto, bien vale una segunda digresión: circula por la web un documento, Trece pasos para salir del laberinto, fechado en octubre de 2007 y firmado por una supuesta Unidad de Análisis Estratégico. Se trata de un documento que quizá no sea digno de todo crédito y es posible que su súbita aparición responda a la misma estrategia de desmovilización y desmoralización de las filas del chavismo radical y democrático. Pero hay un par de párrafos que llaman la atención:

Por otra parte, mientras los medios de comunicación democráticos profundizan la matriz: chavistas criminales versus oposicionistas democráticos, se debe forzar al Presidente para que saque del gabinete y limite la actuación de toda vocería radical del chavismo, como por ejemplo: Aristóbulo Istúriz, Mario Silva, los Robertos [Malaver y Hernández Montoya], Vanessa Davies, Vladimir Acosta, Ernesto Villegas, los estudiantes bolivarianos. Silencio total sobre diputados como Luis Tascón, Iris Valera, Carlos Escarrá, Earle Herrera. Neutralizar alcaldes como Juan Barreto, incluida la posibilidad de que salga del aire o le cambien el formato a Ávila-TV. Invocando el espíritu de concordia y armonía de las festividades navideñas, se debe lograr que el chavismo moderado presione para la salida del aire del programa La Hojilla y de ser posible convencer al mismo Presidente de lo adecuado que sería mantenerse bajo perfil luego del referéndum de diciembre, que de seguro ganará con el apoyo del CNE.

Antes se refiere de manera específica al canal Ávila TV y al programa La Hojilla en los siguientes términos:

Atención aparte merece el caso de la gente de Ávila-TV, la cual no hace tanto daño hoy, pero sí puede ser un peligro si mañana diversos sectores afectos al gobierno comienzan a hacer un uso más atento a su potencial comunicacional. Muy importante, se debe olvidar a Mario Silva, bajar al máximo la atención sobre él, de manera que si mañana algo le pasa, nada tendría que ver con la oposición democrática, pues hay indicios de que, dentro de cierto chavismo, él viene siendo incómodo.

¿Ficción? ¿Realidad? ¿Guerra psicológica? Obviamente no lo sabemos. Pero algo resulta muy claro y es un dato que no debe pasar desapercibido: se identifica como «vocería radical del chavismo» a buena parte de los periodistas que vienen haciéndole frente a la estrategia opositora de criminalización, desmovilización y desmoralización del chavismo popular y democrático.

V.-
Retomando: la periodista Vanessa Davies, durante la transmisión del programa Contragolpe, el 7 de noviembre, se refirió al ataque de los estudiantes opositores contra la escuela de Trabajo Social, más o menos en los siguientes términos: «es la primera vez en la historia de la UCV que estudiantes provenientes de otras universidades provocan destrozos contra sus instalaciones».

Un hecho inédito, sin duda alguna, que responde a una circunstancia muy concreta a la que me referí en la primera parte de este artículo: en buena parte de las universidades nacionales, públicas y privadas, los estudiantes revolucionarios constituyen franca minoría. El enfrentamiento inicial, a la llegada de la marcha proveniente del Tribunal Supremo de Justicia, y luego el ataque contra los estudiantes encerrados en Trabajo Social, deben ser interpretados como episodios de una lucha por el control del territorio.

Los mismos estudiantes opositores que han visto constantemente frustradas sus intenciones de penetrar un territorio (centro y oeste de la ciudad) que está fuera de su área de influencia, respondieron con violencia intentando prevalecer en un territorio que controlan. Por eso, además, el ataque contra una escuela (de Trabajo Social) cuyo centro de estudiantes está bajo control del chavismo, y por eso mismo el posterior ataque que provocó el incendio del centro de estudiantes de la escuela de Derecho de la UCV (hecho acaecido durante la noche del 9 de noviembre).

No se trata acá de hacer pasar por análisis una vulgar apología de violencia o de la Ley del Talión. Tampoco se trata de reproducir el maniqueísmo que abunda tanto en los medios privados como en los estatales. Antes al contrario, se trata de hacer visible el complejo entramado de relaciones de fuerza que atraviesa la ciudad de Caracas y que se expresa, con claridad, territorialmente; relaciones de fuerza que, lejos de ser estáticas, son variables, movibles, modificables. De allí la importancia de un análisis que ponga el acento en las estrategias que despliegan las fuerzas encontradas, y por eso mismo la inutilidad de la propaganda, tanto opositora como estatal, que ha hecho una norma, casi una ley, subestimar, menospreciar y minimizar a las fuerzas contrarias.

