11 de septiembre: 34 años después, la guerra contra la democracia continúa

I.-
Haga la prueba: visite Indymedia Bolivia y revise las noticias. Luego algunos artículos de opinión. Diez minutos de su tiempo. Media hora. Cualquier semejanza con la Venezuela de hace, digamos, unos cinco años, no es ninguna casualidad. Hay diferencias, claro está. Las fuerzas conservadoras están permanentemente actualizando y readecuando sus estrategias de lucha. A diferencia del caso venezolano, la Bolivia revolucionaria ha visto impedida su aspiración de llevar a buen término la Asamblea Constituyente. Pero son las semejanzas las que saltan a la vista a cada momento: el discurso racista, las prácticas fascistas, los «paros cívicos», los «comités cívicos», los partidos políticos tradicionales, los empresarios, la línea editorial de los medios privados, y más recientemente el protagonismo de la juventud universitaria, en particular la proveniente de la sucrense Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca.

Ejercicio básico de intuición política: ¿a qué universidad venezolana se parecerá más la Universidad San Francisco Xavier de Chuquisaca? ¿A la Universidad Simón Bolívar? ¿A la Universidad Metropolitana? ¿A la Universidad Central de Venezuela de los Stalin? ¿A la Universidad de Los Andes de los Nixon? ¿O a la Universidad Bolivariana de Venezuela?

Segundo ejercicio básico de intuición política: ¿el hecho de que la oposición boliviana esté reunida en una tal «Junta Democrática» le trae algún recuerdo? ¿Le suena «Coordinadora Democrática»? ¿Le suena «paro cívico» en diciembre de 2002?

Ejercicio básico de memoria histórica y política: ¿sabía usted que bajo el nombre de «Coordinadora Democrática» se agruparon las fuerzas opositoras chilenas que prepararon el golpe fascista de Pinochet en Chile, hace exactamente 34 años?

II.-
La asediada Bolivia, la efervescente Venezuela y un Chile que hoy se lanzará de nuevo a las calles: son los tres destinos, las tres trincheras de lucha que ha escogido el periodista John Pilger para la realización de su film La guerra contra la democracia (The war on democracy).

Pilger, de origen australiano, pero residenciado en Inglaterra desde la década de los 60, ha sido corresponsal de guerra en Vietnam, Camboya, Egipto, India, Blangadesh, Biafra, entre otros frentes. Es el autor de más de 55 documentales para la televisión, entre los que destacan sus trabajos sobre la guerra de Vietnam (The quiet mutiny, 1970, que develó el profundo descontento de los militares estadounidenses destacados en el país asiático) y Camboya (Year zero, 1979, en el que retrató el sufrimiento del pueblo camboyano bajo el régimen de Pol Pot). Su film Breaking the Silence: Truth and Lies in the War on Terror (2003), inspiró a Michel Moore para la realización de su Fahrenheit 9/11.

La larga lista de distinciones y reconocimientos a Pilger incluye dos premios al Periodista del Año en Inglaterra (1967, 1979), un Emmy (1991) y un Bafta (1991).

La guerra contra la democracia está en las carteleras de los cines británicos desde mediados de junio de 2007, donde ha tenido buena aceptación de público y crítica. Para finales de septiembre está previsto que llegue a Australia. Mientras se afinan los detalles para su transmisión en Venezuela, usted puede ver el trailer promocional en la excelente web del film. Para información adicional, también puede visitar la página de Pilger.

Les dejo también una traducción de un artículo publicado por Pilger en el diario The Guardian, el pasado 17 de agosto de 2007. Es mi muy modesto homenaje al pueblo chileno, al compañero Allende, a mi fraternal amigo Pablo Navarrete y a su señor padre, Roberto.

III.-
El viejo escuadrón de la muerte “Irán-Contra” está desesperado por desacreditar a Chávez.