Estudiantes universitarios opositores han intentando incendiar y linchar a los estudiantes revolucionarios refugiados en Trabajo Social, en primer lugar porque la despiadada propaganda de guerra que difunden permanentemente los medios opositores, les ha persuadido de que se trata de un acto de justicia, un acto dirigido a ajusticiar a los violentos y criminales chavistas. Tal y como lo ha definido Stalin González: es una lucha de lo «normal» contra lo patológico. Y lo patológico debe ser extirpado del cuerpo social.

Earle Herrera, integrante de la «vocería radical del chavismo» y conductor del espacio televisivo El kiosco veraz, que transmite Venezolana de Televisión los domingos a las 9 de la mañana, en su edición del 11 de noviembre recoge el comentario (publicado por el vespertino El Mundo, el 9 de noviembre) de una madre de estudiantes opositores de la UCV, que ilustra el tipo de mentalidad que se ha venido conformando en el antichavista promedio como consecuencia de la propaganda de los medios privados: «A esos macacos hay que sacarlos de la universidad. Aquí estudian mis hijos y no quiero que se mezclen con esa gentuza. Hay que hablar con las autoridades para que boten de aquí a esos malandros».

En segundo lugar, los estudiantes opositores provenientes de universidad privadas que han causado los destrozos en la escuela de Trabajo Social, han actuado convencidos de estar defendiendo un territorio que les pertenece. La saña y la violencia con la que han procedido nos ha mostrado su verdadero rostro: es un rostro terrible, que debe ser constantemente maquillado y embellecido por los medios opositores.

Está claro que, en este contexto, la pasividad de los estudiantes revolucionarios no es una opción. Precisamente, a su desmovilización, como he intentado demostrar, apunta la estrategia opositora. Pero como ya he apuntado, es preciso evitar a toda costa ceder al chantaje y a la provocación, mucho más en un territorio donde los estudiantes revolucionarios son minoría. En universidades como la Central de Venezuela, el reto consiste en ir creando las condiciones para instaurar y multiplicar espacios de libertad. El reto es aún mayor en la medida en que la Universidad, con mayúscula, constituye hoy una de las instituciones más conservadoras de la sociedad venezolana. Los centros de estudiantes, las federaciones de centros, las instancias de cogobierno, reproducen la misma lógica profundamente antidemocrática y representativa que hemos identificado hace ya unos cuantos años como un lastre de la vieja cultura política que obstaculiza la democracia radical.

La reforma del artículo 109 constitucional contribuirá a modificar, pero no a invertir, las relaciones de fuerza a lo interno de las universidades. Por eso las autoridades universitarias, y aún muchos estudiantes opositores, denuncian que el propósito real de la reforma constitucional es acabar con la autonomía universitaria. Allí donde dicen «autonomía», léase: defensa del territorio conquistado, preservación de un estatus de relaciones de fuerza. Por eso la reforma es «democrática», pero no «conveniente». La reforma del referido artículo debe ser concebida como una jugada táctica, que ayuda a destrabar, pero no decide el curso de la lucha. Una lucha, por demás, que si es revolucionaria, se libra también al margen de modificaciones de ley.

VI.-
La reforma constitucional es una promesa, pero también una amenaza. Promete la profundización de la revolución bolivariana, en tanto que sentaría las bases para la construcción del socialismo venezolano. Pero, al mismo tiempo, constituye una amenaza en la medida en que hagamos nuestra la idea según la cual esta profundización democrática y radical de la revolución bolivariana no es posible sin reforma constitucional.

Algunos contenidos de la reforma constitucional han sido cuestionados por sectores indiscutiblemente vinculados y comprometidos con el proceso revolucionario. Inclusive, las críticas más radicales apuntan a señalar que ha debido convocarse a una Asamblea Constituyente. Cualquiera podría señalar que, sobre todo a partir del pronunciamiento del general Baduel, todo asomo de crítica pasa a ser sospechoso de «traición». Esto, cámaras, me parece un chantaje casi tan peligroso como el chantaje opositor y antidemocrático al que he hecho referencia a lo largo de este artículo.