John Pilgerhttp://www.guardian.co.uk/

En América Latina, la democracia y la esperanza han sido revividas por el líder venezolano. Pero las fuerzas aliadas en su contra son formidables.

Entré junto con Roberto Navarrete al Estadio Nacional de Santiago, en Chile. Con el meridional viento invernal deslizándose desde Los Andes, estaba vacío y fantasmal. Poco ha cambiado, dijo: la alambrada, los asientos rotos, el túnel hacia los camerinos desde los cuales resonaban los gritos. Nos detuvimos ante un gran número 28. “Aquí fue donde estuve, mirando el marcador. Aquí estaba cuando me llamaron para ser torturado.”

Miles de los “detenidos y desaparecidos” fueron encarcelados en el estadio luego del golpe de Estado del General Augusto Pinochet, apoyado por Washington, contra la democracia de Salvador Allende, el 11 de Septiembre de 1973. Para la mayoría de la gente de América Latina, los abandonados, la infamia y las lecciones históricas del primer “11 de Septiembre” jamás han sido olvidadas. “Durante los años de Allende, tuvimos la esperanza de que el espíritu humano triunfaría”, dijo Roberto. “Pero en América Latina, quienes creen que han nacido para mandar se comportan con tal brutalidad para defender sus derechos, sus propiedades, su sociedad amenazada, que se aproximan al verdadero fascismo. Gente bien vestida, cuyas casas están repletas de comida, golpean sus ollas en las calles en señal de protesta, como si no tuvieran nada. Eso fue lo que ocurrió en Chile hace 36 años. Eso es lo que vemos en Venezuela hoy. Es como si Chávez fuera Allende. Resulta muy evocador para mí.”

Para la realización de mi film The war on democracy (La guerra contra la democracia), busqué la ayuda de chilenos como Roberto y su familia, y Sara de Witt, quien valientemente regresó conmigo a las cámaras de tortura en Villa Grimaldi, de las cuales logró sobrevivir. Junto con otros latinoamericanos que conocieron tiranías, ellos dan testimonio en torno al patrón y el significado de la propaganda y las mentiras con las que ahora se pretende socavar otro esfuerzo épico por renovar tanto la democracia como la libertad en el continente.

La desinformación que ayudó a destruir a Allende y ocasionó los horrores de Pinochet, funcionó de la misma forma en Nicaragua, donde los sandinistas tuvieron el atrevimiento de implementar modestas reformas populares. En ambos países, la CIA financió a los medios opositores más importantes, aunque no necesitaron molestarse. En Nicaragua, el falso martirio de La Prensa se convirtió en una causa para destacados periodistas liberales de América del Norte, quienes seriamente discutían si un país de 3 millones de campesinos, golpeado por la pobreza, planteaba una “amenaza” para Estados Unidos. Así lo convino Ronald Reagan, quien declaró un estado de emergencia para combatir al monstruo al acecho. En Gran Bretaña, cuyo gobierno de Thatcher brindó un “respaldo absoluto” a la política estadounidense, se aplicó la censura estándar por omisión. Al examinar 500 artículos relacionados con la Nicaragua de inicios de los 80, el historiador Mark Curtis se encontró con una casi total supresión de los logros del gobierno sandinista – “extraordinarios desde cualquier punto de vista” – en favor de la falacia de “la amenaza de los comunistas en el poder”.

Las semejanzas con la campaña en contra el auge fenomenal de los movimientos populares democráticos hoy día son impresionantes. Orientada principalmente hacia Venezuela, especialmente en contra de Chávez, la virulencia de los ataques sugiere que algo muy importante está aconteciendo; y así es. Miles de venezolanos empobrecidos están viendo a un médico por primera vez en sus vidas, sus hijos están siendo atendidos y están tomando agua potable. Nuevas universidades han abierto sus puertas a los pobres, acabando con el privilegio de instituciones excluyentes controladas por la “clase media”, en un país donde el término medio no existe. En el barrio La Línea, Beatriz Balazo me contó que sus niños forman parte de la primera generación de pobres que asiste un día entero a la escuela. “He visto cómo en ellos florece la confianza”, me dijo. Una noche en el barrio La Vega, en una habitación casi vacía y bajo la luz de un bombillo, pude ver a Mavis Méndez, de 94 años, aprender a escribir su nombre por primera vez.