El acto de votar por el SÍ a la reforma constitucional debe constituir, en sí mismo, un ejercicio crítico, democrático y por tanto revolucionario. La lealtad en la acción no se impone. La lealtad impuesta es subordinación. La disciplina impuesta es domesticación. La intolerancia frente a la crítica conduce al silenciamiento. Militantes subordinados, domesticados y acríticos no son militantes revolucionarios. Y sin militantes revolucionarios no se hace ninguna revolución.

Ese chantaje que consiste en tildar de «traición» toda crítica, forma parte de la estrategia de la derecha endógena, conformada por esos segmentos esclerosados, burocratizados y conservadores del chavismo, a los que hacía referencia al inicio de este artículo. La eventual expulsión de Luis Tascón de las filas del PSUV, otro integrante de la «vocería radical del chavismo», es un signo desalentador, aparentemente promovida por el chavismo conservador, el mismo que llama a la unidad y a cerrar filas con Chávez, pero de hecho atenta contra esa misma unidad de las filas revolucionarias.

La derecha endógena es minoría, aunque haya venido acumulando espacios de poder y recursos económicos. Pero el poder, ya nos lo enseñaba Foucault, no se toma simplemente, sino que se ejerce. El chavismo conservador ejerce hábilmente el poder y se nos presenta como mayoría. El chavismo popular, radical y revolucionario está llamado, en función de garantizar la profundización democrática del proceso bolivariano, a ejercer el poder en consecuencia. Que cachicamo no trabaje pa’ lapa. El cachicamo, por otra parte, es bueno que lo sepamos todos, es uno de los pocos animales que es capaz de vencer a los alacranes.

El Frente Antifascista de Venezuela publicó un artículo, El metabolismo de las revoluciones, en la más reciente edición (9 de noviembre) del semanario Temas Venezuela. Se trata, a mi juicio, de uno de los análisis más lucidos de la actual coyuntura, y por tanto me gustaría compartir un fragmento con ustedes. Los énfasis agregados corren por cuenta mía. Son los aspectos del análisis que me parecen más relevantes, son también los que suscribo completamente y es con lo que quisiera cerrar este artículo:

Para Chávez, asegurar su descrédito [se refiere a Baduel] es una necesidad, tanto en el horizonte personal como en el horizonte estratégico. En el plano estratégico, el proceso de reforma es la batalla actual en la trayectoria de consolidación del proceso bolivariano. Al ser atacada por un actor relevante del propio proceso, es evidentemente necesario neutralizar sus efectos. En el plano personal, él es el autor fundamental de la estrategia de reforma, y la calificación que realiza Baduel de la misma es un ataque directo a su legitimidad. A su vez, desde hace años, Chávez percibía a Baduel como un contrincante a futuro en el liderazgo popular. De ahí que su respuesta se guíe por la calificación de la traición personal, y por el desmontaje del mito en el imaginario popular.

Por otra parte, la mayoría de reacciones permisadas en los foros públicos que apoyan la revolución se orientan en el mismo sentido: descalificación del actor, revelación de sospechas y anticipaciones, condena de sus actos y decisiones, y si acaso, el despecho de muchos que confiaron en su liderazgo revolucionario y sienten su nueva posición como una puñalada.

Pero quizá lo más relevante no es el modo en que reacciona Chávez, sino la rebatiña carroñera de quienes le rodean. Si para Chávez hay una intención estratégica, en la mayoría del resto de actores lo que hay es el rencor acumulado ante el liderazgo autónomo, y la necesidad de enterrar lo más pronto posible al cadáver, para que la crítica implícita a su falta de legitimidad se evapore lo más pronto posible.

En definitiva, un saldo quizá más importante que la coyuntura concreta, en el marco del inicio de la campaña por el referéndum que sin duda hay que ganar por mayoría contundente, es el potencial quiebre de las bases que sustentan la unipolaridad discursiva a lo interno del proceso. Con un poco de suerte, ese quiebre se convertirá en resquebrajamiento, para dar rienda suelta a la crítica radicalmente democrática de las fallas y lacras acumuladas en el aparato de gobierno, como válvula necesaria para poder consolidar la revolución por la que luchan las mayorías populares. Sólo así podrá construirse un socialismo radicalmente democrático.

Salud.

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