Más de 25 mil consejos comunales han sido instalados en paralelo a la vieja y corrupta burocracia. Muchos de ellos son espectáculos de la más viva democracia de base. Eligen voceros, pero todas las decisiones, las ideas y los gastos tienen que ser aprobados por una asamblea comunitaria. En ciudades controladas durante mucho tiempo por oligarquías y sus medios serviles, esta explosión del poder popular ha comenzando a cambiar vidas de la forma como lo ha descrito Beatriz.

Es esta nueva confianza de la “gente invisible” de Venezuela la que ha enardecido a aquellos que viven en urbanizaciones como el Country Club. Detrás de sus muros y perros guardianes, ellos me recuerdan a la blancos de África del Sur. Los medios del salvaje oeste venezolano, en su gran mayoría, les pertenecen; 80% de las televisoras y casi todas las 118 compañías de periódicos son privados. Muy recientemente una televisora calificó a Chávez, que es mestizo, de “mono”. Las primeras páginas retratan al Presidente como Hitler o como Stalin. Entre los dueños de medios que claman ruidosamente en contra de la censura, están aquellos financiados por la National Endowment for Democracy, una fachada de la CIA. “Nuestras armas fueron los medios de comunicación”, declaró un vicealmirante que fue uno de los cabecillas del golpe de 2002. La estación de televisión RCTV jamás fue procesada por tomar parte en el intento de derrocar al gobierno electo, sólo perdió su licencia de transmisión en el espacio radioeléctrico y continúa transmitiendo a través de satélite y cable.

Aún más, como en Nicaragua, el “trato” dado a RCTV es una célebre causa para aquellos que en Gran Bretaña y Estados Unidos están ofendidos por la auténtica audacia y popularidad de Chávez, al cual difaman como “enloquecido por el poder” y “tirano”. Así es como un auténtico producto del despertar popular es ocultado. Incluso su descripción como un “socialista radical”, usada normalmente de manera peyorativa, omite deliberadamente que se trata de un nacionalista y un demócrata social, una etiqueta que alguna vez muchos en el Partido Laborista británico usaban con orgullo.

En Washington, el viejo escuadrón de la muerte «Irán-Contra», de vuelta al poder bajo el gobierno de Bush, le teme a los lazos económicos que Chávez está construyendo en la región, tanto como al uso de los ingresos petroleros para terminar con la esclavitud del FMI. Que Chávez mantiene una economía neoliberal, descrita por American Banker como “la envidia de la banca mundial”, rara vez se presenta como una crítica válida contra sus limitadas reformas. En estos días, por supuesto, cualquier reforma verdadera es considerada una rareza. Y mientras las elites liberales fracasan, bajo Blair y Bush, en la defensa de sus propias libertades básicas, perciben el concepto de democracia como algo exclusivo del liberalismo, puesto en tela de juicio en un continente sobre el cual Richard Nixon alguna vez dijo: “la gente me importa un carajo”. Sin embargo, por mucho que denigren de Chávez, la arrogancia de las elites les impide aceptar que la semilla de la idea rousseauiana de soberanía popular directa puede haber sido sembrada entre los más pobres, una vez más, y que “la esperanza en el espíritu humano”, de la cual me habló Roberto en el estadio, ha vuelto.

Traducción: Reinaldo Iturriza López (con una pequeña help of my friend Juan Antonio Hernández).

Publicado originalmente el 17 de agosto de 2007 en:
http://www.guardian.co.uk/comment/story/0,,2150484,00.html

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